Tribuna
La imaginación educativa de la CEOE
Tenemos un sistema social y económico especulativo regido por gerentes, con muy baja inversión en investigación, y no basado en la innovación, en la calidad técnica y en el aprecio por la formación
Fernando Broncano 31/05/2017
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Estos días la prensa ha difundido la publicación por parte de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) de su Libro Blanco de los Empresarios Españoles. La educación sí importa. En este documento, firmado por su presidente, Juan Rosell, y el presidente de la Comisión de Educación y Gestión del Conocimiento, Jesús Núñez, la cúpula de la organización realiza un diagnóstico de la situación de la educación y propone un conjunto de medidas que, a su juicio, resolverían los males estructurales del sistema educativo. Se trata de un documento político en donde se proponen medidas ya conocidas. Es muy ilustrativo comparar este texto con el famoso Libro Blanco de la Profesión Docente encargado por el Ministerio de Educación en 2015 a José Antonio Marina, Carmen Pellicer y Jesús Manso, que, por cierto, se les ha “olvidado” citar en la profusa bibliografía que acompaña al escrito para comprobar hasta qué punto son poco novedosas. La novedad está en la intervención tan políticamente directa de la organización empresarial en un sector tan estructural de las políticas públicas.
Vaya por delante que no me parece mal que la CEOE intervenga de este modo en el debate educativo. Es más, me parece muy bien puesto que es un documento muy explícito sobre su posición y, hay que decirlo, aceptablemente útil para el debate sobre las políticas públicas en el ámbito de la educación. La CEOE siempre ha intervenido en la política del Estado, en algunos momentos muy activamente, en particular en la Transición, en otros menos activamente (como en los comienzos de este siglo cuando ya eran muy evidentes las debilidades del modelo económico español tan desequilibrado entre las burbujas financiera e inmobiliaria y la escasa inversión empresarial en innovación), y constituye claramente uno de los grandes y necesarios interlocutores en la esfera pública para la formación de opinión y medidas. En segundo lugar, es bienvenida su preocupación por la necesidad de revisar el sistema educativo en un entorno tan cambiante como el contemporáneo, en el que la educación ha sido ya convertida en un servicio globalizado. En tercer lugar, debo reconocer que algunos de sus diagnósticos son acertados por más que se pueda discrepar en la interpretación y en las medidas correctoras. Por ejemplo, no puedo sino estar de acuerdo en su juicio sobre la “muy defectuosa gobernanza de la globalización a escala mundial”, que, reconoce, ha tenido “efectos devastadores en los planos económico, social y político en países como España” (pg.33). Dicho todo esto, me parece que hay muchos puntos más polémicos y controvertidos en el documento y sus medidas. Dadas las constricciones de un artículo de prensa, me limitaré a señalar solamente algunos de manera un tanto impresionista o a modo de boceto rápido.
La política, la cosmopolítica, es un factor esencial en los modelos de globalización. Y no es superficial este olvido en el diagnóstico de lo que nos ocurre
En primer lugar, es más que discutible su posición respecto a la globalización. Sostiene nuestra organización que los dos motores de la globalización son “la sociedad del conocimiento y la información” y la “dinámica de los mercados”, nada menos (pg 32). Y nada más. Sorprendente, porque ya hace muchos años que se introdujo la idea de la triple hélice, que señalaba como un agente central la intervención (u omisión) de las políticas públicas y de regulación. Como si las grandes estructuras estatales y supraestatales no tuviesen agencia en las transformaciones de la globalización. Algunas deberán tener, cuando la CEOE se queja de la falta de gobernanza y ella misma interviene proponiendo medidas más o menos drásticas. El punto no es de discrepancia académica: aun siendo cierto que la globalización está influida por la sociedad del conocimiento y la información y por las dinámicas de los mercados, no es menos cierto que las modalidades que adopte la globalización dependerán muy mucho de las políticas públicas. Que, por ejemplo, la actual presidencia de los Estados Unidos sea renuente a tomar medidas sobre el cambio climático va a producir fracturas muy importantes en las orientaciones de la globalización económica que se estaban ya produciendo. La política, la cosmopolítica, es un factor esencial en los modelos de globalización. Y no es superficial este olvido en el diagnóstico de lo que nos ocurre. Pero vayamos a algunas cuestiones particulares sobre la educación.
