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Matteo Renzi, durante el seguimiento de los resultados del referéndum sobre la Constitución italiana.
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Al final se va a su casa. Es lo que han debido pensar los 40 y tantos millones de almas que debían elegir el futuro de Italia el 4 de diciembre. Y así ha sido. Aunque sólo hayan acudido a las urnas 33 millones de personas y más de un tercio del electorado se haya abstenido. A medianoche, sin dilación, Matteo Renzi hacía balance del resultado; diez minutos más tarde, con una emoción contenida, venía el anuncio: dimitirá como presidente del Consejo de Ministros tras la aprobación de los presupuestos del Estado. Ahora Italia desconoce lo que le espera. Europa tiembla en la distancia.
Cualquier intento por dilucidar el destino de este país es un ejercicio especulativo. Los más optimistas piensan que las cosas seguirán como están. Creo que se equivocan, o no aciertan del todo, dado que la cabeza representativa de su país, una persona que mal que bien ha sido combativa en Bruselas contra las leyes de austeridad (siempre en la medida de sus posibilidades), ya no podrá defender sus intereses. Los analistas decían que Renzi lograba estabilizar tra virgolette la inversión de los mercados internacionales, la confianza de las patronales y que él mismo funcionaba como un dique contra el desmoronamiento global del país.
La sensación es que, además de que el referéndum constitucional se ha convertido en efecto en un plebiscito al primer ministro, la gente votó en negativo; es decir, contra unos representantes y no por las características objetivas de la propuesta. Eso se ve desde el kiosco de la esquina a la cafetería de la plaza. Sus respuestas no son enmiendas a lo que proponía la reforma en 46 puntos de la Carta Magna, sino contra lo que el centro-izquierda de Renzi representaba. Evidentemente, es lógico pensar que cuando las cosas no funcionan alguien debe asumir la responsabilidad. Pero también hay quien opina que Renzi sigue siendo la opción menos mala, dado el nivel de los candidatos que se presentan como alternativa ante unos nuevos comicios: Beppe Grillo, Matteo Salvini o Silvio Berlusconi son, según un florentino jubilado, gentaccia.
Y esta palabra, quién lo iba a decir, ha acabado resumiendo el ánimo de gran parte de la gente que ha votado a favor de la reforma. Muchos de los que han dicho SÍ a Renzi, en realidad querían decir NO a la «gentuza». Dicho de otro modo: la discusión no ha sido sobre la inmunidad diplomática en el Senado, la ley parlamentaria, el Italicum, el capítulo Quinto de Boschi, la cláusula de supremacía, la abolición del CNEL o la facilidad para acabar con las provincias. Por eso, el proceso en el que se ha visto envuelta Italia se asemeja a una pasarela de concomitancias, de camaraderías, de impresiones, de caracteres: la simpatía personal en menoscabo del debate serio.
A medida que uno se aleja de la Toscana y Emilia-Romaña, tanto al sur como al norte, el no se va imponiendo
Las razones que han quebrado la estabilidad son esas mismas batallas personales, rencillas que han contribuido al desconocimiento, a la falta de transparencia. No por casualidad, el alcalde de Florencia, Dario Nardella (PD), dijo el 5 de diciembre: «No hemos sabido transmitir el carácter innovador de la reforma». Evidente: no se ha hablado de ella; pero sí de lo casposo que le parece a Fulano o Mengano tal o cual diputado.
De otro modo, el resultado del SÍ (59,1%) frente al NO (40,9%) hubiera sido más sugerente de existir más razones que la puramente personal contra Renzi. No quieren al hombre fuerte que nadie hasta ahora había votado; prefieren construir desde abajo, aunque haya que cargarse, tal vez, la economía que los mantiene. Seis millones de votos han tumbado la esperanza de la socialdemocracia italiana. Los resultados por provincias son elocuentes. Sólo dos regiones y la provincia del Trentino han dicho SÍ con fuerza. En el resto del país, a medida que uno se aleja del cinturón de la Toscana y Emilia-Romaña, tanto al sur como al norte, el NO se va imponiendo con intensidad creciente. En Basilicata, Calabria, parte de Apulia o Sicilia no baja del 65%, pero en Cerdeña, en sus provincias, el NO sobrepasa el 70%. Es curioso comprobar, por otra parte, cómo las que dicen SÍ son las que ofrecen unas cifras de participación ejemplares (por encima del 75%), frente a las del NO, que en el mejor de los casos suelen estar entre el 50%-60%.
La provincia qué más rotundamente se ha pronunciado con el NO ha sido Catania (el 74,6% de los votantes). La que más convencida ha dicho SÍ ha sido Bolzano (63,7%), seguida por Florencia (57,7%), donde Renzi cerró su campaña. Bien, hagan las cuentas a la inversa. Ahora apliquen esa ecuación a 20 regiones y 106 provincias. El resultado: una negativa en bloque cuyo rechazo a la reforma es un sutil guantazo.
Se oyen voces de que Beppe Grillo presionará para celebrar elecciones de manera casi inmediata
Falta por conocer ahora el movimiento del presidente de la República. Algunos dicen que Sergio Mattarella, que se reunió el lunes 5 con el todavía primer ministro, podría convocar un gobierno de transición que aguantara hasta las generales de 2018. De momento, Matteo Renzi presidió en la tarde del día 5 su último consejo de ministros. Lo que está claro es que, independientemente del candidato que salga elegido tras la dimisión (se barajan los nombres de Pier Carlo Padoan y Graziano Delrio, ministros los dos, y el de Piero Grasso, presidente del Senado; y más tenuemente los de Dario Franceschini y Paolo Gentiloni), el movimiento más determinante lo va a jugar la oposición.
Se oyen voces de que Beppe Grillo presionará para celebrar elecciones de manera casi inmediata; más opacos han sido, sin embargo, Matteo Salvini y Silvio Berlusconi, de los que por otra parte cabe esperar casi cualquier cosa. Veremos qué pasa, pero que acierten. Al fin y al cabo, sea quien sea quien deba reconducir Italia hacia la estabilidad, una cosa es cierta, y se dijo ayer en el Palazzo Chigi: «Quien lucha por una idea nunca pierde». Para sorpresa de muchos, fue Matteo Renzi quien lo dijo, pero él, a estas horas, ya debe de estar saliendo del Quirinal o a punto de hacerlo.
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Autor >
Mario S. Arsenal
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