Holanda, crónica del hundimiento socialdemócrata
El Partido del Trabajo, uno de los pilares fundamentales del sistema político neerlandés, puede perder en las legislativas del 15 de marzo dos tercios de los votos que consiguió en 2012
David Morales Urbaneja La Haya , 5/03/2017
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Esta panorámica de la socialdemocracia holandesa no empieza en Ámsterdam ni en La Haya, sino en las calles de los suburbios de París. Mathieu Kassovitz grabó allí La Haine (El odio), película que narra 24 horas en la vida de tres jóvenes franceses (un negro, un judío y un árabe) de los suburbios. Su comienzo es espectacular, con una voz en off que narra pausadamente un relato de apenas 20 segundos. Dice así.
“Es la historia de un tipo que cae de un edificio de 50 pisos. Para tranquilizarse mientras cae al vacío no para de decirse: ‘Hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien…’. Pero lo importante no es la caída. Es el aterrizaje”.
A 430 kilómetros al noreste de la capital francesa, en La Haya, los dirigentes socialdemócratas del Partido del Trabajo (PvdA por sus siglas en holandés) recuerdan a ese pobre diablo que está a punto de estrellarse contra el suelo. A pesar de que los sondeos pronostican una bajada brutal en las elecciones del 15 de marzo -- con una pérdida de dos tercios de los votos que consiguieron en 2012--, ellos son optimistas.
Confían en su recorrido histórico. El PvdA es uno de los pilares fundamentales del sistema político holandés y máximo estandarte de la socialdemocracia europea. Nacido tras la Segunda Guerra Mundial, ha formado parte del gobierno 38 de los últimos 71 años. Bajo su mandato, entre 1948 y 1958, se pusieron las bases del Estado del Bienestar, ese que hoy se pone en cuestión.
Los asesores de comunicación del PvdA insisten a la prensa. “Recordad dónde nos situaban las encuestas en 2012”, dicen con razón. En aquella campaña electoral protagonizaron una remontada espectacular. Un mes antes de los comicios se calculaba que conseguirían 15 escaños, pero finalmente lograron 38 (25% del voto).
El partido sueña con repetir ese milagro demoscópico, pero parece olvidar que ya no dispone de la palanca que lo catapultó al éxito: el empuje de su entonces nuevo líder, Diederik Samsom. Este político de ojos claros y cuerpo de deportista combinaba un equilibrado balance entre idealismo y realpolitik. Llegó a ser detenido diez veces por acciones directas cuando era miembro de Greenpeace, pero también cursó estudios en Física Nuclear y posteriormente dirigió una empresa de energías renovables.
Samsom sedujo al electorado con una idea fuerza que en 2012 sonaba posible: se puede salir de la crisis con una “Holanda más fuerte y más social”, aseguraba en los anuncios de campaña. El golpe definitivo lo dio en el primer debate electoral, cuando sus argumentos sonaron muchos más convincentes que los de Emile Roemer, candidato del SP (Partido Socialista, a la izquierda del PvdA). Las encuestas pronosticaban una subida importante de Roemer, pero finalmente repitió el mismo resultado que en las elecciones anteriores.
Samsom sedujo al electorado con una idea fuerza que en 2012 sonaba posible: se puede salir de la crisis con una “Holanda más fuerte y más social”
El trasvase de apoyos del SP al PvdA durante la campaña fue directo. El 12 de septiembre de 2012 se abrieron las urnas y Samsom quedó segundo con 38 escaños, a solo tres de los liberales de derecha del VVD, que volvían a ser el partido más votado. La socialdemocracia holandesa, con un discurso propio, parecía aguantar con dignidad los embates de la crisis.
Lo que ocurrió a continuación fue un suicidio político delante de las cámaras. El líder del VVD, Mark Rutte, ofreció al PvdA un pacto de gobierno para formar una gran coalición. Un acuerdo entre dos actores que históricamente habían sido enemigos políticos. A un lado, un partido que apostaba por los recortes promovidos por Bruselas. Al otro, uno que pedía más inversión en sanidad, I+D y educación. Una trampa en nombre de la responsabilidad. Una manzana envenenada a todas luces. Y los socialdemócratas la mordieron.
Rutte renovó su puesto como primer ministro y ambos partidos se repartieron los ministerios a partes iguales, seis para los liberales, seis para los socialdemócratas. Se sustituyó entonces el clásico Estado del bienestar por una “sociedad participativa”, término acuñado por el gobierno para defender que las redes familiares, esas que han aguantado el mayor peso de la crisis en el sur de Europa, también debían tensarse en Holanda. El Estado solo intervendría en caso de extrema necesidad, pero el ciudadano debía contar preferiblemente con sus allegados para salir adelante.
