Tribuna
Debate ‘e-mocionante’: PSOE y Podemos, mutuamente emplazados
Hemos de movernos hacia una nueva moción que democráticamente saque del Gobierno del Estado a un presidente indigno
José Antonio Pérez Tapias 15/06/2017
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Diputados y diputadas del Partido Popular, ése que guarda las esencias del españolismo rancio con el mismo fervor que tapa las miserias de los casos de corrupción que le afectan, entraron en el hemiciclo con el aire arrogante que les lleva siempre hacia sus escaños confiados en lo que son: representantes de la clase dominante, aunque sea con el voto añadido de millones de electores que sociológicamente no forman parte de tal estrato. Así son las cosas y eso es lo que permite que Mariano Rajoy siga siendo, también después de la moción de censura presentada por Unidos Podemos contra él, presidente del más indigno gobierno que España ha tenido desde que la dictadura franquista quedó atrás. De tal indignidad no se privaron de dar muestras sus miembros desde el comienzo mismo de la sesión parlamentaria para tal moción: lecturas aparentemente relajadas, miradas distraídas, comentarios frívolos o el siempre socorrido recurso de mensajes por los móviles… Pero fue inútil.
Rajoy y su gobierno, junto con toda la bancada popular que tenían a sus espaldas, se tuvieron que tragar –luego llegaría el eructo del provocador Rafael Hernando-- el apabullante y bien trabado discurso de la diputada Montero, portavoz de Unidos Podemos, con el documentado listado de todo lo que de corrupción cae sobre el PP. La derecha del hemiciclo se puso la coraza, mas eso no impidió que ella, y toda la sociedad española, volviera a tener presente lo que envilece la política de nuestro país, desprestigia sus instituciones y lastra hasta lo indecible una acción de gobierno tocada por la deslegitimación que indefectiblemente recae sobre ella.
La exposición de la diputada Montero, tan sobria como brillante, no dejó nada fuera, y tras exponer también los desastres sociales de los ajustes del PP, dejó en claro las razones que en conjunto motivaban la moción de censura contra el presidente Rajoy. Éste, buscando refugio en clásicos malamente traídos a colación, fue a parar a Francisco de Quevedo, para tratar de utilizar una cita suya como arma arrojadiza –“el exceso es el veneno de la razón”--, cuando en verdad es el mismo Rajoy quien se halla mortalmente envenenado por los excesos en tapar los casos de corrupción que ineludiblemente quedaron desgranados desde la tribuna del hemiciclo.
Rajoy y su gobierno, junto con toda la bancada popular que tenían a sus espaldas, se tuvieron que tragar el apabullante y bien trabado discurso de la diputada Montero
La moción de censura, encauzada por derroteros ajenos al esperpento que muchos esperaban y deseaban –hablaban de circo los que ofrecen el más penoso espectáculo que los españoles podemos ver---, siguió adelante con la intervención del diputado Iglesias en su papel de candidato alternativo al presidente tan merecidamente censurado. Tras palabras iniciales dedicadas al grupo parlamentario socialista, reconociendo “errores” propios en tiempos pasados –alusión a los procesos de investidura tras elecciones generales de 2015 y 2016, tratando de neutralizar la machacona referencia desde el PSOE a que Podemos impidió que Sánchez llegara a la presidencia del gobierno--, Iglesias emprendió el largo recorrido de un discurso, con pretensiones de constructivo más allá de la obligada crítica al PP y la necesaria referencia a medidas contra la corrupción, en el que algunos puntos destacaron sobremanera, máxime con lo que conllevaban de guiños al PSOE. Es el caso de su alusión a las medidas aplicadas al sistema bancario por el Gobierno portugués –referencia ensalzada por Pedro Sánchez desde el campo socialista--, como muestra de por dónde hay un camino transitable con pacto de izquierda y sin castigar a la ciudadanía con la mal llamada austeridad. Un lugar destacado ocupó su abierta y clara exposición de la cuestión de las naciones que ha de resolver el Estado español, con crítica a fondo al inmovilismo del PP: España vista como plurinacional, subrayando la necesidad de referéndum en Cataluña para dar paso a un renovado pacto constitucional –punto reforzado por las amables palabras de Xavier Domènech desde En Comú Podem recordando a los socialistas lo que todos habríamos de saber: para ir hacia un Estado federal plurinacional como solución a la crisis del Estado no basta con hablar de plurinacionalidad entendiendo las naciones como meramente culturales, pues es ineludible su condición de realidades políticas--. Importantes fueron las apelaciones a una Europa que ha de reganarse como Europa social y como Europa que atiende el derecho de asilo a refugiados. No faltó una referencia puntual al significado de los resultados electorales de Corbyn en el Reino Unido, con lo que suponen de acicate para una socialdemocracia que debe reencontrarse.
