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En el Centro Cultural La Corrala conversamos con Alda Facio y Dina Meza, dos activistas defensoras de los derechos humanos en zonas de conflicto que se encontraron en Madrid en el marco de un seminario internacional para tejer redes de apoyo y protección. Alda Facio es una jurista costarricense feminista, escritora, docente, referente en Latinoamérica por su lucha incansable por los derechos humanos desde el ámbito del derecho. Hoy forma parte del Grupo de Trabajo sobre discriminación de la mujer en la ONU donde está luchando activamente por la defensa de derechos de las mujeres como la mejora de la salud sexual y reproductiva. Dina Meza es una periodista hondureña defensora de derechos humanos y de la libertad de expresión. Coordina la Iniciativa Periodismo y Democracia y participa activamente en movimientos en defensa de los derechos de la mujer y campesinos. Desde su sitio web Pasos de Animal Grande impulsa un periodismo comprometido y crítico. Ambas defienden la importancia tanto de la sororidad como del autocuidado. Huyen de la figura de la súperdefensora, frente a la que creen necesario potenciar la creatividad, la agencia, la esperanza y el feminismo como herramientas para sobrevivir y poder luchar por un mundo mejor para las mujeres.
Pregunta- ¿Por qué son necesarias las redes de protección de las mujeres defensoras de los derechos humanos en zonas de conflicto?
Alda Facio: La Iniciativa Mesoamericana de Defensoras de Derechos Humanos (IM-Defensoras) surge hace más de cinco años, viendo la necesidad de autocuidado y de autoprotección de las defensoras en México, Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador. Estamos tratando de que se creen redes nacionales porque pensamos que es preferible que haya protección dentro, por las mismas organizaciones y en red, para que si una organización está bajo ataque, otra pueda apoyar y defender o irse dentro del mismo país a otro espacio. Pero también es importante desarrollar el concepto político del autocuidado, porque las mujeres que estamos acostumbradas a trabajar y a cuidar pensamos que no podemos cuidarnos, que eso es débil, que es burgués. Entonces tienes que sacrificar tu vida, tu salud, tu familia. Hay que cambiar el chip: primero hay que cuidarse para poder cuidar. Hay que defenderse, no estar en riesgo, para poder apoyar a otras que lo están.
-¿Tienen las mujeres que luchan por los derechos humanos esa conciencia de la importancia de tender redes? ¿Cuáles son las principales amenazas contra las que hay que protegerse?
Cuando las mujeres levantamos las voces en una sociedad es peligroso
Dina Meza: Generalmente cuando las mujeres levantamos las voces en una sociedad es peligroso. Y el trabajo de las defensoras de derechos humanos obviamente lo es. Porque estamos protegiendo a otras mujeres que también son víctimas de discriminación, que son atacadas, y en nuestro país (Honduras) las mujeres somos ciudadanas de quinta categoría. A fuerza de golpes vamos aprendiendo que tenemos que cuidarnos. Yo me di cuenta de que tenía que proteger mis comunicaciones y no ser la súperdefensora. Normalmente las defensoras no tenemos conciencia del peligro porque nos han hecho pensar que como mujeres tenemos mucha fuerza, que podemos hacer muchas cosas al mismo tiempo. Y lo mismo hacemos en cuanto a la defensa de los derechos humanos. Debemos construir redes internas que puedan protegernos.
- ¿En qué momento está la política de derechos humanos y de cooperación internacional que contribuye a esta protección?
A.F.Ha sido más fácil para muchos Estados europeos y para Canadá brindar asilo o refugio a personas que están en peligro, pero no brindar cooperación y dinero para que las defensoras que están en su país o en su localidad puedan hacer su trabajo. Entonces lo hacen más bien más peligroso, porque sin fondos, es más peligroso andar a pie, no tener un teléfono con el que llamar, estas cosas se ven como lujos, por qué se le va a dar eso a una defensora, a una campesina… Ayudan muy poco al trabajo que hacen las mujeres, sino que ofrecen apoyo una vez que la defensora está amenazada. Hay un retroceso en el mundo entero en cuanto a los derechos humanos en general y en cuanto a los derechos de las mujeres en particular. Hay Estados que abiertamente exponen que supone un error hablar de derechos humanos de las mujeres, que eso lo que lleva es al aborto, a las familias desintegradas, y que las mujeres no tienen iguales derechos que los hombres.
-¿Existe también un retroceso con respecto al aborto?
