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Julia Cagé / Economista, asesora de Benoît Hamon

"El lector tendrá que volver a pagar por la información de calidad. Y creo que está dispuesto a hacerlo"

Elise Gazengel Barcelona , 1/03/2017

<p>Julia Cagé durante una conferencia en Barcelona. </p>

Julia Cagé durante una conferencia en Barcelona. 

E. G.

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Julia Cagé (Metz, 1984) es economista y, desde que acabó su doctorado en Harvard, en 2014, es profesora de la prestigiosa Sciences Po de París, donde da clases en inglés sobre el futuro de los medios de comunicación y su relación con la democracia. Su credo. En 2015 publicó su primer libro, Salvar los medios de comunicación. Capitalismo, financiación participativa y democracia (Anagrama, 2016), por el que recibió buenas críticas, un premio y su primer bache por culpa de su marido, Thomas Piketty. Columnista de Libération, el economista estrella olvidó mencionar su relación con la autora del libro que estaba alabando en su artículo. Pero la joven investigadora nunca necesitó a su marido para hacerse un hueco en la crème de la crème de los intelectuales galos. 

Hoy, Julia Cagé es también la asesora para cuestiones económicas del candidato socialista Benoît Hamon. Tendrá la difícil tarea de calcular el coste de la renta universal mixta que el nuevo líder socialista propone en su programa, y que es ampliamente criticado por sus opositores. Además, Hamon ha hecho suyas las propuestas desarrolladas Por Cagé en su libro para frenar la concentración de los medios privados y fomentar la pluralidad y un servicio audiovisual público decente. 

La economista cuenta que la campaña electoral le quita todo su tiempo libre, aunque no quiso perderse hace unos días la conferencia que tenía prevista en el CCCB de Barcelona sobre medios y populismo, en la que explicó que los medios españoles están en peor estado que los franceses, aunque todos sufren la misma crisis. 

Cagé está convencida de que, a corto o medio plazo, cabeceras importantes como Libération o El País desaparecerán por culpa de los errores no corregidos en su modelo de negocio. De manera más optimista, tiene mucha fe en los nuevos medios digitales surgidos en los últimos años y que intentan revertir esta crisis. “Lo que me romperá el corazón no será tanto ver a grandes cabeceras desaparecer sino ver a periodistas convertirse en comunicadores”, dice.  

A menos de dos meses de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, Cagé parece cansada pero no se arrepiente de haberse embarcado en la carrera de Hamon hacia la presidencia. Cuando habla de la campaña electoral, su cara, habitualmente seria, se ilumina para dar paso a una sonrisa de alguien que confía ciegamente. Con sus 33 años recién cumplidos, la economista cree profundamente en el proyecto del socialista, a pesar de que va cuarto en las encuestas, y pese al balance de Hollande, que no duda en criticar. 

En 2012, usted apoyó a François Hollande. Cinco años más tarde, ¿qué balance hace de su política fiscal y económica?

¡No la defiendo en absoluto! De hecho, no apoyé a Hollande sino que firmé una tribuna conjunta con varios intelectuales, a un mes de las elecciones, que era más bien contra Sarkozy. Y, realmente, cuando uno la lee hoy, queda muy claro. Pero, con Hollande, ni me involucré en su campaña electoral ni formé parte de su organigrama. 

¿No se arrepiente?

En 2012 era elegir entre Hollande y Sarkozy, así que no, todavía no me arrepiento de la elección de Hollande

La verdad es que en 2012 era elegir entre Hollande y Sarkozy, así que no, todavía no me arrepiento de la elección de Hollande. Aunque casi llegamos a arrepentirnos de esa tribuna porque era demasiado amable y no conseguimos obligar a Hollande a asumir compromisos fuertes. Todos éramos muy anti-Sarkozy pero, personalmente, en las primarias de la izquierda de 2011 no había votado a Hollande sino a Martine Aubry.  Por eso no quise involucrarme en su campaña electoral; pero, como intelectual, entre Hollande y Sarkozy sigo creyendo que era mejor opción Hollande. 

Y este año decidió involucrarse en la campaña del candidato socialista Benoît Hamon.

Es totalmente distinto. Hoy sí, apoyo a Hamon y diría lo mismo dentro de cinco años si me lo preguntan. Y es más, soy su consejera en economía. De hecho, así aparezco en el organigrama e iré a los estudios de radio para defenderle y también a los platós de televisión para explicar su programa electoral. Porque no solamente lo defiendo sino que contribuyo a la redacción del programa, incluida la parte relacionada con los medios de comunicación. Es una buena noticia para los medios: si Benoît Hamon gana, habrá una nueva ley anticoncentración y, además, se creará el estatuto de los medios sin ánimo de lucro.

