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Cuando se le comenta a alguien que haya seguido cierto tipo de medios en los últimos meses que se va a entrevistar a Orna Donath (1976), tras ubicarla en lo que la ha hecho conocida y lo que le ha llevado a protagonizar unos cuantos artículos, se suele obtener una respuesta. “¿Sabes que suelen lincharla, no? Esas noticias siempre tienen comentarios incendiarios”, apuntan los interlocutores enterados. Y es que Donath, una socióloga israelí que ha hecho de cómo las expectativas sociales modifican la vida de las mujeres, está apareciendo en todos esos medios por un tema con potencial para lo espinoso y para lo polémico.
La socióloga ha realizado un estudio sobre las madres que se arrepienten de su maternidad y que lamentan haber dado ese paso, un ataque directo contra el revival de la fantasía del ángel del hogar (esas madres perfectas de las revistas que son capaces de hacer a sus hijos pasteles caseros y bufandas de lana) pero también contra una de esas ideas que la sociedad ha dado por hechas como verdad indiscutible, la de que todas las mujeres quieren ser en algún momento la madre de alguien. El estudio acaba de llegar a España como #madresarrepentidas (Reservoir Books, 2016).
Donath, al otro lado del teléfono, da una explicación para esos sentimientos viscerales que despierta su libro. “La gente responde de esta manera porque ven el estudio como una reivindicación que interfiere con el orden social”, apunta, recordando que “mucha gente sigue pensando que las mujeres tienen que estar a cargo de la maternidad”. Es decir, para una parte importante de la población las mujeres siguen siendo, ante todo, futuras madres y, sobre todo, futuras madres que “lo disfrutarán y lo apreciarán”. Es la eterna frase que siempre se les repite a las madres cuando apuntan los sinsabores de la maternidad: al final, se les dice, todo valdrá la pena, porque tendrás la sonrisa de tu hijo.
La maternidad se ha convertido así en una especie de elemento con final feliz garantizado. El camino puede ser duro, pero en este caso, dice la sociedad, el final justifica los medios. “Es como la publicidad, que solo muestra aspectos brillantes de nuestra vida, de nuestro aspecto, porque esa es la manera de vender una idea”, explica Donath. “Es lo mismo. Nos dicen que no importa cómo seamos; todas nosotras, en cuanto seamos madres, veremos cómo nuestra vida será mejor y la maternidad siempre nos llevará a un final feliz. Por supuesto, esta es una imagen mítica de la maternidad y las mujeres de carne y hueso tienen historias diferentes sobre ello”, indica. Las conclusiones de Donath rompen con ese mito y lo desmontan. Ser madre no es una varita mágica que lo soluciona todo y, tan legítimos como esos testimonios positivos, son aquellos que no lo son tanto. “Estas mujeres están saliendo a la luz y diciendo que no, lo siento, no es un final feliz para todas nosotras y no nos sentimos de esta manera. Están creando un caos dentro de la sociedad, porque están fuera del orden establecido. Por tanto, crean miedo y crean enfado, incluso odio”, apunta.
Como el muy 2.0 del título español del libro, Donath ha analizado un fenómeno del que poco o nada se habla, aquellas mujeres que, aunque han sido madres por una o por otra razón, han acabado arrepintiéndose de su decisión. Son madres que se sienten aplastadas por el peso de la maternidad y por el hecho de que, una vez que una se convierte en madre, ya no puede deshacer lo hecho. No se puede dejar de ser la madre de alguien.
La experta arrancó, en un primer momento, recabando testimonios de hombres y de mujeres que se arrepentían de su paternidad, pero decidió que era mucho más interesante centrarse solo en las mujeres (al fin y al cabo, la idea de la maternidad se ha sacralizado, la de la paternidad aún no tanto). Sus testimonios, recabados gracias al efecto llamada de un artículo que hizo que fuesen las madres quienes se pusiesen en contacto con ella, le ayudaron a perfilar una especie de foto sobre la cara nunca abordada de la maternidad. “Fue algo muy difícil de abordar, pero todas ellas estaban ansiosas por hablar”, indica la experta. “Se sentían liberadas pudiendo hablar sin ser juzgadas”, añade. Leyendo su libro se puede descubrir que algunas de estas madres habían intentado en algún momento comentar sus sentimientos con sus amigos o con sus familiares, pero fueron rechazadas o incomprendidas.
