FOTOGRAFÍA
Doble Trillo
Una conversación en torno a la obra fotográfica de Miguel Trillo a propósito de su Doble exposición en el CA2M
José Luis Gallero / Mireia Sentís Madrid , 19/07/2017
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José Luis Gallero: Mientras hojeaba el elegante catálogo a bordo del tren de cercanías en que regresábamos a Madrid, tomé conciencia de que la exposición de Trillo es en sí misma un catálogo. Eso me recordó una vieja obsesión: la del espectador que sueña con asistir algún día a una muestra que únicamente seleccione obras maestras del artista, sin perjuicio de que en paralelo se elabore un catálogo tan exhaustivo como se quiera. La cuestión no viene al caso esta vez, ya que el planteamiento de Doble exposición no es exactamente antológico, sino reconstructivo. Por otra parte, y pese a conocer el trabajo de Trillo desde hace tres décadas, me sorprende comprobar hasta qué punto es un fotógrafo underground. Por fin tengo la respuesta a un interrogante que me asalta periódicamente: ¿cuándo le concederán el Premio Nacional de Fotografía? Probablemente, nunca.
Mireia Sentís: ¡Ah, los premios! Hay que valorarlos, porque suelen ayudar a dar a conocer una obra. Fuera de eso, ya se sabe: caen sobre autores muy conocidos, que ya han entrado por la puerta grande del mundo del arte (la económica) o se mueven en ciertos círculos (muchos lo hacen de forma natural, no insinúo que actúen por interés). Y, después, influye el factor suerte: estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. En realidad, suelen recaer sobre trayectorias muy lineales. No es el caso de Trillo, un autor a medio camino entre la semiología y la fotografía, y cuya prioridad no es la «calidad» de la presentación de las fotos (otro obstáculo para dicho premio), sino el registro de unas tribus que no figuran en ningún mainstream. Y lo hace, investigando formatos e incluyendo en su estética final a los sujetos fotografiados. ¿Recibirá alguna vez el Premio Nacional otro interesante fotógrafo, diametralmente opuesto a Trillo, pero que se sitúa también a medio camino entre la antropología y la fotografía, como Ramón Zabalza? ¡Ah, los premios!
JLG: En sus respectivos textos del catálogo, José Manuel Costa y Juan Albarrán coinciden contigo en la escasa importancia que Trillo concede tanto a la estética como a la técnica. Hasta cierto punto, lo lamento, pues se trata de un retratista notable, que en alguna ocasión (Souvenirs, Moriarty, 1992) me hizo pensar en la mirada de los clásicos, no solo de la fotografía, sino de la pintura. Costa define el estilo del fotógrafo gaditano valiéndose de una paradoja —«minimalismo barroco»— que a mi juicio encierra una gran verdad. Su obra es una combinación genuina de economía formal y sobrecarga folclórica. Ya el título de su celebrado fanzine Rockocó (1981-1985, reeditado en 2017) da pistas al respecto. Sánchez Robayna teorizaba en 1991 acerca de un «Barroco de la levedad». Siempre busco algún texto de Trillo en sus catálogos, pues me parece un escritor sobresaliente. Cada vez me apasiona más el campo de intersección entre la imagen y la palabra, lo visual y lo verbal, pues así como existen aspectos cuya representación no está al alcance de la plástica, hay otros que la escritura no es capaz de nombrar. A propósito de artistas que escriben y de escritores que cultivan las artes visuales, Juan Manuel Bonet hablaba de «doble militancia». Entre los fotógrafos españoles abundan los ejemplos. Además de Trillo, están Zabalza, Fontcuberta, Vallhonrat, García-Alix, Ouka Leele, tú misma...
MS: Yo no creo que Trillo conceda escasa importancia a la estética. Me da la impresión de que considera que cada trabajo, cada enfoque, requiere su estética. No tiene sentido presentar imponentes cajas de luz, por ejemplo, para dar cuenta de un concierto al que acude una juventud que se siente mejor representada con fotocopias pegadas a la pared, tal como harían en su propia habitación. Eso, lejos de descuidar la estética, es reflexionar sobre su papel comunicativo. Estoy de acuerdo, en cambio, con la feliz descripción de Costa, pero no acabo de comprender lo de «doble militancia». La palabra «artista» engloba toda mente creativa. Ya se exprese a través de la fotografía, la pintura, la escritura o la música, concibe desde un mismo lugar —uno solo—. Sencillamente, hay a quien le basta un único instrumento y quien necesita varios. Existen antropólogos que también son novelistas; pienso en Zora Neale Hurston, quien practicó dos formas de escritura que a nosotros se nos antojan antagónicas. La palabra «militancia» se podría aplicar más bien a ciertos artistas integrados en grupos sujetos a normas (Bauhaus, Surrealismo, Fluxus…). Cualquiera de los fotógrafos que nombras responde más bien a la idea «clásica» del artista: alguien que acampa por su lado. Trillo es justamente un paradigma: asociado inicialmente a La Movida, o mejor, formado en La Movida, ha ido evolucionando a su aire hasta convertirse en estudioso de diversos lenguajes adolescentes, que en realidad son el mismo: vestir el uniforme de la tribu a que se quiere pertenecer. Yo lo veo más cercano a los Becher que a otros fotógrafos surgidos en su mismo ambiente. Para seguir con las paradojas: ¿qué te parece la idea de considerar a Trillo, dada la calidad pictórica de sus imágenes, como un Becher pintor?
JLG: Podría ser. Hay muchas facetas desconocidas de su producción. Posee, por ejemplo, un extenso archivo de grafitis (Culturas, La Vanguardia, 12 mayo, 2004). Yo siento especial curiosidad por su inédita etapa «surrealizante», previa a la exploración de tribus urbanas, cuyos orígenes revisita esta Doble exposición.
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Miguel Trilo. Doble Exposición puede visitarse hasta el 22 de octubre de 2017 en CAM2M (Móstoles).
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José Luis Gallero / Mireia Sentís
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