Si Goya tuviese Instagram
La vigencia de la crítica social y política de los grabados del pintor zaragozano nos da pistas sobre cómo sería hoy su perfil en la red social
Isabel Bellido 1/03/2017
Si sabrá más el discípulo
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Por alguna razón, en España resulta sencillo percibir reminiscencias de un tiempo pasado, padecer déjà vus históricos (en un plural inventado, por acercar el palabro a nosotros), asistir a la evocación de algo que ocurrió hace ya demasiado y fruncir el ceño al ritmo de una idea saliente: “Esto me suena”.
Seguramente no sólo ocurra en este país y el hecho de que nos nombremos víctimas es un síntoma más de este síndrome, pero es difícil ignorarlo teniendo un Valle-Inclán que escribió aquello de “En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza” en Luces de Bohemia (fue, por cierto, una de las citas más compartidas en las redes sociales tras las últimas elecciones), si uno atiende a Gil de Biedma, que nos anuncia que la historia más triste es la de España “porque termina mal” o lee el libreto de La escuela de los vicios, obra teatral dirigida por Francisco Negro que se nutre de escritos de Quevedo. Basta únicamente con echar un vistazo al Lazarillo para vernos reflejados: a veces pícaros, otras veces amos.
Si Francisco de Goya y Lucientes hoy fuese viñetista probablemente repetiría muchos de los grabados que realizó desde 1778
Lo mismo sucede al contemplar, aunque sea desde la distancia de seguridad, la obra de Goya. No es necesario espantarse ante los fusilamientos, y tampoco la cosa está, a pesar de todo, como para pinturas negras; podemos reencontrarnos con nuestro pasado recurriendo a un pequeño formato. Si Francisco de Goya y Lucientes hoy fuese viñetista (o incluso --dejemos volar la imaginación hasta lo inaudito-- si tuviese cuenta en Instagram) probablemente repetiría muchos de los grabados que realizó desde 1778 hasta casi el final de su vida. Se dividen, principalmente, en seis series: Copias de Velázquez (1778), Caprichos (1799), Desastres de la guerra (1810-1815), Tauromaquia (1816), Disparates (1816-1820) y Toros de Burdeos (1824-1825). De estas son los Caprichos, los Desastres de la guerra y los Disparates las que nos ofrecen una mayor variedad temática: desde la sátira mordaz de los Caprichos hasta las oscuras y grotescas figuras que aparecen en los Disparates, pasando por el horror de la Guerra de la Independencia que tan fielmente narran los Desastres de la guerra. Por más remotos que puedan parecer --por la España turbia, atrasada, triste y hasta cutre de los años absolutistas que ilustran--, no es menos cierto que muchos de estos grabados conservan aún vigencia hoy en día y bien podrían aparecer en periódicos o revistas, impresas o digitales, con comentario jocoso incluido, porque Goya hila fino y supo cómo titular sus grabados para aplicar una dosis deontológica o bien para poner el broche incisivo y sarcástico. De entre todos ellos --suman cientos-- seleccionamos diez:
1. Esto sí que es leer
Goya quiso plasmar en este capricho a un miembro de la nobleza madrileña que aprovecha para leer mientras unos peluqueros le lavan y peinan su magnánima cabellera. ¿Sólo eso? No. Hay siempre que buscar un segundo sentido, dos o incluso tres; justo los que nos ofrecen las interpretaciones del manuscrito de Ayala (esto es, de Adelardo López de Ayala, miembro de la Real Academia Española entre 1870 y 1879, año de su fallecimiento), las del manuscrito del Museo del Prado y una tercera descripción procedente del de la Biblioteca Nacional de España. Estos son los tres principales manuscritos que tratan de interpretar los grabados de Goya, a veces confusos, ambiguos y polisémicos.
Muchos de estos grabados conservan aún vigencia hoy en día y bien podrían aparecer en periódicos o revistas, impresas o digitales, con comentario jocoso incluido
De acuerdo con esto, sobre este grabado el manuscrito de Ayala reza: “Los Ministros aguardan a última hora para enterarse de los negocios. A éste le peinan, calzan y duerme, ¿quién desaprovecha el tiempo?”; el del Prado: “Le peinan, le calzan, duerme, y estudia. Nadie dirá que desaprovecha el tiempo”, mientras que el de la Biblioteca Nacional interpreta lo siguiente: “Los Ministros, Consejeros y otros tales aguardan para leer; estudiar y enterarse de los negocios a la hora que el peluquero les va a trabajar la cabeza, les despeluza y ciega de polvo, y el zapatero les prueba los zapatos”. Los tres parecen coincidir en la misma crítica: nobles, políticos y otros hombres de poder estaban más ocupados en acicalarse que en formarse, y esto último sólo lo hacían a última hora. Bien podrían ser dibujados hoy día los ministros, concejales y otros cargos que se rodean de múltiples asesores y consejeros (y hasta de becarios) para ejercer su trabajo.
