Sin memoria no hay orgullo
La manifestación estatal del Orgullo LGTB: ni desfile, ni cabalgata, ni festival, ni fiesta
Begonya Enguix Grau 28/06/2017
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Una muchedumbre inunda Madrid. Hay miles de cuerpos en la calle, de todos los géneros y orientaciones, de todas las edades, orígenes y condiciones. Es la "mani" del Orgullo, el Orgullo "Gay" (sic) o el Orgullo a secas. No hace falta decir más. Todo Madrid la disfruta y la padece. La ciudad ha hecho algo suya la manifestación y la manifestación ha hecho suya la ciudad ocupando el espacio público. Es una de las manifestaciones más numerosas del país y la manifestación LGTB más grande de Europa. Muchas personas marchan en protesta contra la discriminación y en defensa de la igualdad. Muchas van para divertirse. Algunas van a cara descubierta, otras van disfrazadas o con máscara. Hay cuerpos y maquillajes espectaculares y no espectaculares, hay vestidos de lentejuelas, hay vaqueros y camisetas; hay grupos de amigos y familias; hay activistas y estudiantes, jóvenes y no tan jóvenes, gente de Madrid y de fuera, gente a pie y gente en carroza, música y consignas. Es la manifestación estatal del Orgullo LGTB, organizada por COGAM -colectivo LGTB+ de Madrid- y la FELGTB -Federación Estatal LGTB. Y pasa en Madrid de un modo distinto a como pasa en otros lados (sin vallas, sin retransmisión por televisión, sin cobrar entrada, sin organización profesionalizada) y empieza a ser tan importante que algunos la consideran ya una tradición, el momento en el que empieza para ellos el año, el momento para reencontrarse.
En los años 60 del siglo pasado y en el contexto de las distintas revoluciones que tuvieron lugar, las personas que hoy llamamos LGTB+ (entonces agrupadas en la etiqueta "gay"), cansadas de la discriminación, la exclusión, el estigma social y las redadas en sus lugares de encuentro, empezaron a plantar cara dándose una serie de revueltas (en San Francisco, en Washington y otros lugares de los EE.UU.) entre las que destaca la de la noche del 28 de junio de 1969 (y siguientes) en el Stonewall Inn de Nueva York. Las revueltas de Stonewall se dieron en el contexto sociocultural propicio y devinieron rápidamente conmemorables dando origen a las manifestaciones por la liberación sexual que se iniciaron en EE.UU. en 1970 y pronto se expandieron a otros lugares.
Han pasado cuarenta años desde la celebración de las primeras manifestaciones españolas por la liberación homosexual. En estos cuarenta años, la manifestación de Madrid ha pasado de siete mil asistentes (1978) a cerca de un millón. Se ha pasado de utilizar estrategias para rellenar el espacio -como desplegar enormes banderas del arcoíris- a no caber. Se ha pasado de recolectar dinero en Chueca para poder celebrar el Orgullo, comercio a comercio, a contar con una infraestructura en la que participan instituciones públicas y empresas (AEGAL). Del Orgullo de barrio se ha pasado al WorldPride. De mostrar pancartas que dicen "nosotros no tenemos miedo, nosotros somos" (Barcelona, 1977) se ha pasado no solo a ser sino a exigir y defender los derechos "reales" de todos y todas y particularmente de quienes no tienen voz. Se ha pasado de ir a la manifestación con gafas de sol o máscaras y esconderse tras la pancarta, a subir a una carroza y bailar en tanga. Hemos pasado de pretender la liberación sexual a celebrar el Orgullo. Hemos pasado de ser un país recién salido de una dictadura, atrasado, caduco, pacato y machista a ser un país democrático, moderno y modelo en lo que respecta a derechos LGTB+ (y aún machista) aunque según el informe de la International Lesbian and Gay Association(ILGA) de 2017, España va bajando posiciones en el ranking de países donde las personas LGTB+ gozan de mayores libertades y derechos.
En estos cuarenta años, la manifestación de Madrid ha pasado de siete mil asistentes (1978) a cerca de un millón
Sin duda existe una conexión entre el lugar donde estuvimos y el lugar en el que estamos, aunque este sea un lugar frágil, expuesto, inestable, aún injusto y discriminatorio. Llegamos aquí porque antes hubo quienes se manifestaron por las libertades y los derechos LGTB (y también de todos). Aunque se dejaron cosas por el camino, la manifestación fue, y aún es, un elemento importante para la modernización y transformación de Madrid y del país.
