1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.335 Conseguido 91% Faltan 16.440€

Reportaje

(Des)enterrar a los muertos

El ‘caso Neruda’ –cuya muerte apunta a la mano del régimen de Pinochet– arroja, como el de Lorca y el de los desaparecidos de la Guerra Civil, una zona de sombra que contagia el relato colectivo de toda la comunidad

Miguel Ángel Ortega Lucas 15/11/2017

<p>Federico García Lorca y Pablo Neuruda.</p>

Federico García Lorca y Pablo Neuruda.

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes. Puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí.

“Más vale que no tengas que elegir / entre el olvido y la memoria”, dicen dos versos de una vieja canción de Sabina. Pero ahí nos encontramos, demasiadas veces; en esa batalla sorda sobre la almohada que se debate entre recordar o no, entre querer saber, o no (pues nunca se sabe qué nos encontraremos si abrimos finalmente esa puerta al final de pasillo). Saber, por ejemplo, cómo sucedió aquello que nos marcó de manera irreparable, para bien o para mal, y que decidió en gran parte lo que somos; cómo fue aquello, en qué circunstancias, por qué. 

Ese enigma puede tener que ver sólo con nuestra historia, pero también con la Historia, en mayúsculas; trenzadas ambas de manera inextricable, pues la segunda no puede entenderse sin las millones de historias de cada uno de nosotros.

“...La cuestión radica ahora en saber si las bacterias tóxicas detectadas en la pulpa dentaria corresponden a una cepa de laboratorio o a una contaminación posterior del organismo, a una infección normal en el caso de un cáncer avanzado...”.

Aurelio Luna es médico forense de la Universidad de Murcia; desde allí nos habla, sobre el enigma de una historia (médica, humana, política y novelesca) que saltó al dominio público hace ahora seis años: las circunstancias de la muerte del legendario poeta chileno, premio Nobel en 1971, Pablo Neruda. La fecha y el lugar de su defunción (el 23 de septiembre de 1973, en la Clínica Santa María de Santiago de Chile) siempre han estado claras; la causa parecía estarlo también: Neruda sufría un cáncer de próstata, y habría muerto a consecuencia de ello. Pero el súbito testimonio, casi cuarenta años después, de su chofer y secretario particular, Manuel Araya, hizo disparar otra hipótesis. 

Según su secretario, Neruda se encontraba perfectamente hasta el mismo día de su muerte, con el cáncer “controlado” para “años vista”

Araya consiguió hacerse oír en 2011. (La revista mexicana Proceso fue la primera en recoger su testimonio. También denunció –en este vídeo por ejemplo– la presunta ignorancia voluntaria respecto al tema por parte de los medios de comunicación de su país). Según él, Neruda se encontraba perfectamente hasta el mismo día de su muerte, con el cáncer “controlado” para “años vista”. Y su traslado a la Clínica Santa María no fue por motivos médicos sino de seguridad: tras el golpe de Estado militar del 11 de septiembre, el hostigamiento a su casa de Isla Negra fue en aumento. El escritor estaba resuelto a exiliarse en México de manera inminente para liderar desde allí la oposición internacional a Pinochet –más por su poderosa influencia que por su militancia en el Partido Comunista de Chile–, y fue la Embajada mexicana la que le consiguió una habitación en la mencionada clínica. Lo trasladaron el día 19. 

Tenía pensado salir del país en muy escasos días, y un avión disponible enviado por el gobierno mexicano. El día 23 pidió a Araya y a su mujer, Matilde Urrutia, que fueran a recoger a su casa varias cosas de importancia (objetos y algún manuscrito). Pero esa misma tarde, sobre las cuatro, les llamó alarmado diciéndoles que alguien (“un médico”) le había puesto una inyección en el estómago mientras dormía: “Vénganse rápido”. Cuando volvieron lo encontraron afiebrado, con la piel rojiza. A Araya –cosa extrañísima– un médico le pidió, al parecer, que saliera a comprar a la calle cierto fármaco. En la calle fue atacado por un grupo de individuos que le habían seguido en coche, y acabó torturado, pero no muerto, en el Estadio Nacional. Neruda murió ese mismo día, sobre “las ocho de la tarde”.

A raíz de la denuncia de Araya, el juez Mario Carroza –cuya tenacidad está resultando clave para no cerrar el proceso en falso– dispuso la exhumación del cadáver dos años después, con el fin de esclarecer las causas de su muerte. Los análisis comenzaron en abril de 2013, a cargo de un cuadro de expertos internacionales entre los que se encuentra Aurelio Luna. En este tiempo pudieron hallar restos de estafilococo dorado –una bacteria potencialmente letal–, pero concluyeron que se trataba de una “contaminación posterior” del cadáver. Los últimos trabajos concluyeron el pasado octubre, pero el equipo continúa indagando la existencia de gérmenes o toxinas bacterianas que pudieran proceder del exterior (de la supuesta inyección denunciada por Araya). 