2. Nadie se conoce
En Nadie se conoce aparece el motivo carnavalesco y los bailes de máscaras, muy frecuentes en los grabados de Goya como metáforas de la hipocresía, las falsas apariencias y la mentira en la sociedad española. En este capricho, “Un general afeminado o disfrazado de mujer en una fiesta, se lo está pidiendo a una buena moza” (no sabemos muy bien el qué), según el manuscrito de la Biblioteca Nacional. Añade, además, que “los maridos están detrás”, por lo que los deja de “cornudos”, otro tópico recurrente que ya traía cola desde el Siglo de Oro español. “El mundo es una máscara; el rostro, el traje y la voz, todo es fingido”, explica manuscrito de Ayala; “Todos quieren aparentar lo que no son, todos engañan y nadie se conoce”, añade el del Prado. Nadie se conoce es, digámoslo claro, el postureo del siglo XIX.
3. Tú que no puedes
El tema de la hipocresía española sale a relucir en ¡Pobrecitas!
El título de este capricho procede del refranero popular (tan) español: “Tú que no puedes, llévame a cuestas”. Así, vemos cómo dos hombres humildes llevan a cuestas a dos asnos, intercambiándose los roles. No es difícil de interpretar, y así lo confirman los distintos manuscritos consultados: “Los pobres y clases útiles de la sociedad son los que llevan a cuestas a los burros, o cargan con todo el peso de las contribuciones del Estado”, resume el de la Biblioteca Nacional. Por entonces (recordemos que nos encontramos a finales de 1700) España estaba mermada por distintas batallas, y aún más los bolsillos de los contribuyentes, que se vieron obligados a sacar del apuro a sus gobernantes. Los escándalos de corrupción de la democracia tampoco son del gusto de los ciudadanos de este siglo.
4. Otras leyes para el pueblo
En la misma línea del anterior está Otras leyes para el pueblo, con la diferencia de que este pertenece a los Disparates; de hecho, su nombre original es Disparate de bestia, pero el que le puso la revista parisina L’Art en 1877 resulta mucho más revelador en cuanto a su significado: “el elefante representa al pueblo llano que, bajo el gobierno de Fernando VII, recibió leyes diferentes a las clases privilegiadas”, afirma J. M. Matilla en su artículo "Francisco de Goya (1746-1828). Cuatro estampas de la serie de los Disparates publicadas en 1877" publicado en la Memoria de actividades del 2006 del Museo del Prado.
La serie de los Disparates la inició el pintor en 1815, ya concluida la Guerra de la Independencia y derrocada la esperanza progresista con la que Goya congeniaba. La traslación a la actualidad viene dada por la desigualdad entre las distintas clases sociales, acentuada por factores como los paraísos fiscales, por los que España “deja de ingresar aproximadamente 1.550 millones de euros como resultado de la actividad canalizada a través de los 15 paraísos fiscales más agresivos del mundo”, esto es, “el 58% del déficit del fondo de reserva de las pensiones en 2017”, según un informe de Intermón Oxfam titulado “Una economía para el 99%”. Esta y otras cuestiones tienen como consecuencia que actualmente las familias soporten el 84% de la recaudación frente al 13% de las empresas, de acuerdo con otro dato que ofrece este informe.
5. ¡Pobrecitas!
El pintor aragonés dedicó varios de sus grabados a las prostitutas y a su circunstancia. Por entonces eran sometidas a redadas que con frecuencia terminaban en prisión, siendo sus mismos delatores o perseguidores los que frecuentaban su clientela. De nuevo, el tema de la hipocresía española sale a relucir en ¡Pobrecitas!, capricho en el que Goya se compadece de las dos prostitutas que han sido detenidas por unos alguaciles.
La muerte por la muerte, sin noticias de la patria; una escena que se repite cada día en alguna parte del mundo.
Actualmente la prostitución en España se encuentra en una situación de “alegalidad” y sólo está sancionada cuando se realiza en sitios públicos. Sin embargo, lo que el Código Penal sí contempla son los delitos contra la prostitución de menores, la prostitución forzada y el lucro a base de que otra persona la ejerza, aunque sea libremente. Legislación aparte, la realidad es que son frecuentes las noticias sobre mujeres sexualmente explotadas y es casi siempre la necesidad económica la que lleva a esta ocupación, ya que -según el informe “La prostitución desde la experiencia y mirada de Cáritas”- la crisis económica ha forzado a más mujeres a ejercer la prostitución. A pesar de esto, un 39% de españoles ha demandado este servicio alguna vez, según advierte la Asociación de Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituída (APRAMP). El último gran escándalo ha ocurrido hace poco: una rumana de 23 años murió ahogada durante las inundaciones de Estepona en el sótano del club donde se prostituía al no poder salir de él.