Por primera vez, la ONU establece que el estándar internacional de derechos humanos es que el aborto sea accesible y legal en por lo menos tres causas
A.F. Es complicado, es un retroceso pero a la vez un avance. Porque por primera vez, Naciones Unidas tiene una declaración que establece que el estándar internacional de derechos humanos es que el aborto sea accesible y legal en por lo menos tres causas: cuando peligre la vida de la mujer, cuando ha sido producto de una violación o cuando el feto es inviable. Eso lo logramos en el Grupo de Trabajo del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas sobre Discriminación contra la Mujer en la Ley y en la Práctica. Pero nos ha llovido muchísimo, y hay Estados que nos han amenazado con que nos van a quitar el mandato.
- ¿Cómo es la situación en Honduras? ¿Desde dónde es posible la lucha por los derechos humanos?
D.M. Las violencias son parte de las cotidianeidades de un país y de un Estado que es impune, pero las mujeres somos bien creativas, y en momentos de mucha tensión creamos formas de defensa. Además, con la autodefensa no solo estamos pensando en nosotras, sino que estamos construyendo patria y matria. Yo estuve fuera del país cuatro meses y medio por amenazas, pero regresé e impulsé el proyecto “Periodismo y democracia” que ofrece acompañamiento legal en el terreno para personas que sufren persecución por su libertad de expresión, comunicadores y periodistas. Hemos ido al Sistema Interamericano de Derechos Humanos y hemos logrado una medida cautelar muy protectora a favor de un periodista que fue condenado a un año y cuatro meses de prisión. Creemos que hay hitos muy importantes que estamos logrando con pocos recursos y con mucho esfuerzo gracias a ese espíritu de creatividad y de sororidad.
A.F. Honduras es uno de los países más difíciles para vivir, pero también es de donde salen muchas iniciativas bien creativas y maravillosas. Hay un programa de radio que se llama “Tercas con la Esperanza”. Su nombre dice tanto, porque piensas cómo se puede tener esperanza en Honduras si la cosa está tan espantosa. Creo también que se le ha dado mucho realce al asesinato de Berta Cáceres, que si bien era muy conocida y una mujer maravillosa, no es la única. Acaban de asesinar a Gladys Lanza, una feminista histórica de Honduras y de América Latina a quien asesinaron a través de la tortura a la que la sometieron el último año. Así como Gladys hay muchas mujeres que mueren de enfermedad, de estrés.
-¿Qué suponen para ustedes esos hitos, los positivos, como la sentencia, o los negativos, como los asesinatos?
Berta Cáceres era tan creativa que incluso creó formas tan buenas de defensa del río Gualcarque que nadie se atrevería a haberlas hecho
D.M. El caso de Berta Cáceres vino a sembrar al principio mucha desesperanza y miedo en algunos defensores y defensoras, porque pensaron cómo una persona con tanto perfil internacional y con tantas redes pudo ser asesinada. Pero también debemos desmontar ese tipo de prejuicios que se tienen, porque en la medida que construimos, que vamos avanzando en este accionar por los derechos humanos, vamos a tener gente caída. Todas las luchas traen consecuencias, buenas y malas. Pero eso no debe desesperanzarnos, porque la misma Berta haría lo contrario. Bertita, que así la llamábamos, era tan creativa que incluso creó formas tan buenas de defensa del río Gualcarque que nadie se atrevería a haberlas hecho, esa creatividad que le dio vida al río, que le dio voz, y que todo el mundo ahora habla del río que no conocía. En su discurso, cuando recogió el premio Goldman lo dijo: “despertemos humanidades”. Eso ha sido histórico. A pesar de que tenemos Estados que perdieron o que nunca tuvieron la laicidad, debemos presionar para que se establezca, porque es lo que trae uno de los principales problemas de las mujeres.
A.F. La intromisión de la iglesia en Estados supuestamente laicos en todo Centroamérica un problema muy serio. Las jerarquías de las principales religiones del mundo son misóginas, todas, no hay una que se salve.
D.M. La Iglesia Católica ha dicho que las radios indígenas son del diablo, que no se deben congregar los indígenas que están luchando contra las hidroeléctricas, y es toda una ofensa a la libertad de expresión que tienen desde los púlpitos. Porque se creen con esa autoridad de pisotear los derechos de los hombres y mujeres de una sociedad invocando que son pastores que están representando a Dios. En Honduras por ejemplo, en las elecciones de 2013, había gente de la comunidad LGTBI que estaba posicionándose para diputados y diputadas; entonces desde los púlpitos había toda una represión diciendo son los demonios, el anticristo, que nos van a gobernar, entonces voten contra ellos. También debemos protestar desde la fe.
-¿Cuál es el papel de España en las redes de protección? ¿Apoya los movimientos pro derechos humanos en Centroamérica, en Latinoamérica?