Ambos partidos se repartieron los ministerios a partes iguales, seis para los liberales, seis para los socialdemócratas. Se sustituyó entonces el clásico Estado del bienestar por una “sociedad participativa”
Los holandeses comprobaron pronto lo que significaba toda esta palabrería: recortes, recortes y más recortes. La edad de jubilación aumentó a los 67 años, las becas para estudiantes, antaño generosas, se sustituyeron gradualmente por becas-préstamos, que actualmente dejan a los jóvenes con deudas de miles de euros. Se flexibilizó el mercado laboral y las partidas para servicios sociales se redujeron. Parte de estas últimas competencias se transfirieron a los ayuntamientos, cuyos recursos son menores. Ni rastro de la “Holanda más social” prometida por Samsom en su campaña electoral. Doce meses después, las encuestas señalaban que los socialdemócratas se hundían, pasando de los 38 escaños a 13. De ahí apenas se han movido en los últimos tres años.
En estas elecciones los socialdemócratas presentan como candidato a Lodewijk Asscher. Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales en el gobierno de gran coalición, tiene como credenciales unas buenas cifras macroeconómicas. La tasa de desempleo fue de apenas un 5,4% en el último cuatrimestre de 2016, aunque parte de este mérito se debe a la flexibilización del mercado de trabajo, que ha registrado un aumento en el número de contratos temporales. Incluso un informe publicado por una oficina dependiente del gobierno ha llamado la atención sobre problemas relativamente nuevos entre trabajadores holandeses, como la pérdida de perspectivas de futuro y una creciente inseguridad, especialmente entre los más jóvenes.
Los institutos demoscópicos no detectan, a dos semanas de las elecciones, una remontada semejante a la de Samsom en 2012. De momento, los debates que se han celebrado no han servido para que el nuevo líder socialdemócrata levante el vuelo de forma significativa, experimentando subidas de apenas unas décimas en intención de voto.
Lo llamativo de la candidatura de Asscher es que solo tuvo a otro contendiente en las primarias del partido: el propio Samsom, el cual perdió por nueve puntos. Ninguna figura prominente del PvdA sin participación en el actual Gobierno intentó presentarse. Fuese quién fuese el cabeza de lista elegido, se enviaba al electorado una imagen de continuidad de las políticas aplicadas en los últimos cuatro años.
Presente complicado, futuro incierto
¿Qué habría pasado si el PvdA no hubiera firmado ese acuerdo?, se pregunta el sociólogo de la Universidad de Tilburg Merijn Oudenampsen. Él mismo se responde. “El debate político en los últimos cuatro años se habría centrado en las políticas de austeridad. Habría sido un punto de partida totalmente diferente para las elecciones de ahora, el conflicto socioeconómico habría sido más pronunciado”.
Oudenampsen escribe estas líneas en ¿Llega el PvdA a 2025?, un libro editado este año que recoge artículos de politólogos, exmiembros del partido, expertos demoscópicos y periodistas especializados. Todos intentan responder a una pregunta que cuestiona el futuro de la socialdemocracia a medio plazo.
Las conclusiones son varias. En primer lugar, recuerdan que el marco europeo, tras la firma del Tratado de Maastricht en 1992, dificulta la implementación de una política macroeconómica de izquierdas. Según Bram Peper, ministro del Interior socialdemócrata entre 1998 y 2000, el actual campo de juego que representa la UE es “más fácil para el VVD porque este partido, por sus principios, está a favor de la liberalización del mercado y, por consiguiente, de un gobierno más pequeño”.
Peper reconoce que el PvdA hizo “demasiado poco para resistir a la vorágine del mercado libre” y que “tras la caída del comunismo (1989-1991), el liberalismo se desató”. Sin embargo, se justifica diciendo que todos los partidos “se sentían obligados desde 1992 a dar más cabida al libre mercado de bienes y servicios, así como a la libre circulación de capitales y personas”.
Peper reconoce que el PvdA hizo “demasiado poco para resistir a la vorágine del mercado libre” y que “tras la caída del comunismo (1989-1991), el liberalismo se desató”
El expolítico cita otros problemas a nivel nacional, que también recuerdan a los de otros partidos del viejo continente. Uno es la poca estabilidad de la que disfrutan los líderes: el PvdA ha tenido cinco cabezas de lista en menos de 15 años. La organización también mengua por la base y el número de afiliados ha pasado de los 100.000 de “hace unas décadas” a los 45.000 actuales, asegura.
La fragmentación del Parlamento tampoco juega a su favor. En los años ochenta, socialdemócratas (PvdA), liberales de derecha (VVD) y democristianos (CDA) se repartían el 80% de los escaños. Según las últimas encuestas, estos tres partidos no sumarán juntos ni el 40% del voto en las próximas elecciones.
Hay más formaciones políticas que nunca y muchos de ellos “muerden” en el electorado del PvdA. Uno de ellas es 50PLUS, que defiende los derechos de las personas mayores y que reclama volver a la jubilación a los 65 años, así como revertir los recortes aplicados en la Sanidad por parte del gobierno de gran coalición.