Algo que está claro, “descartado al cien por cien”, dice Luna, es que Neruda muriera en última instancia por “caquexia cancerosa”, que es lo que figuraba en el certificado de defunción: los últimos análisis no han confirmado ninguno de los elementos que permitirían establecerlo así (Neruda sobrepasaba los 100 kilos de peso en el momento de su muerte). Lo que sí pudo sufrir es “una infección derivada de otra cosa”; ahí entrarían esas bacterias halladas ahora en la región dental. Se trata en este momento de saber, por exámenes de genómica bacteriana, si las produjo su propio organismo, como el estafilococo, o venían de afuera, en cuyo caso podría suponerse “la intervención de un tercero en el fallecimiento”. 

Según el forense, las probabilidades de saber a ciencia cierta las causas de la muerte del chileno apenas alcanzan el 25%, debido al tiempo transcurrido desde entonces

Según el forense, las probabilidades de saber a ciencia cierta las causas de la muerte del chileno apenas alcanzan el 25%, debido al tiempo transcurrido desde entonces, al deterioro de los restos. De no establecerse con certeza lo que sucedió, “todas las opciones permanecerían abiertas”. 

“Construir el relato”

Pero existe, en este tipo de asuntos, una pregunta previa, mayor, que engloba a todas las demás: ¿por qué queremos saberlo?; ¿a qué obedece esa obsesión? ¿De dónde nace esa necesidad de desentrañar lo que sucedió, hasta el último aliento, hasta alcanzar eso –tan resbaladizo– llamado certeza? Como si ese enigma no tuviera ya en realidad que ver con los protagonistas del misterio sino con quienes quedan después velándolo: a Neruda (y a Federico García Lorca, y a todo desparecido en cualquier tiempo y latitud), una vez muerto, no es probable que le importe mucho ya. ¿Cuál es el motor originario, entonces, que nos lleva a querer saberlo, no por ellos, sino por nosotros

“Nosotros somos nuestra historia”, responde Luna. En la búsqueda de nuestra identidad (la mayestática pregunta anterior a todas: quiénes somos, y para qué lo somos) “necesitamos certezas”, “las máximas evidencias posibles sobre cómo ocurrieron las cosas”. Algo que “trasciende las repercusiones jurídicas”. “Gran parte de lo que somos” como especie se explica por “la capacidad de indagar sobre el pasado, y a esa luz intentar comprender el presente y planificar el futuro. Eso requiere no sólo recoger evidencias, sino también integrarlas en el relato con los datos más consistentes posibles; buscar la verdad. Desde las pirámides y las civilizaciones perdidas”. Y desde el origen de todo: de ahí las cosmogonías, la mitología, el relato místico o religioso.   

Ese relato, personal y colectivo, es con lo que tratamos cada día de “dar sentido a lo que hacemos: nuestra pequeña historia es una pieza del puzle global de la Humanidad. Tratamos de colocarnos en una foto más grande. Y la foto tiene que ser lo más nítida y coherente posible porque nos da miedo la incertidumbre, las zonas borrosas de la historia que no percibimos con la suficiente nitidez. Ahí es donde entra gran parte de la necesidad de reconstruir lo que pasó”.

Y ahí al fondo está la muerte, que escribió Cortázar. Si la vida es el relato, la muerte es su cierre, lo que sella y cristaliza todo lo vivido: y si tratamos de dar sentido a nuestro propio puzle, a nuestro propio relato como una foto fija y nítida, también intentaremos dárselo al de aquellos que más influyen en el puzle global, colectivo. La nueva zona de sombra que ha arrojado el caso Neruda en el relato contemporáneo de Chile puede acabar asemejándose a su propia (gigantesca) figura: “Claro”, dice el forense; “para construir su relato, el pueblo chileno necesita aclarar también esa zona de incertidumbre”. “Dar una respuesta”, de nuevo, “a algo que queda en la indefinición”. 

 En la búsqueda de nuestra identidad, “necesitamos certezas”, “las máximas evidencias posibles sobre cómo ocurrieron las cosas”

No soportamos esa indefinición (“La imprecisión es el infierno conocido”, escribió Luis Rosales.) En lo que se refiere a las cuestiones esenciales de la historia de aquellos que amamos, como su muerte, cómo acabó su historia, mayor infierno es el no saber, el laberinto interminable de las posibilidades, que la certeza de algo que fue atroz, pero de lo que al menos podemos estar seguros; la imaginación es mucho más peligrosa, en general (en general), que lo que realmente puede ocurrir.