¿No tiene miedo a sentirse decepcionada otra vez por un candidato socialista?

Ahora mismo estoy contribuyendo a la redacción del programa electoral económico del candidato. Dejaremos un programa y unas medidas explícitas, todo quedará por escrito esta vez. En cambio, a Hollande le dejamos decir “mi enemigo son las finanzas” sin que hubiera nada en su programa para luchar contra ello. Esta vez tendremos las cosas claras y bien definidas.  

¿Cosas como la polémica renta universal de subsistencia?

Sí, es una gran medida. Soy la encargada de evaluar su coste, que será menor de lo que sus detractores dicen [los opositores al salario universal avanzan un coste de 400.000 millones que Julia Cagé desmiente sin poder aún aportar su cifra exacta]. Pero no es sólo esto. Vamos a comprometernos de tal modo que, desde el primer día, sabremos qué haría Benoît Hamon si resulta elegido presidente. Tanto sobre el salario universal como sobre la regulación de los medios o sobre la reforma fiscal... Así que no creo que pueda estar decepcionada de un programa que ayudé a redactar. 

Vamos a comprometernos de tal modo que, desde el primer día, sabremos qué haría Benoît Hamon si resulta elegido presidente

No sería el primero en no cumplir sus promesas electorales...

Esta vez, tenemos a un candidato que vino a buscarnos, a nosotros, intelectuales, para ayudarle a estar más abierto, a no ser prisionero del Partido Socialista, a no tener grilletes. Él quería tener nuevas ideas. Y lo digo como intelectual que contribuye desde el interior: no creo que me vaya a defraudar. 

¿Teme perder su credibilidad como economista con esta nueva etiqueta política?

No lo creo, porque hoy es un compromiso de intelectual, pero el 8 de mayo ya habré acabado... 

¿No tiene usted aspiración política o ganas de entrar en un gobierno?

Ninguna. Es decir, voy a dedicar dos meses de mi energía a defender y tratar de que elijan a Benoît Hamon pero después me vuelvo a escribir mis artículos científicos y mis libros. Hay mucha gente que se pasa dos meses de vacaciones, yo trabajo casi 24 horas al día para esta campaña...

¿Y por qué involucrarse entonces?

Voy a pasar dos meses trabajando porque creo en esta campaña. Pero después, durante cinco años, volveré a investigar al 100%. Creo que el único riesgo de perder mi credibilidad sería si decidiera entrar en el gobierno... Pero dos meses de energía para, potencialmente, lograr hacer ganar a la izquierda en Francia creo que no sólo valen la pena sino que además es mi responsabilidad como investigadora. Participar en el debate político también forma parte de mi misión, y lo hago porque creo realmente en Hamon. Si Manuel Valls hubiera ganado las primarias no le habría apoyado. En cambio si, en la segunda vuelta, hubiera salido Valls y Le Pen o Valls frente a Fillon, seguramente habría firmado una tribuna con otros economistas para apoyar a Valls. Es como con Hollande, no sería realmente un compromiso sino posicionarse en un momento dado... Pero hoy sí, sí que hago campaña y por esto tengo estas ojeras (risas). 

En su libro Salvar los medios explica que los periódicos en Europa sufren una doble crisis: una económica y otra de credibilidad, de confianza. ¿Cree usted que estos dos problemas se pueden resolver con una única solución? 

Creo que sí, aunque son cosas extremadamente complicadas. Lo que propongo es un modelo de empresas de medios sin ánimo de lucro que combina dos aspectos para justamente intentar contestar a estos dos problemas. El primero, como en una fundación, es el hecho de ser sin ánimo de lucro: no hay búsqueda de rentabilidad a corto plazo, y eso contesta a una gran parte de la crisis de los medios. Creo que si elegimos decir que la producción de una información de calidad es un bien público, éste no puede estar en manos del mercado y hay que hacerlo sin ánimo de lucro, resolvemos una parte del problema. Dos meses de energía para, potencialmente, lograr hacer ganar a la izquierda en Francia creo que no sólo valen la pena sino que además es mi responsabilidad como investigadora

Propongo un modelo de empresas de medios sin ánimo de lucro que combina dos aspectos para intentar contestar a los problemas económicos y de credibilidad que sufre el sector

La parte económica...

