MIGUEL PASQUAU LIAÑO / AUTOR DE ‘CASA LUNA’
“Me encanta el juego, lo reconozco. Lo paso bien”
Vanesa Jiménez 28/12/2016
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
_____________
En enero CTXT deja el saloncito. Necesitamos ayuda para convertir un local en una redacción. Si nos echas una mano grabamos tu nombre en la primera piedra. Del vídeo se encarga Esperanza.
Donación libre:
______________
Esos veranos del sur de tardes eternas los ha gastado Miguel Pasquau Liaño (Úbeda, Jaén, 1959) en escribir. Tres novelas en 15 años nacidas con paciencia. Una cada lustro, que han ido creciendo y cambiando como lo hacía su autor. “Nadie estaba esperándome. Y eso ha sido fundamental”. Todas se han publicado en los últimos tres años. La última, Casa Luna, editada con cuidado por Ediciones Miguel Sánchez, está ahora en las librerías. “Un lujo”.
Pasquau enseña Derecho Civil en la Universidad de Granada —la ciudad en la que vive— y es magistrado de la Sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Allí se encarga fundamentalmente de la instrucción y enjuiciamiento de causas penales contra aforados (jueces, diputados autonómicos y consejeros) y de las apelaciones de los juicios que se celebran con jurado. Cuando el calor más aprieta el juez escribe literatura, muy cerca de la Sierra de Cazorla, donde está y transcurre Casa Luna. El resto del año firma artículos de opinión en varios medios; muchos de ellos en CTXT.
La novela es una historia de mentira, y de ficción. Una mentira envuelta en una ficción. Es además un desafío, en el que la ficción podría ser simplemente el reflejo de una realidad, como ocurre con los espejismos. Y esto es lo que más preocupa al autor, haber construido un relato que de tan posible termine siendo probable. “Me interesa la verosimilitud de lo que Marcos Fortuño —su protagonista— finalmente decide desvelar. Él tiene en su mano hacerlo o no hacerlo. Y lo hace. Se arriesga”. A Pasquau también le importa el disfrute. “Eso es la literatura. Tu primera obligación es pasarlo bien mientras escribes, porque si no el lector no disfruta. Me encanta el juego, lo reconozco, lo paso bien”.
Verán, esta entrevista tendría que ser dos distintas. Una, para los que no hayan leído la novela, y otra, para los que sí. Una, para los que ya conozcan el secreto de Marcos Fortuño, quizá el mejor novelista contemporáneo en lengua española, además de intelectual influyente por sus artículos en la prensa, y otra para los que no. La resolución del misterio la encontrarán en las páginas de Casa Luna. Aquí intentaremos acercarnos todo lo que podamos. “De lo contrario, este libro no sería una novela, sino una noticia”.
Lo que ahora está ocurriendo con los medios de comunicación no pasa de pronto. Las causas están más atrás
Casa Luna es una historia de 30 años contada en apenas 20 días: la de Fortuño, al que Pasquau cede la voz de la primera persona. Autor y protagonista nacen de la mano, lo que permite adivinar el paralelismo. “En su origen, antes de que le propusieran el pacto que cambiaría su vida, sí se parece a mí. O yo me parezco a él, no lo sé. Es un tipo que está en la universidad, al que le gusta escribir, que lleva una vida un poco dispersa. De hecho, la primera novela que escribe Fortuño, sin éxito, la escribí yo con otro título. A partir del momento en que la editorial le propone ese pacto se distancia por completo de mí”.
El autor sitúa el relato en el lugar de sus estíos, una finca entre olivos cerca de Cazorla a la que se llevó la Casa Luna original. “Hay una finca con ese nombre, que está destruida. Tiene tres encinas y una casa en ruinas, pero me encantó el nombre y se lo puse a la finca en la que yo paso buena parte del verano”. Pasquau explica que quiso colocar a Fortuño en sus espacios, en uno en el que su protagonista pudiera seguir viviendo mientras escribía su confesión. “Creo que una novela no funciona si no tiene un ambiente, un universo. Lo quise situar en un lugar para mí familiar, en el que me pudiera desenvolver bien. El escenario interactúa claramente con lo que se está contando, de una manera deliberada”. “El personaje de Amalia —continúa Pasquau— representa ese escenario y ese ambiente. Hay un juego con esta mujer que a Fortuño le resulta muy útil para que le sigan pasando cosas y para avanzar en su narración. Amalia existe, comparte ese verano con Marcos Fortuño, pero el escritor necesita también inventársela”.
Durante la conversación, el escritor alude a la fuente Q para “intentar explicar cómo en esta novela se juega con dos cosas que son muy distintas”. “Una es la mentira y otra es la ficción. La mentira es algo que no es verdad, lo que se cuenta no sucede. Y en esa mentira es en la que Marcos Fortuño estuvo viviendo más de 20 años. Atormentado porque era consciente de lo falso”. “Cuando descubre que no todo era una mentira —prosigue Pasquau—, que hay algo superior con lo que no contaba, llega la ficción. Él acaba viéndose por fin como una pieza de una ficción de la que no es culpable. Ahí es cuando se decide a confesar. Si siguiese en la mentira no se habría atrevido a contarlo. Cuando descubre algo que lo envuelve, algo que estuvo ahí desde el principio sin que él pudiera sospecharlo, algo muy grande que cambia el sentido de su vida y le permite comprenderse, entonces es cuando ya no puede guardárselo y decide revelarlo, pese a ser consciente de que ello supondrá una especie de inmolación”.