El Gobierno español apoya el movimiento cada vez menos, a diferencia de lo que sí hacía años anteriores
A.F. Hay mujeres españolas y feministas que siempre están apoyando a los movimientos de mujeres en Centroamérica y México, en América Latina las veo por todos los lados y son muy solidarias. Pero el Gobierno español apoya el movimiento cada vez menos, a diferencia de lo que sí hacía años anteriores, cuando se ofrecían fondos para cambiar la situación de los derechos de las mujeres.
D.M. Metieron el elemento de transversalizar el género. Y están apoyando asociaciones mixtas, mientras que para las organizaciones de mujeres que están luchando para que se cambien leyes, para que se combata el sistema patriarcal, los fondos van en reducción, hasta quedarse casi a cero. Hay organizaciones en mi país que no pueden operar porque les falta ese dinero para poder movilizarse, para poder seguir capacitando a mujeres, para continuar hablando de la no discriminación.
-¿La defensa comienza entonces desde dentro de las propias asociaciones?
D.M. La defensa debe empezar en casa. Si no defiendes derechos, con qué responsabilidad o con qué fortaleza vas a defender otros derechos. Si te dejas pisotear, si te dejas que te callen la voz y te digan silencio… Siempre nos están poniendo peros, esas trabas de que las mujeres debemos callarnos, que debemos ser las últimas.
A.F. Muchas mujeres que antes trabajaban en organizaciones de mujeres ahora trabajan en organizaciones mixtas. Y la mayoría de ellas no saben transversalizar el género, ni está muy claro qué quiere decir el género. Por ejemplo, desde la Fundación Justicia y Género ahora estamos trabajando masculinidad porque solo para eso conseguimos dinero. Los fondos que antes venían para capacitar a jueces y juezas en la problemática de las mujeres y para saber cómo incorporar la perspectiva de género en las decisiones, ahora tenemos que usarlos para enseñar lo que sufren los hombres, las masculinidades y toda la problemática masculina.
-¿Desde qué feminismo se acercan a la defensa de los derechos humanos? ¿Cómo entienden su activismo feminista?
Hoy nos acusan a las feministas históricas de ser binarias, como si fuéramos nosotras las que inventamos que solo hay dos sexos
A.F. Es difícil porque es cambiante. Yo soy feminista desde hace cincuenta años, empecé luchando contra la guerra de Vietnam. Estudiaba en Estados Unidos y me di cuenta de que todos los pacifistas eran tan machistas, que dije no, aquí la cosa es pensar en las mujeres. Hoy nos acusan a las feministas históricas de ser binarias, como si fuéramos nosotras las que inventamos que solo hay dos sexos. La teoría de género lo que hizo fue desarrollar eso de que el género es algo construido sobre los dos sexos que se reconocen, nunca dijimos que solo esos dos sexos había o que así es como tiene que ser. Yo estoy tratando de recuperar el hecho de que pensemos que las que estamos discriminadas en todo el mundo somos las mujeres, y cuando digo las, es todas las mujeres, unas mucho más que otras, unas con más violencia que otras, pero todas, hasta la mujer más poderosa, más rica. Michelle Obama es discriminada, no solo por ser negra, sino también por ser mujer. Muchas mujeres decimos que no hemos sufrido ninguna discriminación porque nos han hecho creer que solo las pobres, las negras, la sufren… Pero las mujeres de todo el mundo, de todas las clases, somos discriminadas, pero no somos uniformemente discriminadas. Y eso el género siempre lo tomó en cuenta, no sé por qué ahora hay que hacer la intersección.
D.M. Yo no entré premeditadamente al feminismo porque le tenía miedo. Así que fui aprendiendo en el terreno. Siempre me sonó extraño que en mi casa a las mujeres nos pusieran a hacer cosas diferenciadas con los hombres. O que en el movimiento social no podías hablar. Eso empezó a parecerme feo y comencé a protestar. El feminismo lo entiendo como una autodefensa.
-¿Cuáles son los problemas más acuciantes de las mujeres por los que hay que seguir luchando?
A.F. No se pueden priorizar los derechos humanos. Si no tenemos libertad de expresión no podemos comunicarnos con otras para contar nuestras historias. Pero si no tenemos consciencia de lo que es nuestra discriminación para qué la libertad de expresión. Todo está vinculado. En Costa Rica y en muchos países de América Latina, lo que más estamos necesitando las mujeres son los derechos sexuales y reproductivos. Y tener estados laicos, porque son las iglesias las que más se oponen a estos derechos.
-¿Sienten que son ejemplo para mujeres que están iniciándose en el feminismo y/o en la defensa de los derechos humanos?
