Jaume Claret escribió este libro desde la objetividad narrativa y sin el propósito de introducir interferencias o lagunas calculadas. Si alguien busca una breve narración panorámica sobre qué fueron las Brigadas Internacionales, sobre quiénes las formaron, cómo y dónde se adiestraron, y de dónde procedían y qué pensaban, este es el libro ideal: no confunde información con sequedad, ni expresividad con manipulación. 

El libro de Jaume Claret no confunde información con sequedad, ni expresividad con manipulación 

Uno de los principales temas abordados por Claret es la necesidad de historiar más allá de la memoria histórica y sus imprecisiones. Sin idealismos, sin deformaciones ideológicas. Lo expresan con toda claridad en el prólogo Antonio Selva y Juan Sisinio Pérez Garzón, codirectores del Centro de Estudios y Documentación de las Brigadas Internacionales: “Era necesario un libro que sintetizara de un modo claro y con rigor histórico tanto el hecho como el significado de la movilización y organización de las Brigadas Internacionales”. Y remachan: “Si toda sociedad necesita memoria, también es cierto que la historia, como ciencia crítica, explica los hechos sin esas mixtificaciones o sesgos que con frecuencia se constatan en los actos de conmemoración”. 

Uno de los principales enigmas consistía en fijar la cantidad total de efectivos brigadistas que combatieron en España. Según los mejores estudios, el autor concluye que no debieron superar los 36.000.  Andreu Castells aportaba la cifra de 59.380 voluntarios. Posteriormente, se revisó a la baja la cifra y se fue viendo que la cantidad justa se acercaría más bien a los 40.000. Gracias al historiador francés Rémi Skoutelsky, que pudo acceder a fuentes soviéticas y archivos de la Komintern, se sabe que los efectivos no superaron nunca los 36.000 (págs.35-36). Otra cuestión es la cantidad concreta de voluntarios que combatían simultáneamente, puesto que las estancias eran breves y los relevos, muy frecuentes. La cima parece que se produjo en diciembre de 1937, con 20.000 brigadistas combatiendo a la vez. Claret propone la cifra media de 15.000 como cantidad estimada más o menos estable. Las bajas fueron dramáticamente altas: se baraja la cifra de 10.000 muertes. Esto es debido a que, generalmente, los agrupamientos de brigadistas acudían al frente como tropas de choque.

Unos 2.659 franceses murieron entre las filas voluntarias; 1.053 caídos eran de nacionalidad alemana; 556 procedían del Reino Unido

Lo que mejor se conoce son las cifras de bajas. Unos 2.659 franceses murieron entre las filas voluntarias; 1.053 caídos eran de nacionalidad alemana; 556 procedían del Reino Unido; 525, de Yugoslavia; 519, de EUA, y 492 eran belgas. El autor tiene especial empeño es mostrar dónde combatieron, cómo y por qué todos estos efectivos humanos acudieron a la llamada y cuáles eran sus ideales. Claret atiende también al legado cultural e ideológico que aquellos combatientes dejaron tras su regreso, en sus lugares de origen. Pues, lógicamente, se convirtieron en ideólogos incómodos y en referentes para los círculos inquietos y contestatarios del escenario posbélico. Aunque el libro no ahonda en este tema: se centra en los años de guerra civil, sin bucear excesivamente en el destino de los brigadistas y su legado posterior a 1939.  Busca, sí, ponerles cara y voz a aquellos luchadores, más allá de consideraciones demasiado generalistas.

