El billete
La Constitución no es la Biblia
De los siete creadores de la Carta Magna, solo uno era verdaderamente de izquierdas
Luciano G. Egido 25/07/2017
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Hay un malentendido histórico-político, azuzado por el Gobierno, que le confiere a la Constitución española de 1978 el carácter de texto sagrado, adorable, irrenunciable e intocable. Nada más lejos de la verdad, como una trampa de la ideología conservadora, que logró con ella perpetuar los fondos del franquismo, después de muerto el dictador, siguiendo al pie de la letra la presunción del general Franco de que, a su muerte, todo quedaba atado y bien atado. El personaje sabía lo que se decía. Bastaría escuchar la cerrada defensa gubernamental de la Constitución para entender su verdadero sentido. Al fin y al cabo, no es más que la continuación del espíritu de la transición, vergonzoso engaño a una izquierda, diezmada, traumatizada y recién salida del agujero. Torcuato Fernández Miranda y Adolfo Suárez, dos falangistas de toda la vida, camisa azul, desde por la mañana, y el yugo y las flechas, como señas de identificación, guiaron la transición, para que, como decía el Príncipe de Lampedusa, todo cambiara, para que todo siguiera igual. No hay más que ver la composición de “los padres de la Constitución”, mayoritariamente hombres de la derecha tradicional, que había sostenido la dictadura, durante cuarenta años, sin demasiados escrúpulos y con ascos más bien superficiales. De los siete creadores de la Constitución, solo uno era verdaderamente de izquierdas, Solé Tura, el resto o eran franquistas convencidos, como Fraga y Cisneros, uno ministrísimo y el otro director general del Frente de Juventudes, el de las “montañas nevadas”, o de ese centro geométrico, que, como decía Charles Péguy, es de derechas, pues “cuando un hombre no es de derecha ni de izquierdas, es que es de derechas”. Resulta que cinco ponentes eran potencialmente antiprogresistas, por llamarlos de algún modo. Y el sexto que queda, Peces Barba, era un santo perdedor socialdemócrata, de la cuerda de Pablo Iglesias, el viejo, y Julián Besteiro. Esto explica el carácter escasamente democrático del texto aprobado, y ayuda a entender que, pasados cuarenta años, la Constitución, puesta a prueba, descubra sus verdaderas intenciones, por encima de consideraciones oportunistas y exégesis maniqueas.
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Luciano G. Egido
Es escritor y periodista. Autor de numerosas novelas y ensayos por los que ha obtenido diversos premios.
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