6. Lo mismo
Cambiamos de tercio: Lo mismo pertenece a la serie de Los desastres de la guerra, por lo que aparecen representados en este grabado los dos bandos de la Guerra de la Independencia, españoles y franceses, que en determinado momento de la contienda a Goya le parecen “lo mismo”; tal es la crueldad y violencia irracional entre ambas facciones. Esta estampa, en la que vemos a un civil español a punto de matar a hachazos a un soldado francés con gesto suplicante, está directamente conectada con el desastre anterior, Con razón o sin ella, que muestra una escena similar pero con posiciones intercambiadas: son aquí dos soldados franceses los que dan muerte a unos campesinos españoles apenas armados con navajas. La frialdad de los ejecutores -a los que no podemos ni siquiera verles el rostro- y la sangría de la guerra están presentes en estos dos aguafuertes en los que Goya expresa la realidad común de las dos facciones: la muerte por la muerte, sin noticias de la patria; una escena que se repite cada día en alguna parte del mundo.
7. Por qué esconderlos
Con la Iglesia hemos topado a lo largo de los siglos y siglos, y Goya no iba a mostrarse indiferente ante el abuso de poder que por aquella época ostentaba el catolicismo en España. En este grabado perteneciente a los Caprichos lo ilustra así: vemos cómo un cura avaricioso se apresura a esconder el botín de los herederos y sacristanes que hay a su alrededor. Esta crítica en concreto tiene su razón en “el atesoramiento avaro de los clérigos, que fue fuertemente criticado por los ilustrados, a razón de atesorar bienes sustraídos a las necesidades públicas”, informan desde la web del Prado, algo con lo que coinciden los tres manuscritos. El peso que en la actualidad sigue teniendo la Iglesia católica en España en asuntos como la familia, la educación, la moral, la homosexualidad o el aborto se suma al trato especial que le concede la Constitución Española, materializado a su vez en la casilla del IRPF, la exención del IBI o en los acuerdos con la Santa Sede. Según este artículo de El País, “la Iglesia, desde que se consignó la asignación tributaria para su financiación, ha pasado de recaudar 41 millones en 1988 a 248 millones en 2011”.
8. No quieren
Este tenebroso mundo de pesadillas azota a Goya, que apela al raciocinio frente a los vicios humanos y a los demonios
Las mujeres ocupan un lugar destacado en los Desastres de la guerra: quedó plasmado el valor que demostraron en su lucha contra los franceses (Las mujeres dan valor; Qué valor), así como las violentas agresiones a las que estaban expuestas (Ni por esas) y hasta las violaciones, que es lo que refleja este grabado de título evidente y conciso: No quieren.
Siguen sin querer. Sin guerras de por medio, una mujer es violada en España cada ocho horas, al menos desde 2009, según un informe del Ministerio de Interior, que ha contabilizado 9.040 violaciones desde 2009 a 2015.
9. ¡Lo que puede un sastre!
Este capricho alude al carácter supersticioso que históricamente se nos ha atribuido a los españoles. Goya así lo creía, y lo denunciaba con sus grabados de brujas, cocos y otros personajes fantásticos a los que aún hoy se recurre para asustar a los niños. El genio zaragozano pensaba que estas quimeras no sólo les atemorizaban, sino que también les confundían sobre el mundo tangible y provocaban que su consciencia crítica menguara.
Los manuscritos van más allá en su explicación: “La superstición hace adorar un tronco vestido al público ignorante”, reza el de Ayala; “La superstición general hace que todo un pueblo se prosterne y adore con temor a un tronco cualquiera, vestido de santo”, añade el de la Biblioteca Nacional, mientras que el del Prado -siempre más cauto- enuncia: “¡Cuántas veces un bicho ridículo se transforma de repente en un fantasmón que no es nada y aparenta mucho! Tanto puede la habilidad de un sastre y la bobería de quien juzga las cosas por lo que parecen”. Las alusiones a la veneración de figuras religiosas en general y a la Semana Santa en particular -cuyo origen data de la Edad Media- parecen ineludibles. Este tronco disfrazado de monje representa para el pintor de Fuendetodos “la tendencia de la Iglesia a llenar sus templos de imágenes que incitan a la superstición y proliferan la decadencia de la educación”, según recoge la página web del Museo del Prado.
10. El sueño de la razón produce monstruos
Es este no sólo el grabado más famoso de Goya, sino posiblemente también el más universal y el que goce de mayor vigencia. El título -que se ha convertido con el tiempo en un lema- es una máxima contra la irracionalidad, la locura, el desvarío y todo aquello que pueda hacer del ser humano una verdadera fiera si no está atento a los designios de la razón y el juicio.
Este tenebroso mundo de pesadillas azota a Goya, que apela al raciocinio frente a los vicios humanos y a los demonios en tiempos de oscurantismo. Como él mismo explicaba en el Diario de Madrid, quería “destacar entre la multitud de extravagancias y desaciertos que son comunes en toda sociedad civil, y entre las preocupaciones y embustes vulgares, autorizados por la costumbre, la ignorancia o el interés, aquellos que han creído más aptos a suministrar materia para el ridículo, y ejercitar al mismo tiempo la fantasía del pintor”.
Autor >
Isabel Bellido
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