Precisamente esta divulgación de quiénes fueron esos brigadistas constituye el núcleo de interés. En la Centuria Tom Mann, integrada en el Batallón Thälmann, combatió Nat Cohen (1905-1988), futuro cineasta, productor de Ken Loach, Alan Parker o John Schlesinger. En la XV Brigada Internacional, el comunista británico Tom Wintringham (1898-1949), amigo de Ernest Hemingway e historiador. Jock Cunningham (1902-1969) lo sustituyó al mando de su brigada. El novelista Ralph Fox (1900-1936) fue otro comunista británico incorporado a la XVI Brigada. No fue el único escritor británico: John Cornford (1915-1936), Clive Branson (1907-1944), Christopher Caudwell (1907-1937) o Humphrey Slater (1906-1958) también fueron literatos. Entre los irlandeses destacan el poeta Charles Donnelly (1914-1937); Peadar O’Donnell (1893-1986), quien se hallaba en Barcelona cuando estalló la guerra, y tenía que haber participado en las Olimpiadas Populares; o el exmilitante del ala izquierda del IRA Frank Ryan (1902-1944). Entre los norteamericanos encontramos al economista Robert Hale Merriman (1908-1938), al sindicalista Oliver Law (1900-1937), o al activista judío Milton Wolff (1915-2008), quien durante la Segunda Guerra Mundial desempeñaría tareas de contraespionaje. Una sección especialmente valiosa explora el voluntariado procedente de los países del Este, mucho menos conocido y no por ello menos importante (Bulgaria llegó a aportar ella sola un total de 735 voluntarios). Con todos estos datos, el lector puede luego rastrear a todos estos escritores e ideólogos. Como puede observarse, las vidas de muchos de ellos terminaron en 1936, 1937 o 1938.

Claret, que organiza sus retratos de personalidades agrupados por nacionalidades, nos recuerda que George Orwell (que en realidad se llamaba Eric Arthur Blair) no fue brigadista pese a actuar como soldado voluntario. El autor deja hablar al coro, y a la vez reconstruye oportunamente el contexto mundial. Como botón de muestra, este párrafo en el que se describe, con total claridad, el papel de Stalin en todo ello: “Con la expansión del fascismo por Europa y la consolidación de Stalin en el poder, la Internacional Comunista apoyó una reorientación ideológica para vertebrar amplias alianzas de izquierdas que frenasen la extrema derecha en Europa. Estos frentes populares, triunfantes en Francia y España, tenían como objetivo último proteger la Unión Soviética, impidiendo acuerdos entre las democracias occidentales y los fascismos ascendentes. En último lugar, Stalin buscaba convertirse en un aliado fiable, aunque fuese a costa de limitar la revolución comunista a su propio país, pero a cambio podría participar en cualquier iniciativa antifascista que ampliara su influencia internacional” (p.25). Puede concluirse que la Internacional, es decir, el bolchevismo, canalizó y movilizó a los brigadistas, pero no por ello monopolizó unánimemente las ideologías de aquellos combatientes. Hubo antifascistas a secas, socialdemócratas y anarquistas entre aquellas tropas.

El autor nos recuerda que George Orwell (que en realidad se llamaba Eric Arthur Blair) no fue brigadista pese a actuar como soldado voluntario

Esta es la mayor virtud del libro: su objetividad, su limpieza de objetivos, una pulcritud documental total. Es fundamental que los estudios sobre la Guerra Civil se desideologicen, para poder entender realmente qué sucedió. Aunque, claro está, la objetividad absoluta resulta imposible. Se nota que el historiador se siente fascinado por los hechos que relata: sin embargo, hay que destacar la distancia que sabe imponer entre sus preferencias y las pruebas documentales. Se puede aspirar a una objetividad máxima, a falta de un enfoque puro o lógico que, por otra parte, no permitiría animar un libro más allá de la acumulación de datos. Si desea profundizar en el tema de las Brigadas, el lector interesado puede acercarse a otro texto apasionante: La Guerra Civil Española, de Ludwig Renn, publicado por Fórcola en 2016, en traducción de Natalia Pérez-Galdós. Renn, nacido en Dresde en 1889, combatió en la Primera Guerra Mundial y luego actuó al frente de la XI Brigada Internacional participando activamente en todas las batallas anteriormente mencionadas. A partir de 1947, año en que logró regresar a Alemania, se centró en la escritura autobiográfica. Renn ya había alcanzado fama internacional en 1928 tras la publicación de Guerra, su relato sobre sus experiencias en las trincheras de la Gran Guerra. La Guerra Civil Española de Ludwig Renn, inestimable testimonio de un oficial brigadista, fue publicado por primera vez en 1956. Breve historia de las Brigadas Internacionales, de Jaume Claret, es una síntesis manejable y rigurosa. El texto de Renn, en cambio, es una ambiciosa crónica novelada, forma parte de las extensísimas posibilidades que existen en el campo de las fuentes primarias.