Exacto. Pero mi modelo no es sólo una fundación, también resuelve la pérdida de confianza que está en parte ligada a los accionistas de los medios. Cada vez hay más concentración, los accionistas son ajenos al sector y esto perjudica la independencia de los periodistas. Mi modelo plantea un accionariado de los periodistas y de los lectores. Y lo que propongo es aumentar el derecho de voto de los pequeños accionistas y limitar el derecho de voto de los mayores. Eso introduciría más democracia en la toma de decisiones de los medios, protegería más la independencia de los periodistas y también haría que los lectores sean parte de los medios. No se sentirán más como algo externo a los que vendemos información sino que serían parte de la toma de decisiones y de las grandes orientaciones de los medios. 

¿Y esto resolvería el problema de la credibilidad?

En un primer momento, si protegemos más la independencia de los periodistas se resolvería una parte del problema de la confianza. Siempre es difícil saber por qué la gente ya no confía en los medios pero si mira las encuestas, dicen que los periodistas están demasiado cerca de los “poderes del dinero”. Lo que es una paradoja cuando miramos la situación real de los periodistas que son cada vez más precarios. Aun así, existe esta percepción que está ligada al accionariado...

Esta percepción es parecida en Europa y en EE.UU. y no parece que se pueda solucionar a corto plazo. 

Obviamente no soy ingenua, y no se hará de un día para otro pero estoy convencida de que no se podrá resolver esta crisis sin ir en este sentido. Si miramos a España, en El País por ejemplo, uno de los mayores accionistas individuales es Roberto Alcántara, un empresario mexicano de la aviación low-cost. Entonces el lector se pregunta por qué debería confiar en este tipo de diario. Si, al contrario, estos accionistas tienen el derecho de voto reducido y se añade a la mesa a ciudadanos y periodistas, ahí habría más independencia para los trabajadores y se restablecería un vínculo de confianza. Que el diario vuelva a sus lectores...

Es una solución pero a dos velocidades, ya que la dificultad económica se resolvería rápido, pero la confianza tardaría más...

Hoy en día, todos los índices muestran que la confianza de los lectores en los medios está por debajo del 50%; y sí, la recuperación será larga. Pero también hay que distinguir la confianza que se tiene en los grandes medios tradicionales --y creo que algunos nunca recuperarán la confianza del ciudadano-- y en los nuevos medios. Creo mucho en estos nuevos medios para captar una parte de la audiencia perdida porque, si se crean sobre una base de independencia, se establecerá desde el inicio una relación de confianza. 

Hoy en día, todos los índices muestran que la confianza de los lectores en los medios está por debajo del 50%

Explica que su modelo podría frenar el poder de los grandes accionistas sobre el medio pero ¿en qué, entonces, sería atractivo para ellos invertir dinero en este sector si pierden el poder que tenían?

Primero, tienen derecho a no ser idiotas (risas). Creo que hay una parte de los accionistas que no quiere destrozar el medio que compran. Ya se dan cuenta de que no volverán a las cuotas de lectores que tenían, tampoco recuperarán grandes beneficios si se quedan en esta situación de desconfianza. Entonces deben dejar más independencia a los periodistas, y creo un poco en la inteligencia de los accionistas en este punto. Por otra parte, también tienen interés en hacer publicidad sobre esta protección de la independencia de los periodistas. Y, por otro lado, este modelo, al ser una fundación, les da derecho a una deducción fiscal. 

Afirma que la bajada de los ingresos publicitarios no es nueva y que lleva décadas produciéndose pero, hoy en día, esta crisis parece más importante que en otras épocas. 

Llegamos al final. La crisis empieza con la llegada de la radio. Algunos diarios americanos en la época incluso rechazaban publicar la programación de las radios para no hacerles publicidad. En Francia, en los años 1967/68, los medios se rebelaron contra Pompidou para que prohibiera la publicidad en la tele... Así que no, no es nueva esta crisis pero es verdad que, con la llegada de internet, esta bajada se ha acelerado mucho. 

¿Significa esto que es más preocupante?

Porque es más rápida, sí. Aceleró una muerte que se anunció hace mucho. Yo creo que hoy llegamos al final de un paréntesis de dos siglos, de 1830 a 2030, en los que los periódicos vivieron gracias a la publicidad. Hay que encontrar un nuevo modelo. Y como estamos en un momento de aceleración del proceso, obviamente es doloroso porque aún no hemos encontrado el modelo idóneo. 

¿Hay que olvidar por completo los ingresos publicitarios?

