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El debate de Vistalegre 2 ha sacado a la luz un relato sobre la historia reciente de Podemos que los que estamos en la organización conocíamos por desgracia. Luis Alegre, en su retirada, es el que la ha contado con más detalle, pero también tenemos los testimonios de personas tan contrastadas como Carlos Fernández Liria y Santiago Alba Rico. Nos describen los tres una estrategia del entorno de la secretaría general en la línea de las peores tradiciones de la izquierda, sectarismo, depuraciones, intrigas, un cóctel que ha hecho al partido saltar por los aires. Como decía, a los que formamos parte de la organización no nos ha pillado por sorpresa.
Parece todo esto una deriva exclusiva del pablismo, de la que el sector anticapitalista se hubiera desmarcado por boca de su dirigente, Teresa Rodríguez, con apelaciones a abandonar los personalismos, centrarse en las políticas y sugerencias similares, representando un rol de “cascos azules” ante el choque de trenes que no está en absoluto avalado por la historia reciente. Llama la atención en todo este conflicto la desaparición de Podemos Andalucía, como si la dirección regional vinculada al colectivo anticapitalista convirtiera esta región en un verso suelto ajeno a las dinámicas del resto del Estado, o simplemente por el sistemático olvido de Andalucía tan frecuente en nuestro país y en Podemos. Pero nada de esto es así; de hecho, es todo lo contrario.
Llama la atención en este conflicto la desaparición de Podemos Andalucía, como si la dirección regional vinculada al colectivo anticapitalista convirtiera esta región en un verso suelto ajeno a las dinámicas del resto del Estado
La estrategia que describe Luis Alegre del nuevo entorno de Pablo Iglesias viene de lejos, se concreta en otoño de 2015, mediante un acuerdo entre dicho grupo y los anticapitalistas de Teresa Rodríguez para unir sus fuerzas y eliminar (que no vencer) al errejonismo, acabando con el acuerdo más o menos tácito que soportaba el tándem Iglesias-Errejón que, como se ha visto en posteriores consultas, agrupa no menos del 80% de apoyos de los inscritos. La nueva alianza tuvo su primera expresión pública con la campaña Carteros por el Cambio en la que, dirigidos por Rafael Mayoral, los candidatos de estas dos corrientes intervinieron en actos preelectorales apartando a los considerados seguidores de Errejón. Tras una breve tregua durante la campaña electoral y las elecciones del 20D, el nuevo acuerdo siguió operando y con él el acoso y derribo de todo lo que oliera a Iñigo, comenzando por él mismo, apartado de las negociaciones con el partido socialista, y siguiendo por su persona cercana, Sergio Pascual, destituido como secretario de Organización Territorial meses más tarde.
Con el acuerdo de las direcciones de Sevilla, más bien Cádiz, y Madrid, Andalucía se convirtió en el banco de pruebas de la nueva coalición de la mano del secretario de Organización, Jesús Rodríguez, y lo que ocurrió desde entonces no desmerece en nada el tenebroso relato de Alegre referido al Estado. Hay que tener en cuenta que Andalucía y Madrid tuvieron sus asambleas adelantadas por lo que fue preciso apretar el acelerador. Desde ese momento se intensificaron (siempre las hubo) las razias, la exclusión de órganos de trabajo como los equipos electorales de los compañeros acusados de errejonistas, campañas internas de desprestigio, la ignorancia y abandono de los consejos no controlados por el sector de Rodríguez, la gestión sectaria de los recursos, y el acoso a consejeros y secretarios generales, que fueron apartándose o tirando la toalla en un ambiente irrespirable. Con una estructura tan reciente y débil fue fácil, disponiendo de la gran mayoría de los recursos y el concurso de parte de los diputados, echar abajo literalmente la organización y moldear una nueva al gusto. El éxito de esta labor, la pasividad y divisiones en una oposición prácticamente inexistente, y contar con un liderazgo consolidado y eficaz explican el éxito electoral de la lista de Teresa Rodríguez en la asamblea. La purga funcionó.
Y éste sí que es un dato interesante. ¿Por qué no hemos tenido en Andalucía nuestro Luis Alegre o nuestro Alba Rico que levantaran la voz ante semejante destrozo? Nuestros diputados, auténtico espacio de poder ante la debilidad orgánica, tanto la propia de una estructura naciente como la provocada por los ataques a la misma, se dedicaron unos a ser los cruzados de la nueva causa, otros a sobreactuar y hacerse selfies mostrando indignación por la tiranía de Susana Díaz, los recortes sanitarios o cualquier motivo, a la vez que no movían un músculo cuando sus compañeros de bancada se dedicaban en sus ratos libres a echar abajo el trabajo de sus compañeros. Solo unos cuantos y cuantas mantuvieron el tipo y apoyaron a los damnificados, siempre dentro de un tono de discreción que quizás ahora se antoja equivocado. ¿Por qué una formación nueva y transformadora ha permitido aquí más que en otros lugares que la avasallaran sin siquiera dar batalla pública? Aquí dejo la pregunta para los analistas amantes de los hechos diferenciales.
Es claro que Podemos ha sido un vendaval que ha cimbreado la política española y que ha tenido sobre ella muchos efectos positivos, pero también lo es que para dar al país el servicio que necesita debe mejorar profundamente sus formas de convivencia, el respeto a las normas que a sí mismo se da, y la promoción de una cultura que valore la diversidad y el debate franco. Y que la ciudadanía tiene derecho a conocer lo que nos pasa, evitando incumplir esta obligación mediante apelaciones a la unidad o a una falsa responsabilidad.
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Autor > Ángel Ramírez TroyanoEs sociólogo del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA) del CSIC. Suscríbete a CTXT
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