Tribuna
Contra la trata, ¿no hay trato?
Cuestionar el orden sociosexual y político escuchando a las supervivientes podría ayudarnos a comprender el fenómeno y a impugnar el ‘statu quo’
Diana Fernández Romero 7/03/2017
Cartel de la campaña de la Policía Nacional contra la trata.
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La mediatización de la trata con fines de explotación sexual está contribuyendo al consenso público en torno a su condena y rechazo. Si la controversia sobre la prostitución se obceca y estanca en la dicotomía abolicionismo y regulacionismo, en el ausente debate sobre la trata incide el acuerdo tácito de la indignación ante este delito contra los derechos humanos, un acuerdo que se extiende también al discurso jurídico e institucional.
Los discursos masivos no contribuyen a aportar a los públicos recursos suficientes para interpretar en qué consiste la trata o quiénes son los actores implicados. Abundan los relatos informativos oscuros centrados en el delito, noticias de redadas que se ilustran con imágenes de pisos y habitaciones desmanteladas, rostros de mujeres migrantes pixelados que aportan fuentes policiales. El discurso construye una “víctima ideal” subalterna de la que poco sabemos, una mujer africana víctima del vudú, sexualizada, que ha caído en manos de las redes criminales.
Igual que seguimos (mal) hablando de trata de blancas, en las campañas se subsume en una representación unitaria a la diversidad de mujeres que la sufren
Algunas de las campañas publicitarias contribuyen a esta construcción. Igual que seguimos (mal) hablando de trata de blancas, en las campañas se subsume en una representación unitaria a la diversidad de mujeres que la sufren. Una publicidad de la Policía Nacional con el lema “Contra la trata no hay trato” identifica a las diferentes mujeres que aparecen con un tipo ideal: han sido tratadas y necesitan ayuda. Pero no nos acercan a sus historias de lucha y supervivencia. Esas representaciones deberían además atender a cómo la intersección entre factores como la clase, la etnia, la raza o el género produce experiencias comunes, pero también diferencias sentidas que no son explicadas.
Tampoco suele aclararse la diferencia entre trata y tráfico. La trata supone la captación, el transporte, el traslado, la acogida o recepción de personas cuando se emplean violencia, intimidación o engaño o se abusa de una situación de superioridad o vulnerabilidad de la víctima o media el pago o el beneficio. Los tipos son la imposición de trabajo o servicios forzados, la explotación sexual o para realizar acciones delictivas, la extracción de órganos o los matrimonios forzados. Se diferencia del tráfico en que la trata nunca es consentida, implica una intención de explotación de las víctimas y supone un delito contra los derechos de las personas, mientras que el delito de tráfico se persigue en defensa de los intereses del Estado en su política de control de flujos migratorios.
Cuestionar el orden sociosexual y político acogiendo visiones heterogéneas podría contribuir a impugnar el statu quo. Escuchar a las supervivientes podría ayudarnos a comprender el fenómeno a través de la diversidad de historias que soportan las mujeres a las que se secuestra, amenaza, acosa, embaraza, aísla, agrede de forma forzada y a entender la complejidad de situaciones sobre la que se asienta.
Autor >
Diana Fernández Romero
Periodista, docente universitaria e investigadora. Su tesis doctoral es Premio Extraordinario por la Universidad Complutense de Madrid y Premio Nacional por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género. Autora de textos que abordan la comunicación, el género, la violencia machista o el ciberfeminismo.
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