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A principios de este siglo se estaba produciendo un cambio demográfico, aunque pocos eran los que se estaban dando cuenta de ello. La cifra de matrimonios se estaba desplomando y la cifra de mujeres solteras era más elevada que en las últimas décadas y posiblemente más que nunca. Según cifras del Departamento de Trabajo de Estados Unidos, el 50,2% de la población de ese país estaba en 2014 soltera. Fueron cifras como estas las que llamaron, sin embargo, la atención de una mujer, Kate Bolick (Boston, 1972), periodista estadounidense que estaba en ese momento de la vida en el que uno se plantea qué es lo que quiere y lo que espera de la misma y que en aquel momento quería simplemente estar soltera. Bolick vio en el cambio demográfico algo más y sobre todo algo mucho más complejo.
Que la mitad de la población de Estados Unidos estuviese soltera no era simplemente una curiosidad sino un cambio estructural, y uno con un significado muy importante en lo que toca a la vida de las mujeres y a su historia. La periodista tomó como punto de partida el dato para analizar por qué las mujeres estadounidenses estaban escogiendo en masa quedarse solteras y convirtió las conclusiones de su análisis en un artículo que publicó en 2011 la revista The Atlantic. La pieza se convirtió en viral y en polémica (quizás porque se presentó de una manera que acentuaba más ciertas aristas que otras, como explica ahora la autora) y sirvió como pistoletazo de salida para un libro, mucho más reposado y con un fondo que invita a la reflexión, que acaba de llegar a España, Solterona (Malpaso, 2016).
El trabajo de Bolick está siendo presentado como uno de los textos del llamado nuevo feminismo, como pueden ser algunas obras de otras autoras anglosajonas que han protagonizado la conversación en los últimos años como Roxane Gay o Caitlin Moran. “No me veo como una nueva feminista”, apunta, sin embargo, la autora, en conversación por Skype desde Nueva York, y señala que el libro es más bien un análisis sobre un cambio demográfico y lo que implica. Y lo cierto es que, aunque el libro parte de las cifras estadounidenses, la cuestión que subyace en el texto tiene un calado mucho más amplio. Las mujeres se están quedando solteras cada vez más y cada vez de forma más habitual de forma más generalizada en las sociedades del llamado mundo occidental y lo están haciendo, y ahí está la clave, porque les da la gana.
En España, de las mujeres nacidas en los años 50 solo el 5% decidía quedarse soltera, apuntan los expertos
No hay más que tomar el caso de España para verlo. De las mujeres nacidas en los años 50 solo el 5% decidía quedarse soltera, como apuntan los expertos. Con las nacidas en la década siguiente ya se nota el cambio y si se miran los datos del INE de los últimos años se puede ver como la opción por la soltería va en aumento y es cada vez más habitual. Una ya no tiene que casarse y no tiene que obsesionarse con encontrar a la pareja perfecta o asumir que se va a quedar para vestir santos. Podría parecer un cliché digno de alguna protagonista de una película buenrollista, pero lo cierto es que es un cambio sociológico absolutamente revolucionario y uno que está modificando por completo el perfil de cómo se construye el grupo social.
“Por primera vez en la historia nos encontramos con más mujeres que nunca que no están casadas”, indica la autora. “Más de la mitad de la población no está casada, lo que es el resultado del trabajo de la segunda oleada de feminismo, que dio a las mujeres de mi generación oportunidades”, reconoce. Las feministas de los 70 lucharon por conseguir para las mujeres del futuro muchas “oportunidades que ellas no tuvieron” y que ahora se han convertido en el elemento que motiva el cambio demográfico. “Como resultado de todos estos cambios y progreso, el matrimonio también está cambiando”, señala. Ser una solterona (la escritora ha decidido recuperar y reivindicar la tan denostada palabra) ahora está bien y es una posibilidad más que escoger como opción de vida.
