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Fuente: Observatorio Social 'la Caixa'
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El relevo generacional es uno de los factores más determinantes para asegurar la sostenibilidad de las sociedades modernas. Con una esperanza de vida cada vez más alta, la armonía en la pirámide demográfica permite, entre otras cuestiones, mantener equilibrada la balanza fiscal de los países, sus estructuras de la seguridad social, las pensiones de los más mayores o los flujos económicos positivos. El envenjecimiento poblacional, por contra, pone en riesgo esta realidad: tasas de dependencias más altas, falta de mano de obra, arcas públicas más deterioradas... En este sentido, el reto para las sociedades es, en algunos casos, doble: a poco que el saldo vegetativo de un estado sea positivo, la población seguirá aumentando, pero también lo hará la edad media de sus habitantes. En España, la edad media de la población ha pasado de 38,6 años a 42,3, siendo el saldo vegetativo negativo –aunque cercano a cero– solo en los dos últimos años.
Lejos del Baby boom de la época de postguerra, la reciente crisis económica y otros factores colaterales como el cambio en las estructuras familiares han revelando el asentamiento de esta tendencia demográfica, muy amplificada en regiones como Europa o Japón. En el caso del viejo continente, los diez años que recorren el periodo 2005-2015 han dejado tras de sí una pérdida significativa de población joven. Según datos de Eurostat, en 2005 el 16,3% de la población europea tenía entre 0 y 14 años y el 19,6% entre 15 y 29. Una década después, los porcentajes se han reducido –2,6 puntos porcentuales en total– hasta suponer un 15,6% en la primera franja y un 17,5% en la segunda.
La población joven, por lo tanto, ha ido perdiendo representatividad en el conjunto de la sociedad europea. Entre otras cuestiones, dinámicas como la bajada en las tasas de natalidad y la edad cada vez más tardía a la que se decide tener hijos se han visto aceleradas por la complicadísima situación que atraviesa la juventud –ese grupo que no para de menguar– en términos laborales, de precariedad, pobreza y exclusión. Algunos problemas asociados a la conformación de familias, como la emancipación, se han cronificado.
En España estas situaciones han impactado aún más que en el resto de la región: según datos de Eurostat del año 2015, solo un tercio de la población del país, unos 14 millones de personas, tenía menos de 30 años. En términos demográficos, el país ha perdido 5 puntos porcentuales de población menor de 30 años en los últimos diez años. Si bien la población de 0 a 14 años ha crecido entre 2005 y 2015 –pasando de representar un 14,5% a un 15,2%–, la comprendida entre los 15 y 29 años se ha reducido 5,7 puntos hasta situarse solo en el 15,3%.
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Este artículo ha sido elaborado a partir de lo expuesto en el infodato Jóvenes y tendencias demográficas, publicado en el Observatorio Social de “la Caixa”.