El billete
Censura
Alguien tenía que decir la verdad, sin tener en cuenta las turbias intrigas de pasillo, ni las presumibles apostillas mediáticas
Luciano G. Egido 14/06/2017
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Alguien tenía que decírselo. En voz alta, cara a cara, con suficiente claridad, y en un auditorio con repercusión nacional. Más allá de las noticias y de los comentarios periodísticos, más allá de las tertulias radiofónicas y televisivas, más allá de las charlas de café entre amigos y de las conversaciones familiares y domésticas, alguien tenía que decirlo a los cuatro vientos. En público y con los datos en la mano. No importa el previsible fracaso parlamentario de la denuncia, jaleado, adjetivado y enfatizado, previamente, por los asalariados del Gobierno, y al margen de los trapicheos políticos al uso, con sus mezquinos objetivos electorales, o de la inmoralidad de los chantajes presupuestarios. Alguien tenía que decir la verdad, sin tener en cuenta las turbias intrigas de pasillo, ni las presumibles apostillas mediáticas, tópicas e interesadas, de los integrantes de las nóminas oficiales. Alguien tenía que decir que tenemos el partido gubernamental más corrompido de toda Europa y de todo el mundo económicamente desarrollado, que cada día aumenta su corrupción, en un goteo inacabable de escándalos y de nombres, a pesar de los tapabocas y de los cortafuegos institucionales, que hacen su trabajo en la sombra y con la complicidad de unos cuantos fiscales y jueces venales, vergonzosamente desacreditados. Alguien tenía que apechar con las consecuencias desvelando el estado de miseria en el que el señor Rajoy, el del “Sé fuerte, Luis”, que oficializaba, consagraba y bendecía la corrupción política, ha metido al país, el del creciente número de pobres, el de la vergonzosa explotación del trabajo juvenil, el de los empleos precarios, el de la falta de derechos laborales, el de las pensiones de hambre ( este año han subido dos euros al mes), los constantes cierres de pequeños negocios, la ridícula esperanza de la baja del paro, gracias al turismo de verano, cuyas ganancias vuelven al extranjero, en los paraísos fiscales, tolerados legalmente, el aumento de las exportaciones, que benefician a una minoría de empresarios, con cuentas abiertas en Andorra, Suiza o Panamá, los drásticos recortes en Sanidad y Educación, que potencian el analfabetismo y la enfermedad, con el desvío de recursos a la medicina privada y a la enseñanza concertada, las impúdicas amnistías fiscales del señor Montoro, que perdonan a los defraudadores millonarios y los devuelven a la normalidad fiscal, la tolerancia con las puertas giratorias, que aseguran un buen retiro a los políticos en decadencia, en las empresas a las que favorecieron cuando estaban en activo, la sorprendente situación de parte de la justicia, que no tiene nada que ver con la Justicia. Alguien tenía que decir No. Alguien tenía que gritar “¡Basta!”.
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Luciano G. Egido
Es escritor y periodista. Autor de numerosas novelas y ensayos por los que ha obtenido diversos premios.
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