“Históricamente, el matrimonio fue para las mujeres una necesidad”, indica Bolick cuando se le pregunta por cómo ha evolucionado la idea de la soltería a lo largo de la historia. “Lo necesitaban para lograr una posición social y una seguridad económica. Cuando las mujeres son capaces de lograr ellas mismas esa seguridad económica, el matrimonio se convierte en una opción más que en una necesidad”, añade.
Casarse porque lo impone la economía
Uno de los puntos que demuestra Bolick en su libro es que la soltería femenina y el ser una solterona no han sido siempre vistos de la misma manera. Cierto es que ahora la sociedad se está enfrentando a un momento mucho más, por así decirlo, masivo que nunca: hoy hay más personas solteras de las que nunca hubo y lo hay además porque se elige activamente hacerlo (y con un punto de vista positivo) y no porque simplemente no quede más remedio (como ocurría históricamente tras las guerras), pero lo cierto es que la idea de la solterona no ha sido siempre fija y no ha tenido siempre las mismas connotaciones. La solterona, y el cómo ha sido vista con el paso del tiempo, ha evolucionado al compás de las necesidades económicas.
“Observé que cuando se necesitaba económicamente a las solteronas estas eran bien vistas. Ahora mismo estamos en un momento en el que la economía ama a las mujeres gracias a la era digital y a la economía global, en la que muchos puestos de trabajo están siendo ocupados por mujeres”, señala. Las solteras también tuvieron sus momentos de boom cuando eran necesitadas como mano de obra en las fábricas victorianas o como chicas de comercio en la belle époque (cuando se creó toda una red de espacios de vida protagonizados por mujeres solteras en las grandes ciudades).
Las solteras se convirtieron, sin embargo, otra vez en trágicas solteronas cuando se necesitó hacer un nuevo hueco para los hombres en el mercado laboral, como fue el caso de los años posteriores a las guerras mundiales. No es por ello sorprendente que los años tras la II Guerra Mundial fuesen los que vivieron un mayor crecimiento de matrimonios y nacimientos en Estados Unidos (y un mayor ostracismo de la mujer soltera). En esos momentos, a la mujer se la solía empujar de vuelta al hogar y fuera de la esfera pública, incluso cuando las exigencias a las que se las sometía implicaban de serie ciertos problemas.
A medida que haya más mujeres autoras irán contando diferentes historias que no terminan con la boda perfecta
Tras la I Guerra Mundial, en el Reino Unido, que había perdido a 750.000 hombres en el frente de batalla, las solteras eran las pobres mujeres del excedente y fueron sometidas a una gran presión para encontrar marido (los medios tenían alarmistas titulares señalando que unos 2 millones de mujeres jamás lo lograrían) y emocional por no ser capaces de triunfar en esa búsqueda (hay un ensayo sobre estas mujeres, Ellas solas, de Virginia Nicholson, y hasta un best-seller, Novias de repuesto, de Adele Parks, que consiguen captar esa atmósfera).
A todo esto hay que sumar que la decisión de quedarse o no soltera no solo estaba marcada por lo económico sino también por lo social, por lo que las propias mujeres aprendían y vivían. “A finales del siglo XIX vemos un florecimiento de algo que no era muy diferente a lo que vemos ahora. Las mujeres empezaron a entrar en las universidades y en la fuerza laboral en cantidades sin precedentes. Como tenían estas oportunidades para expandir sus propias vidas, se empezó a crear un debate sobre si casarse o no. Existían mujeres que escogían no casarse o retrasar el matrimonio. Esto ocurre cada vez que las mujeres logran mejoras económicas: permanecen alejadas del matrimonio”, señala Bolick.
La autora indica otro curioso ejemplo de un momento histórico en el que algunas mujeres optaban abiertamente por quedarse solteras. “Los historiadores hablan de cómo en los años 30 del siglo XIX hubo lo que llaman el culto de la sagrada soltería, mujeres que decían que no querían casarse”, recuerda. “Louisa May Alcott, la famosa novelista y autora de Mujercitas, decía que no quería ser la criada de ningún hombre, y es que eso es lo que el matrimonio era en aquel período”.