Raúl de la Fuente es psicólogo social, dedicado sobre todo al acompañamiento en duelo de familiares de desaparecidos, colaborador de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Para que los que les lloran puedan cumplir su duelo, en el caso de los desaparecidos, dice, aquéllos “necesitan saber lo que pasó”, lo cual incluye inexorablemente “saber dónde está ese cuerpo”. Es esencial para poder “interiorizar la pérdida” y por ende “la despedida”. Sin saber cuál fue el final (peor: sin saber si ya ha habido un final, en el caso de los desparecidos recientes por otras causas), no podemos construir el relato, y entonces la caja de tortura de la mente dando vueltas al asunto no es capaz de sanar, de cerrar el círculo: “No puedes hacer un punto y aparte para continuar con tu vida”. Con una historia nueva que permita seguir viviendo. 

Según De la Fuente, algo común en todos los familiares de desaparecidos es tratar de reconstruir la historia desde el punto en que no se supo de él. Por eso, “unos huesos” perdidos en una cuneta, o en un monte, no son sólo unos huesos: son el último vestigio, el único vínculo tangible (el ser humano necesita ver y tocar) que queda “entre el muerto y el que queda aquí”. Y más: ese cierre del relato es lo que después permite contarlo a los descendientes, dar respuestas a las inevitables preguntas futuras. 

El psicólogo recuerda una anécdota concreta: con la apertura de una fosa de asesinados durante la represión franquista en Granada, la ARMH exhumó dos cuerpos. Sólo entonces, y a través del relato de los otros descendientes, la hija de uno de ellos pudo saber finalmente (o aproximarse algo mejor a saber) quién fue su padre en realidad: toda la vida había escuchado que “lo habían matado porque algo habría hecho, porque era muy malo”. Esta mujer había vivido siempre, al parecer, a la sombra de “una historia manipulada”. Se fue con el alivio de haber conocido mejor la verdad.

Algo común en todos los familiares de desaparecidos es tratar de reconstruir la historia desde el punto en que no se supo de él

Porque en ese caso la nueva versión de los hechos pudo ser positiva, pero no es lo relevante; también pudo ser lo contrario: lo importante aquí –conviene destacarlo– es que no es la buena o mala versión lo que libera, sino la verdad, sea cual sea ésta: “Siempre, siempre”, asegura De la Fuente; “aunque fuera un criminal, necesitas saber la verdad. Lo malo es la rumorología, el no saber a qué atenerte”, con lo cual “no se puede elaborar nada” real. La incertidumbre, de nuevo. 

Producto en muchos casos del miedo, y la vergüenza: muchas veces, cuenta el psicólogo, “cuando vas a un pueblo donde se sabe que hay una fosa común, el primer comentario es rechazarlo”. Los vecinos dicen que no, que allí no hay nada. “Es como una mancha; les cuesta asumir que allí se produjo una matanza. Antes negarlo mil veces que reconocerlo...”. Porque “si tiras de los hilos familiares”, nunca se sabe (o sí...) lo que puede salir a la luz. O lo que podría recordarse en voz alta. Y aquí entra otra zona de sombra a la que no se suele prestar atención: no son sólo los descendientes de las víctimas los que pueden cargar con el peso irresuelto de lo sucedido; también las de los verdugos (en ocasiones, además, pueden darse las dos categorías en un solo individuo, si se lee la situación con honestidad). 

Secretos a voces sobre “lo que hizo tu abuelo”, por ejemplo; casos en los que también hay que recordar a los descendientes que ellos “no tienen la culpa”, no son responsables de ello. La tristeza del descendiente de un asesinado no tiene, en puridad, de qué avergonzarse; la de quienes cargan con pecados familiares notorios sí. (Habrá quien se enorgullezca de ciertos actos de barbarie de sus ascendientes; otros muchos no).

“Salir del laberinto”

En cualquiera de los casos, “todos sabemos”, dice De la Fuente, o deberíamos saber, “que el silencio” sobre ciertas cuestiones, la represión sobre lo que quiere emerger, “hace pus”. Aunque sea de manera inconsciente, existen llagas que pueden heredarse por muchas capas de sombra que se les eche encima. Sólo la revelación sana. Y esa sanación no es, al menos en lo relacionado con nuestra guerra civil, algo que ataña exclusivamente a las piezas particulares del puzle: con el dolor, la vergüenza, la tristeza de todas esas piezas pequeñas, es como llegamos al dolor y la vergüenza, el resentimiento, el miedo y la tristeza del puzle global del que habla el forense; llámese aldea, nación o especie. 

