Crónica Judicial / Gürtel
Bárcenas, el martirio de tener 48 millones
El extesorero explicó que su saldo en Suiza, en principio, era de ocho millones de euros, más diez que abonó de sus cosillas. Los 30 millones restantes derivaron de su habilidad al gestionar y especular con su cartera
Esteban Ordóñez San Fernando de Henares , 18/01/2017
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Frío. Bárcenas tenía frío, y no por la ola polar que afeita orejas a las puertas de la Audiencia, tenía frío porque vive estigmatizado, y el estigma, ya se sabe, te deja la marca, pero te desnuda de todo lo demás. Don Luis lo dijo al final de su declaración: “Se me estigmatizó como el hombre de los 48 millones”, penó. Explicó que su saldo en Suiza, en principio, era de ocho millones de euros, más diez que abonó de sus cosillas. Los 30 millones restantes derivaron de su habilidad al gestionar y especular con su cartera.
El día anterior, la fiscala lo acribilló, pero este miércoles era su jornada de defensa, su momento, y se frotó las manos. Como buen hedonista europeo, iba a permitirse ciertos placeres; se explayó en su pedantería. Paladeó palabras llenas de buqué, sazonó su discurso con adjetivos bien regados de prefijos y sufijos, lo escabechó de adverbios y, en un exceso (todos tenemos caprichos), lo trufó con alguna incursión en alemán y en inglés: “modestamente”, eso sí.
El extesorero del Partido Popular confesó que Ángel Acebes había autorizado que se usara dinero de la caja b para comprar acciones de Libertad Digital
Concepción Sabadell lo observó en ciertos momentos con una sonrisa irónica y un cabeceo anonadado; principalmente, cuando el acusado se metió en una orgía de cifras y porcentajes para justificar su fortuna y mostró una serie de documentos tangenciales y anecdóticos, como un apunte de un banco suizo en el que se señalaba que los fondos, según el cliente, procedían de la venta de un cuadro, sin más pruebas. Sin embargo, toda la orfebrería de su declaración no incluyó la respuesta a una de las dudas que planteó el abogado del Estado a primera hora. ¿Cobraba por asesorar? ¿En qué asesoraba exactamente? La derecha ibérica fabrica como ninguna esa raza de yupis que los Pujol llamaron “dinamizadores de negocios”.
La mitad de las respuestas que el extesorero ofreció al tribunal ya se habían tratado en el interrogatorio del Ministerio Público. Hurtado se lo olía y metió prisa en los primeros minutos. Fue un día plomizo, y eso que en un ataque loquísimo de verborragia que la prensa a malas penas pudo cazar y entrecomillar confesó que Ángel Acebes había autorizado que se usara dinero de la caja b para comprar acciones de Libertad Digital. Ocurrió a finales de 2004. Poco después, la cabecera se tiró al monte para defender la teoría de la conspiración del 11-M. El exsecretario general del PP fue imputado y desimputado por ese asunto.
El señor L./ L.B/ Luis el Cabrón reincidió. Volvió a puntualizar que su mujer sólo firmaba donde le pedía y que él se responsabilizaba de la gestión de las cuentas y de la economía del matrimonio: esta defensa tan cerrada se calificaría como algo heroico-conyugal, si no fuera porque, unos cuantos metros atrás, aguardaba ella en el banquillo de los procesados, dudando de si, al final, le encasquetarán los 24 años de prisión que le pide la Fiscalía por ir por ahí rubricando papeles sin preguntar.
El declarante salió otra vez de banderillero de Jesús Sepúlveda y aseveró que las decisiones de adjudicar actos electorales se tomaban de manera “colegiada”, insinuando que, por lo tanto, la responsabilidad ante cualquier mangoneo no correspondía sólo al exalcalde de Pozuelo, sino a otras 18 personas. Volvió, también, a demostrar su pedigrí y desautorizó las declaraciones de Correa contra ACS y OHL. “El señor Villar Mir no necesitaba acudir a nadie, tenía y tiene relaciones del más alto nivel que le permiten contactar con quien quiera”. Para negar su presunta labor mediadora entre estas empresas y otras autoridades, alegó un problema de caché: “Se hubiesen reído de mí… ¿El gerente llama para presionar sobre algo? No me hubieran cogido el teléfono”. Acto seguido, destacó que Álvaro Lapuerta, entonces tesorero, había mantenido una buena amistad con Villar Mir. Lapuerta era jefe de Bárcenas: los subalternos no sólo reciben órdenes, también disfrutan de los contactos del jefe. El acusado se arriesgó. Al menos aparentemente, en este punto, dejó la excusa demasiado cerca de la prueba.
La presencia del cabecilla, Francisco Correa, ha permanecido disipada durante tres jornadas. La mañana del miércoles, a hora muy temprana, se le vio despotricar contra Bárcenas por el vestíbulo. Pero pocos lo vieron y siguió invisible.
Comparar a los dos personajes ayuda a componer una idea de las tensiones que colisionan bajo este caso. Servirá una metáfora culinaria: si don Luis fuera caviar ruso, Correa sería un tarro de huevas de mújol. Uno es el símbolo y el otro, la aspiración. Uno, la suficiencia gentil; el otro, la tentativa rabiosa. Bárcenas posee una naturaleza para el lujo, lo consume con normalidad, no duda de que lo merece ni se siente tentado de caer en extravagancias. Correa, en cambio, trabajó como botones desde los 13 años, ha ascendido a zarpazos y, en consecuencia, sus sofisticaciones y sus actos esconden átomos de rebeldía. A Chéjov le fascinaría y, probablemente, le causaría piedad.
Al final de la sesión, el exgerente del PP cerró sus carpetas de documentos con la cara contenta. El interrogatorio era un éxito propio, él lo había dirigido: se había autopreguntado y había corregido varias veces a su abogado, incluso levantándose en un receso y dándole indicaciones mientras miraba sus papeles. Sin embargo, la cosa se torció. Hurtado anticipó que el viernes habría vista. El acusado se inquietó y preguntó si por la tarde también. El juez dijo que se iría viendo.
Quizás, don Luis, el sherpa, (famoso por ir al Everest, como se cuidó de recalcar) había pensado en irse a esquiar de cara al fin de semana y por eso le alarmaba la posibilidad de verse obligado a permanecer en la bancada del fondo el viernes por la tarde. Estigmatizado por sus 48 millones y encerrado en la Audiencia Nacional con lo sustanciosa que está cayendo la nieve en la montaña. Este hombre sufre como un refugiado, es mártir del sistema.
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Esteban Ordóñez
Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
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