En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Estamos produciendo una serie de entrevistas en vídeo sobre la era Trump en EE.UU. Si quieres ayudarnos a financiarla, puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí.
“Aproximadamente no puede salir nada bien;
aproximadamente solo puede, como mucho, salir algo mal.
Es demasiado tarde”
Carta de Joseph Roth a Stefan Zweitg (26/11/1935)
Es parte del encanto mediterráneo, dicen. Hacer la vida en la calle. Comer, pasear, hablar, ligar y si eres un turista desconsiderado y/o estás como una cuba, otras acciones que también se describen con verbos de la primera conjugación del castellano. Ese “calleísmo” lo suelen atribuir los deterministas al clima, y los esencialistas a la alegría de las gentes. Yo tengo otra teoría: es por la impermeabilidad. En esta región del mundo, cuna de imperios y de religiones monoteístas, el Poder ha sido tradicionalmente impermeable al común de los mortales. Aquí la Corona y la Iglesia fueron siempre inasequibles e intocables para el vulgo (la milicia no, pero solo se podía acceder en calidad de carne de cañón). Lo siguieron siendo hasta ayer mismo, mientras en los países vecinos, por negociación o decapitación, las relaciones se fueron flexibilizando. Así que el único espacio de interacción y trato que quedaba era la vía pública. Y eso se ha fijado en el ADN hispano. Desgraciadamente, sin el acompañamiento de un método de llegar a acuerdos.
No hay, en general y menos aquí, demasiada costumbre de debatir. O sea, intercambiar argumentos, como en tenis, con unas normas, hasta que una de las partes cede, por fallo, cansancio o porque reconoce que el otro tiene razón
Nuestra idiosincrática concepción del bien común, de lo público, no es lo que es de todos, sino lo que es de nadie, y por lo tanto no rige el criterio del mínimo común denominador (las pautas de convivencia son aquellas sobre las que hay consenso) sino la del máximo común múltiplo (reinan las de todos y cada uno, porque nadie está dispuesto a renunciar a la suya). No hay, en general y menos aquí, demasiada costumbre de debatir. O sea, intercambiar argumentos, como en tenis, con unas normas, hasta que una de las partes cede, por fallo, cansancio o porque reconoce que el otro tiene razón. Ninguno de los dos es un deporte fácil. Incluso un testigo de la época dorada del parlamentarismo británico, G.K. Chesterton, consideraba que la gente, por lo general, reñía porque no sabía discutir. Pero lo español es que las discusiones encontradas suelan acabar con una invitación a solventarlas en la calle. Y aunque actualmente sea más una jaculatoria ritual que un desafío efectivo, la calle es la referencia. Tanto en las relaciones de teórica igualdad como en la que existe una relación jerárquica: “There's two ways you can go on this job: My way or the highway” (Tienes dos maneras de hacer las cosas, a mi manera, ¡o a la calle!), aclaraba Joe Cabot (Lawrence Tierney) al señor Rosa (Steve Buscemi) en Reservoir Dogs.
Las calles son los escenarios de las demostraciones tanto de fervor religioso como de exaltación etílica, dos ámbitos de devoción que los aburridos septentrionales consideran reservados para la intimidad del hogar o para lugares de culto específico. El 2 de Mayo, una algarada callejera, es un ejemplo histórico de patriotismo y fiesta oficial de la capital del Estado. Manuel Fraga, un hombre desmesurado en todos los aspectos, que despertó grandes pasiones a favor y en contra, ha pasado a la historia por una frase, “la calle es mía”, más propia de un latin king de medio pelo que de un prócer. El slogan “Els carrers seran sempre nostres”, no deja de ser, por mucha lírica reivindicativa que entrañe, una versión cupaire del nostálgico y resignado “Siempre nos quedará París”.
Podría lavarme las manos y decir que Rajoy y Puigdemont (con esa simplificación tan cara al periodismo) se han citado en la calle, pero creo que no es exactamente así. Y no solo porque no es Rajoy precisamente el que está en la calle. No pretendo sumergirme en las procelosas aguas de la legalidad de las posturas en disputa en Cataluña, como mucho podría echar mano de aquello de Cicerón de que la ley suprema es el bien del pueblo ―aunque supongo que, al menos en la forma, el derecho ha evolucionado algo desde entonces―, pero creo que los hechos han demostrado que aquello de “sin violencia cualquier idea es defendible” se ha revelado tan cierto como la promesa “te lo compro mañana” a los niños todavía sin más concepto del tiempo que lo inmediato, o las promesas de amor eterno hechas a las 04 a.m. en las discotecas.
Y a los catalanes que están por la independencia ―y a los que es peor, a los que no lo están, pero quieren zanjar el asunto en las urnas, y a los que no lo tienen claro, o tienen días― no les han dejado muchas otras salidas que la de la calle. Ahí, como se ha visto, tendrán las de ganar en todas las batallas, aunque no logren la victoria final. Rajoy debería escuchar a alguien con experiencia guerrera y amor patrio más que demostrado, Moshé Dayán, el militar artífice de las victorias de Israel el pasado siglo, que aconsejaba: “Si quieres tener paz, no hables con tus amigos, habla con tus enemigos”. O a otro personaje, que no era judío, pero fue tan reprimido y perseguido como si lo fuese, Bertolt Brecht: “Las revoluciones se producen en los callejones sin salida”.
Autor >
Xosé Manuel Pereiro
Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí
Artículos relacionados >
Manolo el del Bombo y la tortilla
Les impurs sont les autres
Hagámonos jázaros
Cómo arreglar esto en dos patadas
Deja un comentario