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Durante los años de crisis se ha extendido la idea de que invertir en educación ha dejado de ser útil. Por ejemplo, a través de los medios se ha lanzado este mensaje con reportajes sobre universitarios que trabajan de camareros o se encargan de la limpieza en los hoteles. A estas historias hay que sumar aquellas otras sobre licenciados y doctores jóvenes que se ven forzados a marcharse fuera del país en busca de mejores oportunidades laborales. Estos puede llevar a pensar que estudiar en tiempos de crisis no sirve de mucho, y que el principal ascensor social, la educación, se ha estropeado.
Sin embargo, incluso en tiempos de recesión la educación sigue siendo un medio eficaz para mejorar la posición socioeconómica de las personas: aumenta las probabilidades de ascender a posiciones sociales altas; merma las de descender en la escala social; y reduce el riesgo de caer en el desempleo.
Esto no implica que ya no exista desigualdad de oportunidades educativas en función de la clase de la que se procede –un 63% de los hijos de profesionales o directivos lograron un título universitario frente a solo un 26% de los hijos de trabajadores–, ni tampoco que las perspectivas de ascenso social se hayan desvinculado del origen social. Pero la educación sigue siendo el camino más seguro para salvar con este tipo de obstáculos y problemas.
La educación permite además, con una importante eficacia, esquivar el descenso en las posiciones sociales a las de la familia de origen. Por el contrario, la falta de educación potencia los efectos de la clase de origen en el descenso social.
En términos laborales, el desempleo no se distribuye por igual entre los distintos niveles de formación. Según datos del INE, a mayor nivel educativo, menor la probabilidad de caer en el desempleo; y, viceversa, a menor titulación, mayor propensión a quedar en paro. Sin embargo, aunque las tasas de desempleo más altas se dan entre los españoles de bajo nivel educativo, actualmente es preocupante la desocupación de los muy educados, que multiplica por dos la de los países de la OCDE y la UE.
Aunque los datos anteriores de desempleo muestran que el paro ha aumentado en aquellos que poseen título académico, esto no se debe a la excesiva preparación, si no que es consecuencia de la situación de un país cuyo mercado de trabajo es incapaz de satisfacer las aspiraciones de un elevado número de personas. Ante esta coyuntura, todo parece indicar que conseguir un nivel educativo alto es sin duda una de las mejores salvaguardas contra el desempleo; y lo es con independencia del sexo, la edad y la fase del ciclo económico.
El cambio ocupacional en España va encaminado a contribuir al crecimiento del número de profesionales, directivos y técnicos superiores, que únicamente pueden acceder con título universitario, en detrimento de los empleos que exigen menos requisitos formativos. Por lo tanto, si la situación continúa avanzando como hasta ahora –donde cada vez más se requieren profesionales con títulos académicos– el futuro de la educación como palanca para el ascenso social está asegurado.
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Este artículo ha sido elaborado a partir de lo expuesto en el texto El ascensor social, de Miguel Requena, catedrático de Sociología en la UNED, publicado en el Observatorio Social de “la Caixa”.