Crónica Judicial / Gürtel
El color de la Esperanza
Esteban Ordóñez San Fernando de Henares , 25/11/2016
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A Javier Nombela, exasesor en el Ayuntamiento de Madrid, se le entrecortó la voz y trató de respirar. La fiscala comprendió, se detuvo. El juez le preguntó si deseaba parar. Antes de iniciar el relato que lo llevó a quebrarse, preparó a la sala, dijo que lo que seguía, aunque pareciera accesorio, explicaba muchas cosas. Sonó, más bien, como una disculpa ante sí mismo. El que fue ‘gerente de la trama’, en todo momento había hablado con sumo cuidado para no invadir la esfera íntima de ningún implicado, pero con Isabel Jordán --mano derecha en las empresas de Francisco Correa-- iba hacer una excepción.
Contó que una tarde, cuando él ya trataba de desvincularse del grupo empresarial, le llamó Correa y le pidió que fuera a su casa, que quería hablar con él. Nombela se negó varias veces, pero Correa, como todo adicto a la Coca Cola, tiene la capacidad de insistencia de un martillo neumático: “Venga, media hora, que es importante”. Al llegar, se encontró a un Don Vito nervioso que enseguida fue al grano: ¿cómo era posible que Jordán llevara el tren de vida que llevaba? Nombela, con cierta extrañeza, le dijo que era por las tarjetas de empresa que ella manejaba. Correa le aseguró que no sabía nada de unas tarjetas. Llamaron a Pablo Crespo, el número dos de la Gúrtel. Él, supuestamente, tampoco sabía nada. Nombela alucinó: “Les dije que cómo no iban a saber que tenía dos tarjetas de crédito y más con ese volumen de gasto: incluso había meses que teníamos dificultades para pagar las nóminas”. Tras varias llamadas, el dos de la Gürtel averiguó la manera de acceder a los movimientos de las cuentas. “Se puso muy nervioso”, recordó Nombela.
No sabemos la dosis de teatro que los jefazos invirtieron en la escena, no sabemos si estaban trabajándose un testimonio favorable ante la perspectiva de una futura guerra judicial contra Jordán; en cualquier caso, Nombela lo vivió como algo cierto y dramático. Tener confianza con alguien supone bajar la guardia, entregar un poco de ti mismo en ese vínculo. Resulta imposible no sentir el golpe de la humillación cuando se derrumba la imagen que tenías de una persona cercana. “Es muy desagradable todo esto”; ahí fue cuando se detuvo, al borde de las lágrimas.
Al día siguiente, recibió un correo electrónico en el que se le advertía de que “los accidentes” pasaban de manera muy común y de que tuviera cuidado con lo que decía. Denunció la amenaza. Nunca se identificó al autor, aunque en la sala se hizo obvio a quién atribuía el mensaje. El abogado de Jordán gesticulaba, pedía penalti.
El interrogatorio de la fiscal Concepción Nicolás, que ya había comenzado el día anterior, se prolongó más de dos horas. Escarbaba minuciosamente, proyectando papeles de cada acto, parándose en los asientos, en los porcentajes, en las anotaciones manuscritas, pero formulaba preguntas laxas y repetitivas sin un itinerario visible. La sala dejó de aguardar a que llegara a alguna parte.
Se compararon dos facturas en las que se veían engordes de precios a los que el acusado no fue capaz de encontrar ninguna lógica. Pertenecían a Diseño Asimétrico, una se refería a la presentación de un sistema de alerta temprana y la otra, a un acto para las víctimas del terrorismo. Los conceptos eran exactamente iguales pero el primero se cifró en 6.000 euros y el segundo en 11.000. Por lo visto, las víctimas del terrorismo no sólo pueden instrumentalizarse políticamente, también pueden utilizarse económicamente.
Afloró alguna evidencia más sobre la manipulación de facturas. Apenas un par de escenas que aportaron más color que datos, porque la piratería de las consejerías ya había quedado acreditada. Una de ellas sucedió allá por 2005. Javier Nombela no estaba al tanto todavía de los regates contables habituales para cobrar los actos de la Comunidad de Madrid. Acababan de mandar la factura del homenaje al 11M con el precio total del evento, más de cien mil euros. De pronto recibió una llamada. Eran del gobierno, al otro lado del teléfono, una mujer chuleaba: “¿De dónde han salido ustedes?, ¿acaban de caerse del nido?”. Se lo explicaron, había que trocear las facturas.
La expresión revelaba cosas importantes. Básicamente, que había un nido y un mundo (fuera del nido) que era el mundo real, y que el conocimiento económico y contable de Nombela no le eximía de ser un pichón, o sea, de vivir dentro del nido. De modo que la realidad, a ojos de la funcionaria, operaba al margen de lo normativo y, además, venía ocurriendo así desde hace tiempo. Para hacer negocios con el gobierno de Aguirre, no bastaba con dominar la materia financiera, primero uno debía iniciarse, como en una logia secreta.
Nombela, al igual que la administradora de una empresa de Correa Alicia Mínguez, había accedido a responder a las preguntas de la acusación de la Comunidad de Madrid. El letrado, quizás afectado por las crónicas del día anterior, alargó su interrogatorio: en vez de dos, hizo tres preguntas insustanciales. A la salida, al quitarse la toga, se vio que le asomaba un pañuelo verde del bolsillo de la chaqueta del traje. El verde, dicen, es el color de la Esperanza.
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Esteban Ordóñez
Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
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