La reforma inminente de la Constitución
En 2010, el Régimen del 78 inició un proceso constituyente y desde entonces se está dibujando el nuevo Estado sin bienestar
Guillem Martínez 7/12/2016
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Bueno, desde hace unas semanas, el consejo de ancianos de la tribu ha empezado a emitir señales en prensa sobre la necesidad de reformar la Constitución. Lo que, en una cultura vertical, en la que la prensa tiene el rol de comunicar las señales que les indican en el piso de arriba, equivale a pensar que la reforma constitucional está a punto de caernos en la frente. La próxima legislatura, a lo sumo. Es decir, cualquier día. La tradición, además, iniciada en 1977 y prolongada en 2010, es que aquí las constituciones se hacen por sorpresa ¿Qué es lo que se va a reformar? ¿En qué va a consistir esa reforma?
Se va a reformar, así, un producto de la Guerra Fría mundial y, me temo, de la postguerra calentita local
Se va a reformar, como su nombre indica, la Consti. Pero la pregunta qué-es-lo-que-se-va-a-reformar no es baladí. De hecho, y este es el origen de la reforma, no se va a reformar la-constitución-que-ha-garantizado-el-mayor-periodo-de-prosperidad-en-la-Historia-de-España, nombre artístico del texto, sino algo que ya recibe más nombres y meditaciones, no canalizadas por la prensa, el medio habitual en el que las sociedades hablan de sí mismas. Se va a reformar, así, un producto de la Guerra Fría mundial y, me temo, de la postguerra calentita local.
Se va a reformar un texto constitucional post-45, homologable a otros textos europeos, si bien, aún así, posee ciertas originalidades. Es la Constitución con menos soberanía sobre tratados comerciales e internacionales, sensible de integrar al Estado donde le digan --pack Guerra Fría--, en la que el articulario militar, según informaron en su día políticos cercanos al redactado, fue remitido en sobre cerrado a los ponentes por el estamento militar --pack postguerra calentita--. También, en ese sentido, posee más astucias posfranquistas de las éticas y estéticas: la forma del Estado y el concepto de Soberanía Nacional los asume de textos anteriores. Concretamente, de la Ley para la Reforma Política, que a su vez los recoge del Fuero de los Españoles y de la Leyes Fundamentales del Movimiento. Alehop. Recoge, sí, derechos individuales y colectivos, que en el mundo urbano ya habían sido conquistados a la dictadura, y sin los cuales, además, no hubiera colado una monarquía posfranquista en el ámbito internacional. Por otra parte, el texto garantiza derechos fundamentales, sí, pero no tiende a desarrollarlos. Aporta, no obstante, una herramienta ferozmente radical, y jamás desembalada: la partícula "social" del artículo 1, en la que se fija que España es un Estado democrático y de derecho. Pero, ojo, social. Con la partícula social --invertíamos tres meses en ello en la facu; por lo visto, perdidos--, se prima la orientación social de los recursos del Estado. Es posible así, por ejemplo, nacionalizar las eléctricas, en caso de que no puedan satisfacer sus servicios a un precio razonable. O humano. Por lo demás, y quizás esto es lo más importante y novedoso, es un texto que garantiza el Bienestar. Lo recoge, prácticamente, de la Carta de la RFA. Quizás es su compromiso más determinante y longevo --duró hasta 2010--. Se trata, es opinable, de una suerte de os-damos-bienestar-y-nos-quedamos-con-todo-lo-demás. No obstante, el tramo de Bienestar no está exento de tensiones. El primer recorte de derechos --es decir, la primera interpretación restrictiva del tramo social de la Consti-- es de la primera legislatura socialista. En la que, por otra parte, se ¿nacionaliza? Rumasa, cuidándose mucho de invocar el artículo primero.
Esta descripción del texto a reformar anuncia ya que el texto a reformar no es tan importante como la interpretación que lo ha mediatizado. Que, tal vez, sea la voluntad que menos cambios ha sufrido en estos 40 años. Sea como sea, desde un principio, el texto fue sometido a una interpretación y a una propaganda que, por lo demás, no coinciden. "La-constitución-que-ha-garantizado-el-mayor-periodo-de-prosperidad-en-la-Historia-de-España" no es tanto una Constitución, sino los fondos de compensación europeos, que incluso llegaron a meter a España en el G-10. Posiblemente, sí, llegaron a España por la Constitución, tan satisfactoria a cualquier tipo de integración --incluso, snif, el actual--. "El-Estado-más-federalizante-de-Europa", con el que se resumía el título territorial, con la sentencia al Estatut de 2010, resultó ser un "Estado unitario, con descentralización administrativa". La partícula social nunca se sacó del precinto, en lo que es una severa interpretación del texto. En cuanto a los tramos de Bienestar, los fragmentos más vigorosos del texto desaparecieron --como un ninja, zas-- en 2010.
Cabe suponer que la reforma inminente de la Constitución no dibuja las funciones reales del Estado que, desde 2010, no pasan por el Bienestar
Cabe suponer que la reforma inminente de la Constitución --necesaria; la Constitución, que no era nada del otro jueves, no sólo no se parece a la interpretación realizada de ella en los últimos años, sino que no dibuja las funciones reales del Estado que, desde 2010, no pasan por el Bienestar, la forma de democracia en Europa durante décadas-- consistirá, me temo, en la prolongación de su interpretación. Es decir, de su parte más sólida e invariable. En los tramos sociales, de derechos y territoriales. También consistirá, glups, en ir adecuando el texto a la crisis democrática de Europa, ese compendio de instituciones no democráticas que no han abierto la boca de la cara ante la ley mordaza, como no la abrieron ante el despiece de Grecia o, no mucho, ante la política creativa de Hungría y Polonia.
En 2010, vamos, el Régimen del 78 --o de 2010, que no lo sé-- inició un proceso constituyente. A pesar de la torpeza --deberían haberlo cerrado cuando el bipartidismo existía--, no les va mal. Desde 2010 están dibujando, cada día, el nuevo Estado. Sin Bienestar, con golpes autoritarios, plegado a la empresa y a instituciones no democráticas. Recentralizante. Restrictivo de derechos.
Las izquierdas deberían ponerse las pilas, y empezar a emitir, cotidianamente, como ellos, otro Estado. O nuevamente asistirán a un proceso constituyente en calidad de sparring.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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