Las primeras manifestaciones públicas como acción colectiva de protesta se asocian a las movilizaciones obreras del siglo XIX. La manifestación es la estrategia expresiva más importante de los movimientos sociales. La manifestación estatal es el acto central de las celebraciones del Orgullo y es considerada como el acto central del activismo LGTB+. Es un argumento de imágenes pero sobre todo es un acto de visibilidad, un acto político de visibilidad. La visibilidad, la diversidad y la demanda de igualdad son los ejes fundamentales que han dado y dan sentido a esta manifestación. Gracias a una estrategia basada en la "unidad en la diversidad", reúne a cientos de miles de personas. Según los colectivos convocantes esta enorme movilización les otorga legitimidad y poder de interlocución social. Con sus lemas y manifiestos pone en la agenda social y política cuestiones que de otro modo quedarían invisibilizadas. En todos los recorridos que ha tenido ha ocupado zonas céntricas de Madrid, resignificando el espacio y transformando por unas horas las relaciones sociales y de poder. La manifestación estatal es un ritual de inversión, un instrumento de ruptura simbólica que desborda la frontera entre lo público y lo privado y enfrenta el armario y la vergüenza con la visibilidad y el orgullo.
La visibilidad, la diversidad y la demanda de igualdad son los ejes fundamentales que han dado y dan sentido a esta manifestación
En 1996 participó en la manifestación la primera carroza comercial patrocinada y a inicios de los años 2000 la manifestación de Madrid devino manifestación estatal sumando colectivos del resto del país a la convocatoria. Su crecimiento desde entonces ha sido imparable merced a la adopción de un modelo que Pedro Zerolo definió como "una manifestación de diversidad reivindicativa, una manifiesta, una manifestación festiva, una manifestación con reivindicación, que la ha habido siempre y la sigue habiendo, sin renunciar a un elemento fundamental de reivindicación que fue la fiesta porque nuestra reivindicación empieza en una fiesta, empieza en un bar" (entrevista a Pedro Zerolo 13/10/2011). Una manifestación así seguramente no existiría de no haber contado con una estructura de locales de "ambiente" como la existente en el barrio de Chueca en los años 80 y 90. Chueca, como espacio físico de soporte para las sociabilidades LGTB+, favoreció las relaciones personales y sociales que facilitaron la manifestación.
En la manifestación estatal existen dos secciones, una que se proclama reivindicativa y otra más lúdico-festiva en donde participan carrozas de partidos políticos, ONG, asociaciones LGTB y empresas más o menos relacionadas con el mundo LGTB. Su doble estructura y su organización por parte de colectivos activistas distingue Madrid de las manifestaciones de otros lugares -como Nueva York o San Francisco- donde la organización del Orgullo está profesionalizada y en manos de entidades creadas para tal fin. Hay otro rasgo que singulariza Madrid: la participación ciudadana. La ausencia de vallas de separación entre participantes y público -que podrían convertir la manifestación en un espectáculo al que se asiste pasivamente- promueve la indiferenciación entre dentro/fuera, la disolución de fronteras, el intercambio constante, la recepción del mensaje. Dificulta el movimiento, pero favorece la mezcla.
La manifestación estatal es un fenómeno denso, poliédrico, espectacularizado y contradictorio. Nos habla sobre la configuración contemporánea de la política, las identidades, las lógicas neoliberales, los activismos y los movimientos sociales. Nos habla de los límites borrosos y móviles entre ellos, de sus contornos desdibujados y sus intersecciones. En ella late el pulso de la sociedad española actual. Es interesante, año tras año, observar quién está y quién no está. En 2014 y 2015 hubo una mayor participación de partidos políticos (empezaba la campaña). Año a año aumenta la participación de jóvenes y mujeres.
Nos habla sobre la configuración contemporánea de la política, las identidades, las lógicas neoliberales, los activismos y los movimientos sociales
Junto con las otras actividades que se organizan en torno al Orgullo, la manifestación se inscribe en un proceso de transformación de las ciudades en espacios de consumo, ocio y entretenimiento que genera enormes oportunidades de negocio por su rentabilidad turística (fundamentalmente). Está atravesada por las tensiones entre el activismo y el mercado y por las tensiones entre el negocio, la protesta y la fiesta. En su territorio se encuentran instituciones, empresas, partidos y activistas y participantes defensores del modelo de la manifiesta y activistas y participantes críticos con la mercantilización del evento y defensores de un modelo de reivindicación "puro", "auténtico" y sin carrozas. Es el campo de batalla sobre el que se articulan alianzas y estrategias y se trazan fronteras y límites entre los diversos actores sociales que tienen que ver con ella (activistas, empresas, instituciones públicas, partidos y sindicatos, ONG, etc.). Es espacio para el disfrute, pero es mucho más que eso; es espacio para la protesta y debe seguir siéndolo, pues ese es el sentido último de una manifestación.
La manifestación estatal es anarquía y orden, estructura y communitas.
Muchas personas pensaron que tras la consecución del matrimonio igualitario ya estaba todo hecho y consideraron que el activismo LGTB+ quedaba despolitizado, desexualizado y falto de objetivos. La manifestación estatal del Orgullo LGTB y su éxito de convocatoria año tras año parece apuntar en otra dirección. Los lemas de las manifestaciones de 2015 y 2016 ("Por los derechos reales ¡ya!") y el lema de la manifestación del WorldPride 2017 ("Por los derechos LGTBI en todo el mundo") recuerdan que queda mucho por hacer. Son una llamada de atención y una llamada a la acción.
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Begonya Enguix Grau es profesora de Antropología Social en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
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Begonya Enguix Grau
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