La CEOE diagnostica cinco grandes déficits del sistema educativo: D1: La mediocridad de los resultados (medida por las pruebas de PISA); D2: La ineficiencia del gasto educativo; D3: La brecha entre formación y empleo; D4: La lentitud de la respuesta política; D5: Las deficiencias de los marcos normativos.
No puedo comentar todos los aspectos. Pero veamos algunos de los juicios de la CEOE. Respecto a la brecha entre formación y empleo, sostiene: “En la enseñanza universitaria, el desajuste que se observa entre oferta y demanda de cualificaciones es mayúsculo, desde el lado de la oferta, en la familia de “Educación, Artes y Humanidades” y lo es, del lado de la demanda, en “Ingeniería, Industria y Construcción”. Este juicio es severo, pero muy indicativo del pensamiento empresarial. Pero vayamos a los datos que avalarían esta conclusión: si comprobamos la distribución real de estudiantes, según los datos del ministerio, para los años 2012-13 resulta que el 50,7% pertenece a Ciencias Sociales y Jurídicas, el 22,2% a Ingeniería y Arquitectura, el 8,4 a Artes y Humanidades, el 12,8 a Ciencias de la Salud, y el 5,8 a Ciencias. Esta distribución es muy interesante por dos razones: una, porque nos habla de la demanda real del país; dos, porque también nos habla de la oferta, dado que desde hace décadas la universidad española se organiza en su oferta de acuerdo a la demanda. La CEOE diagnostica, como lo hacen muchos organismos, ciertos déficits en la formación en los estudiantes españoles. El primero es en lo que en siglas en inglés se conoce como STEM (Ciencia, Tecnología y Matemáticas), el segundo es en multilingüismo. Si observamos los datos del sistema, uno concluiría, a diferencia de la CEOE, que hay un déficit muy claro en ciencias y en artes y humanidades, dado su centralidad en la formación en ciencia y en multilingüismo, y un exceso palpable en Ciencias Sociales y Jurídicas. Lo interesante es preguntarnos por qué ocurre esto.
A diferencia de lo que piensa la CEOE, las familias y los estudiantes suelen elegir sus opciones de carrera en parte por sus apetencias, pero en una mucha mayor pensando en sus opciones de empleo. Y no es accidental que se elijan las ciencias sociales y jurídicas, porque la gente tiene un acertado diagnóstico sobre la estructura del empleo en los estratos superiores, que es al fin y al cabo a lo que se aspira al matricularse en la universidad. Tenemos un sistema social y económico no basado en la innovación, en la calidad técnica y en el aprecio por la formación, sino todo lo contrario, un sistema especulativo, regido por gerentes que solo entienden de indicadores, pero apenas de estrategias futuras, con un sistema empresarial con muy baja inversión en investigación, que disfraza de gastos en innovación lo que no son sino empleos marginales, con una sociedad que sobrevalora la gestión e infravalora la creación. Y eso es percibido perfectamente por la gente. Algo que sería muy interesante comprobar es la política de incentivos que siguen las empresas españolas: comparar los salarios de los directivos de gestión y los de los ingenieros, informáticos, investigadores de innovación. Nos daría un buen indicador sobre cuál es la causa real de los déficits de oferta y demanda del sistema educativo español.
Muchos de los juicios que se están haciendo sobre el sistema están basados en tópicos y estereotipos que desvelan los sesgos de formación que tienen los mismos redactores del documento. Un ejemplo: en ningún momento del documento se alude a la transversalidad de la formación. Así, las matemáticas no son ni de ciencias ni de letras: son un lenguaje necesario para modelar la realidad con precisión. Las lenguas no son ni de ciencias ni de letras, son también un medio imprescindible. La filosofía no es de ni de ciencias ni de letras, sino un modo de construir la arquitectura conceptual en todos los dominios. La ignorancia de muchos de estos documentos que esconden puras opiniones de barra de bar bajo el amparo de las estadísticas. La filología, por citar un caso, es un conjunto de disciplinas que se ha adaptado mucho mejor de lo que se conoce al entorno técnico. Si uno atiende a los proyectos de investigación y a los resultados, verá cuán habitual es encontrarse con patentes que se han generado en la colaboración de informáticos y lingüistas. Por no aludir a la contribución, en términos de empleo, de las “artes y humanidades” al sector productivo de la cultura. No está nada claro cuán consciente es la CEOE de la importancia del sector cultural en el PIB de nuestro país. Quizás piense que el turismo solamente hay que medirlo por la ocupación de los hoteles y no atendiendo a lo que ya podríamos considerar como “tecnologías de la experiencia”. Que, entre ciencias, que incluyen matemáticas, y artes y humanidades no se llegue ni al veinte por ciento de la oferta y la demanda educativa universitaria habla más de la CEOE que a la inversa.
Las medidas que la CEOE propone son variadas y no todas son equivocadas, al menos desde mi punto de vista. Algunas, como las que se refieren a la formación profesional y la formación continua, deben ser escuchadas con atención y discutidas porque hay bastante sensatez en ellas. También las que se refieren al ordenancismo (la CEOE tendría que conocer de cerca lo que es padecer la ANECA y variantes autonómicas, un invento que fue pensado para incrementar la calidad y que se ha convertido en un instrumento de tortura con sus propios lenguajes y exigencias). Otras desvelan mucho sobre la concepción de la educación que propone la CEOE.
Las diferencias entre los centros se deben mucho más a la estricta política de admisiones que al funcionamiento del sistema
Como ya señalaba el documento sobre la profesión docente del Ministerio de Educación (el “Documento Marina”), la solución que se propone a los déficits del sistema educativo es fácilmente identificable: mayor autonomía de los centros, que se basaría en un papel predominante de los directores y gestores, sometimiento a indicadores de rendimiento y competitividad generalizada entre el profesorado de acuerdo a “incentivos”. Todo esto, aunque no lo crea la CEOE, ya está en marcha y está produciendo resultados más bien poco loables. Pese a que este sistema ya lleva implantado hace años en comunidades autónomas como la madrileña, los resultados medidos por los mismos indicadores que usa la CEOE no mejoran. Las diferencias entre los centros se deben mucho más a la estricta política de admisiones que al funcionamiento del sistema. Tenemos un sistema con profesores cada vez más asustados por la dirección, pero menos comprometidos en la renovación pedagógica.
En cuanto a las universidades, cabría juzgar la propuesta de la CEOE comparándola con la ley LEMES (Ley del Espacio Madrileño de Educación Superior) que pronto aprobará (si no se remedia) la Asamblea de la Comunidad Autónoma, y que parece una concreción universitaria de la propuesta de la CEOE. Es interesante atender a esta ley porque, como ya ha ocurrido en más ocasiones, los experimentos en la Comunidad de Madrid pronto se extienden al resto del Estado. Curiosamente, es una ley que impone una intervención de los poderes políticos sobre la autonomía universitaria que dice poco en favor de la educación liberal. Sería el sueño del leninismo (y hay mucho de leninismo en las nuevas estrategias conservadoras).
El problema del documento de la CEOE está en el peso de sus estereotipos sobre los juicios que emite. Necesitamos más ciencia, cierto; necesitamos más ingeniería; cierto, también. Necesitamos una atención a la profesión docente. Completamente de acuerdo. Necesitamos más creatividad y experimentalidad en la educación: exultante acuerdo. Pero tal vez, mucho más urgente, necesitemos otra clase empresarial que resuelva sus propios déficits, que no son menores ni menos peligrosos que los del sistema educativo.
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Fernando Broncano. Departamento de Humanidades: Filosofía, Lenguaje y Literatura. Universidad Carlos III de Madrid.
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