El cómo se presenta la maternidad es como la publicidad, que solo muestra aspectos brillantes
La situación es además para ellas especialmente difícil, ya que todas estas madres que Donath ha entrevistado son israelíes. Israel es un país con una sociedad que realiza una gran presión sobre sus ciudadanos para que tengan hijos. Tanto es así que la media de hijos por mujer es de 3 y la presión ya no es solo por tener hijos sino por tener ese número mágico. Pero las madres arrepentidas de serlo no son solo mujeres de Israel y la idea tiene un alcance mucho más global, como apunta la autora.
“La presión puede ser diferente entre diferentes países, pero en la mayoría existe una jerarquía entre ser madre y no serlo”, señala Donath. “He descubierto que incluso en países como Alemania, donde es más común no ser una madre, las mujeres siguen acercándose tras mis lecturas para decirme que están felices con que se hable de esto, ya que sentían esa presión”. La idea de lo que significa ser madre sigue operando en todos los países, por tanto, incluso en aquellos con cifras de maternidad mucho más bajas que la israelí, como sucede en España. “Sigue existiendo la percepción de que ser madre es mejor”, recuerda la socióloga. “En Israel la presión es realmente directa, pero en otros países puede estar más soterrada”, indica.
Ser madre no es una verdad inamovible
La maternidad y el modo en el que se percibe no es, además, un hecho que se mantenga al margen de la historia y que no haya cambiado con ella. No hay más que preguntar a las abuelas para comprender cómo ha cambiado no solo la posición de la mujer dentro de la sociedad sino también el modo en el que se percibe el ser o no ser madre y el cómo ser madre. Por tener, hasta la economía tiene un papel fundamental en la posición de las mujeres como madres. Si la realidad económica podía hacer a las mujeres más reluctantes o más entusiastas en su camino hacia al altar, también puede hacerlo en su percepción de la maternidad y, sobre todo, de lo que implica ser madre.
Muchas de las ideas de lo que es ‘una buena madre’ vienen, de hecho, del siglo XIX, cuando la Revolución Industrial metió más a las mujeres en el hogar y las apartó mucho más de las esferas públicas. Es el momento del ángel del hogar, esa perfecta ama de casa, esa madre y esposa amantísima. La maternidad se convirtió en material sagrado. Como explica en un breve receso en su libro Donath, las ideologías capitalistas, patriarcales y heteronormativas no han hecho más que transmitir y mantener esas visiones. De esos polvos, en definitiva, vienen esos lodos.
En ocasiones este deseo no se despierta realmente, incluso aunque una se convierta de madre
Todo esto no implica que no se pueda ser madre o que no se deba querer ser madre, sino simplemente que la sociedad da por hecho como una suerte de verdad canónica algo que debe ser una opción personal. “Creo que hay gente que quiere ser madre y disfruta siendo madre, a pesar de las dificultades, y otras que no”, asegura Donath, poniendo (científicamente, se debe recordar) en entredicho la idea de que el ser madre esté dentro de todas las mujeres. “Existe la asunción de que un día u otro, una cuestión de tiempo, todas nosotras despertaremos al deseo de ser madres”, explica Donath, cuando eso no tiene que ocurrir.
“Considero que eso es una de las cosas importantes de este estudio: que no hay siempre final feliz y que en ocasiones este deseo no se despierta realmente, incluso aunque una se convierta de madre”, añade. “No es una cuestión de tiempo, es una cuestión de lo que funciona para nosotras y lo que queremos de nuestra vida”, indica. Y recuerda: “Somos diferentes. No entiendo cómo la sociedad nos puede tratar como algo completamente igual, cuando somos tan diferentes en tantos aspectos”.
La idea es, sin embargo, difícil de romper, incluso en esta era en la que “Facebook, Twitter y los blogs personales”, como explica la socióloga, han hecho que sea más fácil expresar estos sentimientos discordantes con el resto y el arrepentimiento ante la maternidad y “se está produciendo una ruptura entre lo que las madres están diciendo y nuestra visión mitificada de la maternidad”. “Pero, aunque se cuente mucho y por mucho que se lea sobre estas dificultades y problemas, la gente se seguirá aferrando a esta imagen mítica de la maternidad de que es como una especie de reino sagrado, de que es intocable, incluso aunque más mujeres que nunca están hablando sobre ello”, comenta.
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Autor >
Raquel C. Pico
Periodista, especializada en tecnología por casualidad, y en literatura por pasión.
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