Cambiará (más) la sociedad y cambiarán los productos de consumo
A finales del siglo XIX, Neith Boyce, que se había ganado su independencia económica y el dejar la casa de sus padres gracias a su trabajo como periodista, analizaba cómo era la vida de soltera y cómo sacarle el mejor partido. Boyce es una de las cinco escritoras que Bolick usó como faro para escribir Solterona y para no solo analizar qué significa ser una mujer soltera hoy en día sino también lo que ha significado a lo largo de los últimos siglos. Las reflexiones de Boyce eran, por cierto, material para sus columnas, columnas que publicaba en Vogue y que llegaban, por tanto, a muchísimas otras mujeres solteras. En el Nueva York en el que se movía y escribía Boyce muchas eran las mujeres que vivían, marcaban cómo era la sociedad y consumían (y por ello cada vez había más productos, más ideas y más elementos destinados a la mujer soltera). La columnista victoriana estaba dando voz a la ‘nueva mujer’.
¿Se verá este crecimiento de las mujeres solteras en el futuro en la cultura de masas? ¿Se pasará de películas, series y libros dominados por un final feliz en el que una siempre tiene que encontrar a su media naranja a cada vez más historias en las que ser soltera es una elección digna de final feliz? “Sí, creo que cambiará”, señala Bolick. “Todas estas mujeres que están viviendo estas vidas solas querrán verse reflejadas en las películas y en la televisión. Y además se ha potenciado el tener muchas más mujeres directoras, haciendo a las mujeres más visibles en los medios de masas. A medida que las mujeres cuentan más y más historias irán contando diferentes tipos de historias que no terminan con la boda perfecta”, añade.
Estamos saliendo y entrando de las relaciones, en lugar del viejo modelo de atarse para siempre. Es más fácil que las relaciones sean fluidas
Pero lo cierto es que el cambio no será únicamente cosmético e irá mucho más allá de simplemente ver aparecer en los supermercados más productos en ración individual y en los cines muchas más películas como la italiana Viajo sola, en la que la protagonista opta al final por seguir sola y es feliz con ello. Escuchando a Bolick se puede comprender que la magnitud de lo que el cambio demográfico implica es mucho más amplia que el simplemente que más mujeres estén decidiendo quedarse solteras. Lo que este nuevo boom de las solteronas implica es que ahora hay muchas más posibilidades, muchas más opciones y que, al final, la sociedad se está encaminando hacia algo completamente diferente en las dinámicas de las relaciones.
“Este cambio demográfico trata sobre las mujeres, cuando son capaces de escoger autonomía e independencia”, recuerda la autora. “Y me gustaría dejar claro que no es solo sobre tener opciones, es también sobre hacer esas opciones más posibles”, destaca. “No todo el mundo tiene que escoger estar solo”, recuerda, lo que el cambio demográfico implica es que ahora se puede elegir qué se quiere hacer con la vida o que se está simplemente “retrasando más y más el matrimonio”. Las mismas relaciones de pareja son distintas a como antes eran, las familias empiezan a ser cada vez más diferentes a lo que eran en el pasado. “Estamos saliendo y entrando de las relaciones, en lugar del viejo modelo de atarse para siempre”, indica, “es más fácil que las relaciones sean fluidas”.
A principios de este siglo se estaba produciendo un cambio demográfico, aunque pocos eran los que se estaban dando cuenta de ello. La cifra de matrimonios se estaba desplomando y la cifra de mujeres solteras era más elevada que en las últimas décadas y posiblemente más que nunca. Según cifras del...
Autor >
Raquel C. Pico
Periodista, especializada en tecnología por casualidad, y en literatura por pasión.
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