Si se pone como ejemplo que las pobrecitas hondureñas y guatemaltecas son a las que más asesinan, todas las mujeres jóvenes de Europa y Estados Unidos, se sienten que ellas ya lograron la igualdad
A.F. Si se pone como ejemplo que las pobrecitas hondureñas y guatemaltecas son a las que más asesinan, todas las mujeres jóvenes de otras partes, de Europa, de Estados Unidos, se sienten que ellas ya lograron la igualdad. Que ya no tienen problemas porque no viven como esas mujeres o como las africanas que sufren la mutilación genital femenina. Como si las europeas no sufrieran otras mutilaciones, como las ideológicas. No tienen clítoris, aunque esté ahí, o aprenden una sexualidad violenta que no les permite gozar del sexo de verdad. Así como las africanas no pueden gozar porque no tienen sus genitales, las europeas y las americanas tienen genitales pero no disfrutan, o las operaciones de cirugía plástica que se hacen muchas mujeres jóvenes en Europa para tener un clítoris más pequeño, para que se parezca como lo ven en la pornografía. Creo que es peligroso cuando pensamos solo en pobrecitas. Por eso es que movimientos como el de “Idle No More” (Pasiva nunca más) hablan tanto de la agencia, de la fuerza, porque si se resalta la creatividad, la fuerza de las mujeres, que a pesar de circunstancias terribles hacen tanto, yo creo que eso puede ayudar a que las mujeres jóvenes de otros lugares no se crean que ellas ya lo lograron y que lo único que pueden hacer es solidarizarse con las mujeres. Es lo mismo que pasa hasta dentro de un país. Creer que porque eres de clase media y profesional tú no tienes problemas y tienes que ir a ayudar a las pobres campesinas, cuando tienes mucho que aprender de las campesinas y viceversa.
D.M. Es importante no magnificar, no hablar de súpermujeres que están en un contexto de violencia como las heroínas, y preguntarse cómo hacen para vivir. Eso genera miedo en otras personas que van a defender los derechos humanos, que van a decir “nunca más, me van a matar”. Para mí ser activista es ganar al Estado. Si un Estado es agresor, es impune, entonces ¿cuáles son las medidas creativas que vamos a hacer para ganarle? Esto trae alegría y la satisfacción de ayudar a una persona que está sufriendo violencia contra sus derechos y enseñarle cómo autodefenderse.
- ¿Qué sentido otorgan a los premios que les han concedido por su defensa de los derechos humanos?
D.M. Yo creo que es un mensaje que se le manda a la gente que está ejerciendo violencia contra las defensoras. El premio “Periodismo bajo amenaza” que me concedió Amnistía Internacional en 2007 fue bajo un contexto bien fuerte. Habían matado a un abogado que trabajaba conmigo defendiendo derechos laborales de guardias de seguridad. Entonces se mandó un mensaje para el Estado de Honduras y para los perpetradores, que eran empresas de seguridad que están a cargo de policías, de militares, que tienen mucho poder. Eso trajo un montón de solidaridad para el país, y además abrió temas de debate, por ejemplo, el tema de las empresas de seguridad. Naciones Unidas mandó a su grupo de trabajo para hacer un informe sobre lo que estaba pasando en ese momento y entonces eso posicionó el tema de la violencia desde las empresas de seguridad hacia la ciudadanía.
-El Grupo de trabajo de Naciones Unidas sobre la discriminación de la mujer ¿es un espacio de posibilidades para los derechos de las mujeres?
Solo el feminismo te puede ayudar a no estar deprimida
A.F. Sí, pero también tiene muchas dificultades. Es una relatoría que integramos cinco miembros. Estoy contenta de estar en el grupo a pesar de que tenemos todo el tiempo la amenaza de que nos van a quitar el mandato porque hablamos de cosas que no debemos hablar. Pero es muy satisfactorio, como el hecho de hacer una publicación como la declaración sobre el aborto, en la que expusimos que el aborto inseguro sigue matando a decenas de mujeres en todo el mundo. Muchas mujeres me han dicho que les ha ayudado tanto. En República Dominicana el presidente, frente a su opinión inicial, va a apoyar la reforma del Código Penal para que el aborto pueda despenalizarse por las tres causales. También hemos logrado liberar a una mujer argentina de 15 años que estaba sentenciada a 10 años de cárcel por un aborto que el Estado decía que ella se había practicado, aunque ella sostiene que fue espontáneo. Es importante poder incidir en cambiar la teoría de los derechos humanos para de verdad ir transversalizando el género. Por ejemplo, hablar de que la depresión es la enfermedad más común de las mujeres. Estoy tratando de que se reconozca que la depresión es normal en un patriarcado. Solo el feminismo te puede ayudar a no estar deprimida.
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Autor >
Diana Fernández Romero
Periodista, docente universitaria e investigadora. Su tesis doctoral es Premio Extraordinario por la Universidad Complutense de Madrid y Premio Nacional por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género. Autora de textos que abordan la comunicación, el género, la violencia machista o el ciberfeminismo.
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