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Ay, ese Manolo Escobar y ese desparpajo cantándole a la novia que le gustaba enterita aunque menos si se ponía minifalda para los toros. Este país ha cambiado tanto que tengo la sensación de que hablar del cantante almeriense (buen tipo, por cierto) a algunos de mis contemporáneos es traer a colación no al homo sapiens sino al neanderthalensis.

Pero esta copla alegre y jubilosa (me gusta mi novia, por qué, por su palmito, me gusta mi novia, por qué, por sus ojitos)  le viene que ni pintada a ese trajín con las novias que se traen algunos periodistas y no pocos medios: las novias están de moda por novias precisamente, la de Pablo Iglesias sin ir más lejos. A Irene Montero, flamante portavoz del grupo parlamentario de Podemos, hasta la han subido a un sillón tipo Real y la han proclamado la Reina de Podemos y la poseedora del corazón de Pablo Corazón de León en la portada de una revista, ya nos vale. Ídem pasó con la veterana política Tania Sánchez y lo mismito a la actual portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, que si no llega a hacerse un Femen en la capilla de la Complutense queda marcada únicamente como novia y ex del destronado (yo no fui quien empezó con Juego de tronos, mi pecado es puro seguidismo facilón).

¿No es normal que desde Diana de Gales hasta un ateese hospitalario encuentren el amor donde pasan prácticamente todo el día? 

Y me dirán que estas mujeres en puestos de relevancia en esta formación política son verdaderamente las parejas y exparejas de esos conocidos dirigentes, sí. Lo normal, replico, y corro a aclarar no vaya a ser que se le pase por la cabeza a algún loco de Vox que la izquierda siempre elige a las chicas por la vía de la bragueta de toda la vida.  Lo que es normal es que la realidad desmiente el mendaz refrán que aconseja no meter el miembro donde habita la olla, o sea, el condumio, o sea, el trabajo. Mentira más necia no se ha inventado y mira que vamos para bingo con el auge y triunfo de la trola como argumento de peso. Con quién puñetas se lía una si el roce hace el cariño y hay trabajos que no te dan más holgura que la de ir al supermercado con las puertas semicerradas. ¿No es normal que desde Diana de Gales hasta un ateese hospitalario encuentren el amor donde pasan prácticamente todo el día? A la ex del Heredero prejubilado de UK le atribuyeron, e incluso confesó, historias con personal de Palacio, lo lógico. Hasta que no abandonó su papel de esposa prerregente no tuvo la mujer la oportunidad de conocer al heredero de Harrods, porque Elton John la quería solo como amiga, que todo se sabe.

Hubo un periodista, asesor a tiempo parcial de Javier Arenas durante un tiempo, que publicó un libelo hace años sobre las coyundas del PSOE en la Junta de Andalucía y daba como prueba, oh ejemplo de rigor, parejas que se habían hecho precisamente en la Junta. No es que tal director general colocara a su chica de secretaria en el mismo departamento, es que allí se la encontró y Cupido hizo el resto. No digo yo que la tentación de colocar a familiares, esposas incluidas, no haya sido un clásico pero eso se cura a golpe de sacar currículo de las susodichas, con la presteza que otro John, Wayne, sacaba las pistolas en El hombre que mató a Liberty Valance. Se enseñan los CV y si las señoras (siempre ellas) tienen el perfil para el puesto que ocupan, su vida privada queda relegada como su propio nombre indica al ocio, refocile y hogar según los casos. Que Cristina Narbona se hable con Borrell no creo yo que la defina, otra cosa es cuando alguien sin mayor mérito que casarse con alguien sea propuesta  a una alcaldía de una capital, de España, es un poner.

Pero a lo que voy es a que no nos quememos con la mala baba interesada que engordan las noticias mix entre Trump y Lydia Lozano, aunque me consta lo inocente y hasta bobo que resulta mi aserto. La endogamia no es aconsejable en general, pero es humana y aún más en aquellos ámbitos, recintos, oficios donde las horas y las tensiones buscan alivio a los cuerpos serranos. La Transición está tan llena de acuerdos y broncas como de tórridas y hermosas historias de amor. Y desamor.

Lo que hay que juzgar es la idoneidad de los cargos públicos sean de representación o de gestión, aunque ya sé que mientras a estas señoras, y a otras muchas, les han mirado los perfiles con lupa se nos han colado tontos con máster en inutilidad. A medida que haya más mujeres en la vida pública quedarán más expuestas, y si la exigida incorporación de la mujer ha traído que nos pongamos tiquismiquis otra alegría para la causa feminista. 

La tentación de colocar a los  fieles es un clásico pero la necesidad de que esas personas sean las idóneas parece imprescindible si queremos regenerar la política y las instituciones. Y eso requiere elegir a los mejores. Sin mirar a quién le compran rosas o libros en Sant Jordi (ni loca miento a San Valentín que, aunque alicaídos, mantengo mis principios intactos).