El periodista Martin Sommer nombra en ¿Llega el PvdA a 2025? otro factor desestabilizador para los socialdemócratas: la existencia de un nuevo eje político surgido en los últimos veinte años al que llama “contraste libertino-autoritario”. Fue inaugurado por el político de extrema derecha Pym Fortuyn, cuya crítica feroz a la integración de los inmigrantes musulmanes en la sociedad rompió el consenso político existente, que trataba de forma amable a los extranjeros.
El xenófobo Wilders tiene la habilidad de combinar nacionalismo de extrema derecha con propuestas económicas cercanas a la izquierda (más gasto en Sanidad, jubilación a los 65 años, reducción de los alquileres)
El asesinato de Fortuyn en 2002 llevó al xenófobo Geert Wilders a ocupar ese espacio político, que parece agrandarse cada vez parece más. Su partido, según todas las encuestas, será el más votado dentro de dos semanas. Wilders tiene la habilidad de combinar un nacionalismo de extrema derecha con propuestas económicas cercanas a la izquierda (más gasto en Sanidad, jubilación a los 65 años, reducción de los alquileres), atrayendo así a antiguos votantes del PvdA.
El debate sobre los inmigrantes y los refugiados ha tomado fuerza hasta el punto de que hoy se ha convertido es uno de los más importantes para la opinión pública. “El 80% de los electores piensa que los inmigrantes tienen que adaptarse”, asegura el periodista Sommer. Esto ha llevado al PvdA a insistir en el deber que tienen los holandeses de segunda y tercera generación, en su mayoría de raíces turcas y marroquíes, de integrarse en los valores de la sociedad en la que viven.
Estas posiciones llevaron a dos diputados del PvdA de ascendencia turca a criticar de forma pública el viraje de su partido respecto al tema. Las tensiones llegaron a su zenit en noviembre de 2014, cuando estos políticos fueron expulsados del grupo parlamentario. Ambos han lanzado recientemente una nueva formación, Denk (Piensa), que dice defender los derechos de los inmigrantes y los holandeses con raíces extranjeras. Según los sondeos, conseguirán representación en la Cámara Baja.
Todas estas fugas hacen zozobrar el barco socialdemócrata, pero el agujero en la línea de flotación lo tiene en un lado concreto de su izquierda. Su causante no es el SP, que en las encuestas no parece beneficiarse de la caída del PvdA, sino Groenlinks (Izquierda verde).
el agujero en la línea de flotación lo tiene en un lado concreto de su izquierda. Su causante no es el SP, sino Groenlinks (Izquierda verde)
Esta formación ecologista experimenta desde hace años un ascenso lento pero continuo, que ha superado a los socialdemócratas en las encuestas y que se está consolidando de la mano de su líder, Jesse Klaver. Este político de apenas 30 años y con ascendencia extranjera (padre marroquí, madre indonesia-holandesa) cita como referencias al economista Thomas Piketty o al expresidente de Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy. Aboga por construir un gobierno progresista y paritario, pero en las últimas semanas no ha descartado llegar a acuerdo con los liberales del VVD. Este anuncio le ha valido las críticas de los izquierdistas del SP, pero de momento no parece afectar a su intención de voto.
Groenlinks es un partido que se mueve bien en redes sociales, atrae mucho voto de gente joven y ha sido uno de los más contundentes a la hora de descartar al ultraderechista Geert Wilders como posible socio de gobierno. La formación parece jugar con Jesse Klaver la misma carta que usó el PvdA en 2012: un candidato nuevo que da aire fresco a la política y habla en sus discursos de cambio y esperanza.
El partido ecologista, en su manifiesto, critica el aumento de la desigualdad en Holanda y responsabiliza del aumento del populismo de derechas al “fracaso de las políticas de los partidos tradicionales”. Carga también contra la “Tercera Vía” promovida por parte la socialdemocracia en los años noventa, pero deja claro que ellos son un partido moderado: “No podemos volver al antiguo Estado del bienestar”, aseguran, al mismo tiempo que rechazan intentar recuperar la edad de jubilación a los 65 años porque “todos nos hacemos más viejos, por eso le pedimos a los que pueden que trabajen un poco más”. En su lugar, Groenlinks pone el foco en el sistema fiscal para hacer que las rentas más altas y las empresas paguen más impuestos, los cuales serían en parte dedicados a combatir el cambio climático.
El drama para la izquierda en estos comicios es su débil punto de partida. Si las previsiones aciertan las dos formaciones más votadas serán la extrema derecha de Wilders (PVV) y la derecha liberal de Rutte (VVD). Cualquier posibilidad de gobierno pasará, en un principio, porque uno de estos dos líderes sea primer ministro de Holanda. El PvdA, mientras tanto, lucha por conseguir el quinto puesto y reza para no quedarse séptimo. Malos tiempos para la socialdemocracia, también en el norte de Europa.
Autor >
David Morales Urbaneja
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