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Veintidós partidos de Champions en el Calderón. A la espera de saber si la del miércoles fue la última del templo rojiblanco en competición europea o no, los guarismos del Atlético del Cholo Simeone son impresionantes. Después de 22 citas, su equipo sólo ha encajado cinco goles, ha ganado 16 encuentros y ha dejado la portería a cero hasta en… 18 oportunidades. Cifras más que escandalosas, que se complementan con un dato terrorífico, que demuestra la extrema solidez defensiva colchonera: por el Calderón han pasado Real Madrid, Barça (2 veces), Juventus, Bayern (2 veces), Porto y Chelsea. Seis campeones de Europa que se fueron del Manzanares sin marcar. El último gol encajado por el Atlético en un cruce de eliminatoria en su fortaleza al lado del río lo anotó Kaká… en 2014. Fácil de decir, difícil de hacer. Datos que alientan el sueño atlético del santo grial de la Champions, que persigue con entusiasmo el equipo y que acerca, partido a partido, Simeone. Más allá de los datos, aflora la realidad. El Atlético tiene menos gol que los grandes de Europa, tiene menos presupuesto que los gigantes continentales y menos talento natural que sus competidores directos. Pero apoyado en el impenetrable telón de acero de su defensa, sueña con la gloria que lleva años persiguiendo. Feo para muchos, legítimo para otros. Para todos, efectivo. Y para los atléticos, increíble.
El Atleti no tiene la chequera sin fondo del PSG ni del City. No tiene la mística de la Juventus, ni su masa social. No tiene el desparpajo juvenil y exuberante del Dortmund, ni del Mónaco. No tiene la legendaria tradición del Bayern, ni su gigantesco potencial para pagar cláusulas y llevarse a los mejores de su liga. No tiene la delantera admirable del Barça que, además de más clase y potencial, tiene al mejor de todos los tiempos, Messi. Y por descontado, no tiene ni la genética ganadora del Real Madrid, ni su potente plantilla, ni su dinero, ni su descomunal pegada, ni siquiera su capacidad de supervivencia innata, que le coloca, juegue bien o mal, tenga un día bueno o malo, en una dimensión competitiva superior a todos los demás. No, el Atlético no tiene nada de eso. Tiene presupuesto de rico en España y de pobre en Europa, tiene una hinchada bastante fiel y cuenta con un grupo de jugadores que compiten al cien por cien de lo que son, sean partidos amistosos u oficiales, y que se multiplican en las grandes citas gracias al mejor entrenador del mundo. Porque si el mejor entrenador es el que saca lo mejor de la plantilla que tiene, nadie podría siquiera hacer sombra a Diego Simeone. Ni el culé más radical, ni el madridista más forofo, ni el atlético más exigente podrían negar esa realidad. Con un tenedor de plástico, el Cholo te monta Vietnam. Y con cada frase, una guerra fría.
Simeone no es más revolucionario que Guardiola a nivel táctico, no gestiona vestuarios con tanto aplomo como Ancelotti, no tiene el genio arrasador de Mourinho y tampoco encaja tan bien como Zidane o Luis Enrique en un plantel trufado de estrellas. No, Simeone no es eso. Él lidera con otras armas. Ha convertido el Atlético en un equipo de autor. Forjado para ser efectivo, para competir hasta el tuétano, pasar rondas y mirar a los ojos a los mejores, pese a quien pese. Su Atleti no es un monumento al fútbol vistoso, ni pasará a la historia como un conjunto de violinistas. Lo que sí tiene el Atlético es algo poco común en estos tiempos: potencia siempre sus cualidades y esconde siempre sus defectos. Y eso lo borda.
Este Atlético es defensa de roca y contra al espacio. Ni sabe llevar la iniciativa, ni la quiere. Ni le gusta la poesía, ni lo pretende. Ni es nicho para líricos, ni va por la vida de romántico. Es un equipo convencido de que el trabajo siempre paga, de que su defensa es el mejor ataque y de que sólo corriendo como un pequeño podrá llegar algún día a ser el más grande. Simeone no engaña a nadie. Protege su meta, saca petróleo del error del rival, concede poco y golpea cuando puede. No es estético, no es bonito, pero funciona. En la era del fútbol de toque, del pase medido y la combinación, Simeone usa la motivación como estrategia y vive convencido de que defender y presionar también forma parte del espectáculo. Y no gusta, no enamora, pero es real. Y su Atleti compite.
Su equipo es de autor. Saca partido de lo que tiene, golpea cuando debe, cuando se cierra no deja pasar ni la humedad y, de postre, hace del sufrimiento una identidad intransferible. Uno no tiene ni la menor idea de si este equipo, con el arte de la defensa y el contragolpe, logrará conquistar lo que antes se le ha negado. De lo que sí está seguro es de que el Atlético, con Simeone, tiene una virtud que el resto niega: no quiere gustarle a nadie, salvo a sí mismo. Se siente orgulloso de ser lo que es: un equipo rocoso, sin fisuras, que pelea como el mejor, pero sabiendo que no lo es. El Atlético no es el mejor, pero, con Simeone, lo parece. Gane o pierda, avance ronda o caiga eliminado, el Atleti es un hueso. En la época del Barça de Messi, en la era del Madrid de Cristiano, el Atlético del Cholo presenta batalla con sus armas. Las que otros no pueden o no saben usar. Juega a lo que nadie juega, compite como nadie compite, se basa en un estilo que casi todos rechazan y es, por decisión propia, un equipo contracultural. El Atlético te puede aburrir, su fútbol te puede parecer infame y hasta puede caer antipático. Lo que no tiene discusión es que es más duro que el granito, que desprende combatividad, que no para de avanzar rondas y que, aunque le maten cien veces, está ahí. Simeone sabe que su equipo no es mejor que el Madrid, ni que el Barça, ni que el Bayern, ni que la Juve. Y ese es el gran secreto de su éxito. Asumir, desde la inferioridad, el desafío mayúsculo de competir con ellos, llegar más lejos que ellos y ponerles contra las cuerdas. Puede que a mucha gente no le guste el Atlético. Está bien. Pero si no existiese ese equipo, habría que inventarlo.
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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