Por eso, lo referido a la Guerra Civil española, lo que sucedió antes, durante y después de ella, debería abordarse como una cuestión urgente de sanación colectiva; de salud cívica, moral y psicológica de toda la comunidad. No es una cuestión de bandos políticos, sino de “empatizar”. “No es hablar con un familiar de éstos o de los otros; es un relato humano”, dice el psicólogo. La historia de alguien que sufre: nada más. Y nada menos. “Pero aquí pesa más la confrontación. No se puede hablar de derechos humanos sin que alguien le ponga una etiqueta”. Etiqueta de color y siglas concretas, se entiende (tampoco en esto soportamos la indefinición).  

El científico Aurelio Luna ahonda también en esto, al preguntarle por el caso de Lorca [el último intento de encontrar sus restos también resultó infructuoso], símbolo universal no sólo de esta guerra sino de la concatenación de infortunios y de infamias a que puede llevar cualquier guerra entre semejantes: “Una incertidumbre más a la hora de contextualizar nuestra historia. El problema de nuestra guerra civil es que está demasiado próxima en el tiempo. Todavía despierta gran carga de anticuerpos, en un sentido y en otro. Y el análisis de la realidad necesita de un entorno más sereno”. Esa serenidad es difícil porque, en su opinión, habría que situarse al menos “a 100 años del tema”. 

Lo referido a la Guerra Civil debería abordarse como una cuestión urgente de sanación colectiva; de salud cívica, moral y psicológica de toda la comunidad

El problema es que han pasado ya ochenta, y la tormenta no parece amainar. “El componente emocional no se va a perder nunca. Pero no es lo mismo el que recuerda un amor reciente que el que recuerda uno a cincuenta años vista. Desde esa perspectiva es fundamental descifrar qué ocurrió. Cada país tiene sus propios fantasmas, y España ha sido un país muy turbulento siempre. Desatar los nudos del resentimiento de manera completa no es posible, aunque sí aflojarlos”. Pero “no hemos hecho una psicoterapia de liberación todavía”.

Y no ayuda en absoluto la atmósfera política: “Quizá por insuficiencia de su relato ideológico”, opina Luna, “mucha gente ha tenido que construirlo sobre lo que sucedió en 1936. Hay gente que ha sido incapaz de salir del laberinto. Un psicoanalista te diría que se han quedado en una fase de regresión.  El relato político sigue ahí, con anclajes en muchas cuestiones que no se han resuelto. La evolución ideológica de la mayoría de los partidos”, de uno y otro espectro, indica para él “que no es que no hayan asimilado el conflicto, sino todo lo contrario”. De ahí la incapacidad, entonces, de “construir un horizonte” que trascienda lo que sucedió. 

Pero para eso, como apuntaba el psicólogo, hay que reconocer lo que sucedió. No para ajustar cuentas, sino para sanarlo, “poner un punto y aparte”, poder seguir de una vez con la vida; no con otra, pero sí con otra manera de vivirla. Reconocer no es vindicar, y tampoco ignorar: la Ley de Amnistía para los presos políticos de la dictadura franquista, aprobada hace ahora cuarenta años, amnistiaba también “los delitos cometidos por funcionarios y agentes del orden público contra el ejercicio de los derechos de las personas”. Es decir, los cuarenta años anteriores de violación de derechos humanos en España pasaron entonces al limbo. Al limbo jurídico, que no al psicológico y moral de toda una sociedad que pretendió abrirse al futuro escondiendo al mismo tiempo el pasado en el sótano.

Pero sólo la revelación, el re-conocimiento, sana, y permite articular limpia y coherentemente el relato de quiénes somos. Muchos “necesitan saber” qué ocurrió con Neruda, con Lorca, con los desaparecidos en la Guerra Civil y con los desaparecidos antes de ayer a la vuelta de la esquina (Santiago Maldonado, por ejemplo, este mismo año en la Patagonia); no para reabrir heridas, sino justo para lo contrario: cerrarlas de una vez, permitir que cicatricen, curarlas. Por muchas incomodidades, vergüenzas o miedos cervales que emerjan en el camino –más peligrosos que los mismos fantasmas que se trata de conjurar–: la muerte es el final del relato. Y aunque rara vez, en realidad, podamos llegar a saber qué fue exactamente lo que sucedió (ni siquiera en nuestra propia vida sabemos tantas veces cómo y por qué sucede lo que nos sucede), el afán por saberlo parece ser invencible. 

Quizás porque, justo un paso más allá de ese final, aguarda el enigma mayor: para qué nos morimos. “Qué sentido tiene”, dice Aurelio Luna, “que un ser no pueda seguir viviendo”. La ironía está en que es precisamente la muerte –el final– lo que da sentido a todo este relato.  

CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes.

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Miguel Ángel Ortega Lucas

Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí