Izquierda desorientada busca votante para relación estable
En un país que se declara de izquierdas pero vota derechas, el PP supera en voto obrero a Unidos Podemos mientras este, ERC y Bildu tienen en las clases altas sus mayores graneros
Eduardo Bayona 7/06/2017
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¿Qué es la izquierda en España? Algo conceptualmente complejo o, cuando menos, difícil de definir y entender. El Diccionario remite a los “partidos no conservadores ni centristas” y a las “personas que profesan ideas reformistas o, en general, no conservadoras”; definiciones tan amplias como ambiguas, y en negativo que los barómetros del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) no ayudan a acotar: el último con intención de voto revela que el PP tiene mayores apoyos entre los obreros que Unidos Podemos y el resto de formaciones de su grupo parlamentario (15,2% por 14,6% entre los no cualificados y 15% por 13,7% en los cualificados) y que estos últimos son, con un 19,2%, los más apoyados entre las clases medias-altas y las altas.
Esos datos, reforzados por otros que muestran que formaciones como ERC y Bildu obtienen sus mayores porcentajes de apoyo entre las clases más pudientes y cómo el atractivo político del primero de esos partidos es prácticamente inexistente entre los obreros catalanes no cualificados, ponen en cuestión las tradicionales interpretaciones sobre las ubicaciones ideológicas de los españoles y su extracción social. Y, al mismo tiempo, se perfilan como una de las causas, o quizás sean síntomas, de la desorientación que transmiten las cúpulas de los partidos de la izquierda, que en los próximos meses cerrarán unos procesos de renovación que, en los casos del PSOE y de Podemos, no han estado lejos de alcanzar la categoría de impugnación.
Los españoles se declaran mayoritariamente de izquierdas, según indica el barómetro del CIS publicado este mismo martes 6 de junio: concretamente, un 55% de los ciudadanos se ubica en la mitad zurda del arco político, frente a un 21,2% que se ubica en la diestra mientras un 23,9% (la décima le sobra al CIS) no se pronuncia. El grueso de los primeros, el 45,1% del total, se declara de centro-izquierda, al colocarse en las casillas tres a cinco de una escala de uno a diez.
El grupo de edad al que menos preocupa la corrupción y el fraude sea el de los mayores de 65 años (más de un tercio del censo) y que en esa franja de edad se halle el mayor foco de votantes del PP
Sin embargo, la última foto electoral, distorsionada por la abstención y el sistema de reparto de escaños, fue muy distinta: el PP se llevó el 33% de las papeletas válidas y el 39% de los escaños con el apoyo del 32,7% del censo, porcentajes a los que cabe sumar los de C’s (13%, 12,8% y 12,92), CDC (2%, 2,2% y 1,99%), PNV (1,2%, 1,42% y 1,18%) y CC (0,33%, 0,28% y 0,32%). Es decir, que la derecha obtiene en las urnas casi la mitad del apoyo y más de la mitad de los representantes, una realidad que, dejando al margen actuaciones como las abstenciones del PSOE en la investidura de Mariano Rajoy, se difumina en el día a día parlamentario debido a la división entre la derecha española y la derecha catalana en torno al Procés.
¿Extrema izquierda de clase alta?
Quizá en ese reparto también puedan tener algo que ver hechos como que el grupo de edad al que menos preocupa la corrupción y el fraude sea el de los mayores de 65 años (más de un tercio del censo) y que en esa franja de edad se halle el mayor foco de votantes del PP, al que uno de cada seis jubilados asegura que le votaría siempre (le ocurre algo similar a CDC, hoy PDCat).
Y tampoco hay que descartar la influencia de aspectos de carácter estratégico como el rechazo propagandístico de los conservadores y de Ciudadanos a elevar el margen de maniobra de las comunidades en un país en el que más de una cuarta parte de la población se muestra jacobina: más del 17% apoyaría un Estado sin autonomías y un 9,9% se muestra partidario de recortar sus competencias. Disimulada queda, gracias a la sordina mediática, la mejora del cupo vasco a cambio de votos para los Presupuestos.
No obstante, la realidad social del país incluye datos sorprendentes, como el hecho de que el grupo social con más miembros autoubicados en la extrema izquierda (12,1%) sea el de las clases más altas, cuya tasa prácticamente duplica la del 6,6% de obreros no cualificados que se sitúan en ese mismo espectro político. Ambas ofrecen niveles similares de radicalización por el otro extremo (3,1% y 3% de ultraderechistas, respectivamente) que, no obstante, llega a verse superada por el 4,4% de las clases medias tradicionales. Las franquicias de Le Pen no parecen disponer todavía de mercado en España.
También llama la atención el hecho de que más de un tercio de los obreros asegure que nunca votará al PSOE (más del 40% entre los cualificados), tasa que llega a superar el 40% en el caso de IU y el 50% en el de Podemos, mientras el PP solo encuentra rechazos inferiores a la mitad del electorado entre los agricultores (16%), los jubilados (48,6%), los estudiantes (48,2%) y las amas de casa (34,5).
Visualizaciones y conductos
Los últimos barómetros contienen indicios de que los bloques ideológicos que dibujan los partidos y los vasos comunicantes entre ellos no acaban de coincidir con los que visualizan los ciudadanos. O, quizás, de que las cúpulas de las formaciones no acaban de detectar los ejes en los que se mueven estos tras la crisis, el 15M y la irrupción de la nueva política.
Las tres grandes disyuntivas del 11,9% de votantes indecisos antes del 26-J, que suponían más de 2,8 millones de votantes, basculaban entre PP y C’s (16,1%), PSOE y Unidos Podemos (14%) y PSOE-C’s (12%). Un año después, mientras solo tres formaciones mantienen fidelidades superiores al 75% (ERC, 83,1%; PP, 79,3%; PDCat, 75,9%), el PSOE (65,8%) pierde más apoyos hacia Ciudadanos (3,2%) que hacia UP (2,5%, con medio punto más hacia otras formaciones de su grupo), aunque su mayor sangría se dirige hacia la abstención y el voto en blanco (6,6%), mientras se convierte en el principal beneficiario (2,9%) de las deserciones de los naranjas y atrae a nada menos que un 13,2% (más de la octava parte) de los votantes del PNV.
más de un tercio de los obreros asegura que nunca votará al PSOE (más del 40% entre los cualificados), tasa que llega a superar el 40% en el caso de IU y el 50% en el de Podemos
Unidos Podemos (67,1%) tiene más pérdidas hacia C’s (3,5%) que en dirección a los socialistas (2,3%), aunque la suma de esas dos vías se queda por detrás del 6,2% de abstencionistas que salen de sus votantes. Los movimientos son más previsibles en el centro-derecha, donde el PP pierde cinco puntos en abstencionistas mientras traspasa 4,2 a Ciudadanos, que es el que mayores problemas de desmovilización sufre, con una fuga de más de nueve puntos hacia el voto en blanco (2,9%) y la abstención (6,2%).
Así, mientras las nuevas formaciones comienzan a tener problemas notorios para fijar a su electorado, las mayores migraciones de voto en la izquierda se producen hacia y desde partidos del centro-derecha en lugar de dentro de su ámbito, lo que sí ocurre en el otro flanco.
Edades, rechazos y afinidades
Sin embargo, otros datos albergan indicios de que los actuales equilibrios parlamentarios pueden cambiar si los nuevos partidos logran consolidarse. Aunque se trata de un proceso lento, de varios lustros. La distribución de las preferencias por tramos de edad de los votantes revela cómo Unidos Podemos, En Comú-Podem y En Marea son las fuerzas más votadas entre los votantes de 18 a 44 años, con porcentajes de entre el 15,9% y el 19,5%, y superan por una décima en la decena siguiente al PSOE, que queda como cuarta fuerza en los tres primeros bloques y sube al tercero en este.
Las dos principales referencias de la izquierda española solo están igualadas en la decena de 44 a 54 años. Los morados son claramente superiores en las anteriores, en las que C’s se sitúa como la segunda fuerza entre los más jóvenes (18 a 24) y en los de 35 a 44 con tasas del 16,3% y del 13,7% que desplazan al PP a la tercera posición. Por el contrario, naranjas y morados se desploman en las franjas de más de 54 años, que suman casi el 60% de los votantes (14,1 millones de 24,1) y en las que los socialistas resisten con porcentajes superiores al 15% y el 20% mientras los conservadores superan el 17% y el 30%.
¿Tienen margen de mejora electoral el PSOE, Unidos Podemos y el resto de la izquierda para acercar los resultados electorales a la autoubicación ideológica de los españoles? Sí, siempre que sepan descifrar las causas de los movimientos de sus electores desde y hacia la abstención y, especialmente, el centro-derecha.
Ese conducto les ofrece la ventaja estratégica de poder cosechar en el campo del vecino, especialmente en el caso de los socialistas, que siguen siendo, de las cuatro formaciones principales, la que menores niveles de rechazo sufre (no pasa del 40% en ninguna franja de edad mientras el resto la supera en todas con la excepción de morados y naranjas entre los menores de 25). No obstante, esa misma vía puede ser aprovechada por Ciudadanos para restarle fuerza, aunque sus votantes muestran cierta disposición a coger la papeleta del puño y la rosa (más, incluso, que la del charrán), en una apertura similar, aunque algo menos acusada, a la que muestran en Catalunya los partidarios de ERC con En Comú Podem. Y viceversa, claro.
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