Visto lo visto y oído lo que se oyó, una pregunta se hacía fácilmente presente al hilo de la intervención de Pablo Iglesias: ¿por qué no se negoció, antes de llevar al Parlamento la moción de censura, un programa de gobierno para una moción que por norma había de ser “constructiva”, incluyendo candidatura a la Presidencia del Gobierno? Siendo ésta una cuestión fundamental que no pierde peso ni aun planteada retrospectivamente, lo cierto es que con los dos discursos que los representantes de Unidos Podemos llevaron a la cámara el debate ganó altura y entró en la dinámica de una verdadera “moción”, es decir, pasó a tener las características de un debate en el que había que “moverse”, tomar posición, argumentar…, aunque su destino en tanto que moción de censura se supiera fijado en los 82 votos a favor del grupo proponente (con los votos de ERC y Bildu), los 170 en contra de las derechas que sostienen el Gobierno, y en medio las 97 abstenciones que eran previsibles, con un significado de compartir la crítica pero de no suscribir la propuesta.
El debate no dejó de concitar “emoción” –movimiento de las expectativas, animadas de pasiones políticas diversas--, y de activar ‘e-mociones’ en las redes sociales por parte de muchos de los que lo seguíamos, a la espera de ver qué se decía desde el Partido Socialista, habida cuenta de que lo haría su “portavoz provisional” como transmisor de la posición del grupo parlamentario y, en especial, del nuevo secretario general, Pedro Sánchez, en vísperas del congreso que ha de consumar el proceso electoral con el que la militancia le ha repuesto al frente del partido.
No lo tenía fácil José Luis Ábalos como portavoz socialista pues, a pesar de la calidad del debate, seguía siendo la planteada por Unidos Podemos una moción de censura presentada con precipitación –en momento imposible para el PSOE-- y por ello mismo no acompañada, como quedó señalado, de pacto previo con otros partidos en torno a programa y a candidatura alternativa, lo cual llevaba a que la posición del Partido Socialista fuera de abstención. Y Ábalos tenía que justificarla. Es verdad que para ello no hacía falta tanto insistir en lo ocurrido en 2016, presentando el que Podemos no votara la investidura de Sánchez como la censura al PP que se dejó pasar. Tal insistencia más parecía un lamento melancólico a destiempo que un pertinente ejercicio de memoria. El momento político, con su problemática, es otro, por más que traiga causa del pasado reciente.
España y su ciudadanía merecen todo el trabajo necesario para que sea realidad esa moción de censura que democráticamente saque del Gobierno del Estado a un presidente indigno
Asumida la abstención --el mismo Iglesias la daba tan por hecha que la descontaba--, el caso es que el desarrollo de la moción, desde las intervenciones de quienes la planteaban, fue pasando por cuestiones políticas de suyo insoslayables, desde la necesidad de desalojar al PP del Gobierno hasta la respuesta a dar a la crisis del Estado. Por ello, a la postre son dignas de ser subrayadas estas palabras del portavoz socialista dirigidas a la bancada de Podemos: "Tendremos que conformar una nueva mayoría en la que seguro que podemos entendernos".
¡Debemos, cabe añadir! Y tanto es así que el mismo Ábalos respondió a la réplica de Iglesias en estos términos: "Recojo el guante, estamos dispuestos a construir una mayoría alternativa para desmontar las políticas injustas del PP”.
Entre las intervenciones de Iglesias y de Ábalos, de ninguna manera han de dejarse sin mencionar las palabras del diputado Joan Baldoví, de Compromís, instando a que PSOE y Podemos trabajen sin demora en aras del acuerdo necesario para lograr esa mayoría que permita en su momento –debe ser lo antes posible-- esa moción de censura con visos de ser efectiva en cuanto a alternativa al PP. De ella habló Pedro Sánchez en la campaña de primarias que le ha traído de nuevo al frente del PSOE, y siendo posibilidad formulada en contexto de compromiso electoral, ha de procurarse hacerla realidad. Es cierto que el portavoz del PSOE no formuló un compromiso explícito al respecto, pero por sus palabras no quedó excluido –no debía--, máxime cuando es factible y el PP la teme, y por ello tratará de desacreditar cualquier mención a que una nueva moción se abra camino. Pero España y su ciudadanía merecen todo el trabajo necesario para que sea realidad esa moción de censura que democráticamente saque del Gobierno del Estado a un presidente indigno. La indignación que ello produce no ha de traicionarse. Aun siendo redundantes –en la expresión y en la acción--, hay que decir que hemos de movernos hacia una nueva moción. Sigue siendo acuciante el pacto en torno a una apuesta clara e inequívoca por la decencia democrática que nos es imprescindible. Es primer peldaño para alcanzar logros de justicia.
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José Antonio Pérez Tapias
Es catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Granada. Es autor de 'Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional'(Madrid, Trotta, 2013).
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