Nos damos cuenta de que ya no podemos vivir de la publicidad y hay que hacerlo con las suscripciones. En sí, me parece lógico pero el problema es que llevamos 15 años dando contenido gratis a la gente en internet. Siempre pongo a Francia como el mal ejemplo cuando, en realidad, España es peor. Si miramos la caída de los ingresos publicitarios, en España es mucho más importante. En Francia, estamos a 0,6 del PIB en gasto publicitario total y en España poco más de 0,3. Ya no hay publicidad, tiende a desaparecer. 

El problema es que llevamos 15 años dando contenido gratis a la gente en internet

¿Eso es una mala noticia para los medios? 

No necesariamente, la transición es dolorosa, habrá que encontrar un nuevo modelo, un equilibrio entre el hecho de que siempre quedará algo de contenido gratis online, que sobrevivirá con muy poca publicidad, y que para la información de calidad, costosa, el lector tendrá que pagar. 

Obligar al lector a pagar cuando está acostumbrado desde hace muchos años a informarse de manera gratuita ¿no hará que se vaya a buscar el contenido en otra parte, con el riesgo de que acabe en webs poco rigurosas y de menor calidad?

Creo que el lector está dispuesto a pagar otra vez. Lo vemos con el éxito de Le Monde o The New York Times. Por otra parte, y para los que no pueden pagar, soy una gran defensora de un servicio audiovisual público de calidad. En España el problema es que cada vez tiene menos ayudas públicas y cada vez es menos independiente. Creo que es un problema grave y que el ciudadano debería luchar para recuperarlo. 

Parece una vuelta al pasado, ¿tan mal lo hicieron los medios al empezar con internet?

Creo que no hay que comparar con 2010 al pensar que si imponemos el pago para los artículos perderemos lectores. El buen punto de comparación es 1995, antes de internet. Obviamente, había menos gente que consumía información porque había que pagar un periódico y salía caro. Pues hoy tendría que ser lo mismo, y por supuesto habrá menos gente que consumirá las noticias y pagará por ello que cuando era todo gratis. Pero detrás de esto, está la responsabilidad del audiovisual público de calidad. Para que la gente que se quiera informar y no pueda pagar pueda hacerlo con una información de calidad.

En España pasa algo que asusta muchísimo. No sólo vivió la peor crisis en términos de calidad de los medios privados, concentración del sector, desplome del número de periodistas o cierre de periódicos, sino que además aprobaron la Ley de Transparencia de 2014, una ley que no reconoce el derecho de acceso a la información como fundamental, sino sólo como ordinario, y que dice que, en caso de conflicto, primará la protección de datos sobre el acceso. Y lo que es muy triste es que los ciudadanos no se manifestaran contra esa ley, quizá porque hay tal desconfianza hacia los medios que nadie sale a la calle a reclamar una información pública de calidad. 

¿De quién es la culpa de esta pérdida de confianza? ¿De los propios medios o de los intelectuales y políticos que los critican de manera constante?

Lo de los políticos es más reciente. La crítica va creciendo, es verdad, lo vimos estos últimos años y ahora de manera más escalofriante con Trump, obviamente. En España, creo que Podemos es bastante más respetuosa con los medios que la extrema derecha en Francia por ejemplo o incluso que François Fillon ahora. Empezamos a tener partidos tradicionales que tratan de manera no-democrática a los medios. Pero la crisis de confianza viene de antes...

¿La culpa es de los propios periodistas entonces?

No podemos exonerar a los periodistas y no soy tan ingenua como para pensar que los accionistas son todos culpables y los periodistas todos perfectos. Hay una parte de culpa de los periodistas. Hay una crisis de calidad que se instauró hace mucho por culpa de la reducción de las plantillas. Y a todo esto el lector es sensible: cuando lee siempre los mismos teletipos en todos los diarios, que el diario tiene menos páginas, que la prensa local casi sólo hace publirreportajes... Pero no es sólo culpa de los periodistas, no todos pueden permitirse dejar su trabajo por razones éticas. También hemos dejado demasiado espacio a la todopoderosa publicidad. Pero cuando vemos realmente que hay más desconfianza de los lectores es con la naturaleza del accionariado. La gente no es ciega. 

Pero el oficio de periodista también pierde cada vez más simpatía entre los ciudadanos... 

El ciudadano tiene una visión del periodista totalmente desconectada de la realidad porque lo identifica con los tertulianos que ve en la tele, que tienen salarios de cinco cifras. El ciudadano cree que la profesión de periodista es eso, esos tertulianos cada vez más casposos, alejados de la realidad y cada vez más a la derecha. Siendo esto así, ¿cómo van a confiar en los periodistas?

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