Hay un momento de la historia, de su historia, en la que el protagonista sentencia: “Me llamo Marcos Fortuño, pero Marcos Fortuño son otros. Yo solo muevo los labios”. Esos otros, ese doble, evoca la idea del doppelgänger y con ella a Poe, Cortázar o Dostoievski. “También le recordará a una maravillosa canción de Radio Futura, que se llama Historia de playback [No digas una palabra más / No me fío de ti, ya oí / Eso en algún / lugar y no / Te lo has aprendido bien / Alguien dicta en la sombra y tú / Sólo mueves los labios]. “Esa frase viene de esa magnífica canción. Del disco ‘De un país en llamas’, de Radio Futura. Auserón es un filósofo de la música”.
La llamada posverdad
Aún en el terreno de la mentira, Pasquau convierte a Fortuño en un opinador muy influyente en la prensa. “Es otra vertiente de la novela o del personaje. Sin él decidirlo, se ve involucrado en una especie de operación mediática y política, en Madrid, en los años del declive del felipismo y la llegada de la nueva derecha del Partido Popular de Aznar, hasta Zapatero. Esa vertiente es menos literaria, es controvertida, Fortuño acaba implicado en ese mundo y cuando mira hacia atrás tampoco le gusta”.
“Hay algo de denuncia sobre el periodismo actual —continúa el autor—. Mi protagonista se relaciona con personajes del mundo del periodismo, cena con Aznar, con Álvarez Cascos, se encuentra con Cebrián y con Pedro J. Ramírez. Supongo que lo que ahora está ocurriendo con los medios de comunicación no pasa de pronto. Las causas están más atrás. La razón última se explica en una escena en la que Rafael Villalba, presidente del grupo editorial, le propone a Fortuño pasar al mundo de la opinión. Lo que le interesa es hacer caja. En ese hacer caja está la causa más profunda de todo esto”.
Preguntado por la posverdad latente en la novela, Pasquau prefiere no opinar, “no me siento seguro con el término”. “Si es sin más una mentira descarada que es vendida como verdad no me interesa. Lo que me interesa más desde el punto de vista literario es la capacidad que tenemos de reinterpretar una cosa que hemos entendido de una manera, una realidad, una vivencia, con un trazo nuevo que le da una dimensión totalmente distinta”.
“Yo no me atrevo a llamar a eso posverdad —añade—, pero ese juego de distintas dimensiones, que por otra parte es un juego clarísimamente borgiano, los círculos concéntricos de la verdad. Me encanta”. “A veces es bueno ser los otros —en referencia a la película del mismo nombre dirigida por Amenábar— porque eso nos salva de la reducción a una mera asignación aparente. Yo soy este, y soy así. Cuando mis hermanos mayores querían asustarme, apagaban la luz, la encendían, se ponían serios y me decían: no somos nosotros. Yo me moría de miedo”.
Cuando mis hermanos mayores querían asustarme, apagaban la luz, la encendían, se ponían serios y me decían: no somos nosotros
Hablamos ahora de la fabricación de la literatura, asunto transversal en Casa Luna. “Tiene que ver con un archivo descomunal que aparece en la novela, y con un programa de software que cambia el concepto de autoría, un gran archivo de intimidad puesta al servicio de escritores y de casas comerciales”. “El solo hecho de conocer el almacenamiento de conversaciones telefónicas y de tráfico de redes sociales --ahora habla el magistrado-- es un instrumento maravilloso para la investigación del delito, pero el sistema en sí genera alguna preocupación. Como juez, cuando tienes ocasión de acceder a las comunicaciones privadas de un investigado, te das cuenta de lo agresivo que resulta para él y de los peligros de su abuso, de ahí que deba usarse con muchas reservas y muchas garantías. Como ciudadano tienes dos opciones: o cierras la ventana para que no te vean y vives a oscuras, o te despreocupas”.
Acabamos la charla en el punto en el que la empezamos, en todo aquello que ninguno de los dos hemos podido decir. “Lo que más me gustaría destacar es justo aquello de lo que no puedo hablar en esta entrevista. Lo que pretendo es que se crean lo que cuento en la novela, la verosimilitud, que no parezca una ocurrencia. Quizás lo que se cuenta es verdad. Quizás La isla del tesoro de Stevenson no es una novela más, sino el plano de un tesoro que está enterrado en algún sitio que aún no hemos sabido encontrar. Quizás lo que creemos inventar sólo lo estamos recordando”.
Entre el juego, la mentira y la ficción aparece la realidad en las palabras de una de las hijas de Miguel Pasquau. “A las cinco les he dicho a mis hijos: si llaman por teléfono, no me deis la lata, que van a hacerme una entrevista. Hace un rato, una de ellas me ha preguntado qué tal había ido. Le he dicho que todavía no me habían llamado —mea culpa de la entrevistadora— y va ella y responde: ¡Pringao!”.
_____________
En enero CTXT deja el saloncito. Necesitamos ayuda para convertir un local en una redacción. Si nos echas una mano grabamos tu nombre en la primera piedra. Del vídeo se encarga Esperanza.
Autor >
Vanesa Jiménez
Periodista desde hace casi 25 años, cinturón negro de Tan-Gue (arte marcial gaditano) y experta en bricolajes varios. Es directora adjunta de CTXT. Antes, en El Mundo, El País y lainformacion.com.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí