Davy Rodríguez de Oliveira / Asistente parlamentario del FN
“Para mí el McDonald’s es tan enemigo como el burka”
Guillermo Fernández / Miguel Alcázar París , 26/12/2017
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Davy Rodríguez de Oliveira.
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Davy Rodríguez de Oliveira nos recibe en París en un café situado frente a la Asamblea Nacional francesa. De padre español y madre portuguesa, ha pasado por varias formaciones políticas: el Partido Socialista francés, el Partido de la Izquierda de Jean-Luc Mélenchon y actualmente el Frente Nacional, donde trabaja como asistente parlamentario del diputado Sébastien Chenu. En un perfecto castellano explica su opinión sobre el conflicto político abierto en Catalunya, los problemas internos del Frente Nacional, así como su peculiar trayectoria política desde la izquierda a la extrema derecha con solo 24 años. Formado en el prestigioso Instituto de Estudios Políticos de París, es uno de los jóvenes cuadros a los que Marine Le Pen ha logrado seducir e involucrar en el Frente Nacional desdiabolizado que ella lidera.
Se declara un “enamorado de España” y dice estar en contacto regular con Santiago Abascal, presidente de Vox. Espontáneamente, antes de comenzar la entrevista, surge el nombre de esta formación ultraconservadora en la conversación.
¿Cuál es su opinión sobre Vox?
Yo diría que es un partido conservador, de derechas, que cada vez es menos de derechas, pero que tiene un núcleo que es claramente de esta posición ideológica. Eso le hace muy distinto al Frente Nacional. Nos diferenciamos por ejemplo en temas internacionales como la postura sobre la OTAN, o también en cuanto al programa económico: ellos son más liberales y nosotros más estatistas. Pero al margen de eso tenemos una colaboración con Vox que funciona bien.
Y al margen de Vox: ¿tienen relaciones estrechas con algún otro movimiento o partido de extrema derecha en España?
No, como partido en España sólo tenemos relaciones con Vox. Yo particularmente sí hablo con mucha gente, entre otros con un partido que se llama Respeto. Pero también, y esto lo digo desde un punto de vista personal, me ha interesado mucho el fenómeno de Podemos.
Usted militó en el Partido Socialista e hizo campaña por el Front de Gauche en el año 2012: ¿Cómo fue su paso por la izquierda y por qué la abandonó?
Entré en el Partido Socialista en 2011, con 17 años. Antes ya había militado en los sindicatos de estudiantes. Vengo de una familia de izquierdas, de descendencia republicana. Fue una experiencia militar en el Partido Socialista porque aprendí lo que es un gran partido, cómo funciona un congreso, cómo organizar a la gente. En el momento de las primarias de ese año había que elegir entre François Hollande (con un programa ultraliberal), Arnaud Montebourg (que a mí me gustaba mucho, aunque pensaba que tenía pocas posibilidades de ganar) y Martine Aubry (que estaba entre medias de los dos). Yo me decanté por Martine Aubry con el objetivo de que se uniera con el ala izquierda del partido. Incluso pensaba que si ganaba Aubry podíamos aspirar a pactar con otras fuerzas de la izquierda y conformar una candidatura de eso que en Francia llamamos “la izquierda plural”. Pero no lo conseguimos porque salió elegido François Hollande. Y en ese momento, el 16 de octubre, abandoné el Partido Socialista.
Cuando me fui estaba un poco perdido y me puse a leer textos de Frédéric Lordon, Jacques Genereux y también por aquella época un texto de Alberto Garzón, Vicenç Navarro y Juan Torres López que se llamaba Hay alternativas. Y esas lecturas me llevaron a entrar en el Parti de Gauche, que era de de Mélenchon y formaba parte de una coalición llamada Front de Gauche. Me interesaba mucho Mélenchon porque tenía una visión distinta de la izquierda: más patriota y más republicana, a diferencia del Partido Comunista que no se atreve a criticar el comunitarismo. Esa renovación de la izquierda que proponía Mélenchon me entusiasmó. Así que entré en su partido. Y estuve allí dos años.
Y salí de allí por una causa muy sencilla: en la época de las deudas soberanas (2013 y 2014) yo pasaba mucho tiempo en España y en Portugal y me daba cuenta de que la política de austeridad de la Unión Europea las estaba destrozando. Leía mucho por entonces el periódico del Partido Comunista Portugués, Avante, que es bastante soberanista en cuestiones económicas. También seguía a Jacques Sapir y a otros economistas críticos con la política de la UE. Y para mí, la reflexión fue la siguiente: si alguien quiere defender el modelo social francés, entonces tiene que criticar a la Unión Europea. Hay que ser claro: no se puede tener un modelo social fuerte y permanecer en la UE. O sea, que si no criticas a la Unión Europea no estás siendo coherente y no te estás portando bien con la gente porque la estás engañando. Y de pronto no sólo vi que estas reflexiones no eran compartidas por muchos miembros del Parti de Gauche, sino que muchos compañeros me criticaban y me llamaban “fascista” por tener una visión nacional y soberanista.
Pero es que además yo vengo de un barrio periférico de París donde mis padres, inmigrantes, se instalaron. Y, claro, allí me daba cuenta de que el modelo de asimilación francesa no funcionaba cuando en lugar de llegar al barrio 1000 inmigrantes al año, llegaban 10.000. Y sin embargo, la izquierda no quería hablar de eso. Tenía demasiados tabúes. Así que me fui.
¿En qué barrio creció usted?
Crecí y aún continúo viviendo en Saint Ouen L’Aumône, una ciudad-dormitorio a treinta kilómetros de París. Cuando vives ahí la cosa cambia porque experimentas muy de cerca la inseguridad. Y la inseguridad afecta sobre todo a los pobres, no a los pijos de los distritos céntricos de París. Pero la izquierda no quiere hablar de eso. Y, sin embargo, estamos hablando de clase obrera.
Hay muchas personas, particularmente en el norte y en el noreste del país que, proviniendo de la izquierda política, han pasado a votar o incluso a militar en el Frente Nacional. Personas como Fabien Engelmann, alcalde de Hayange, usted mismo o incluso el propio Florian Philippot. Esto puede resultar extraño a muchos lectores españoles con sensibilidad progresista. ¿cómo explica usted este cambio hacia la extrema derecha?
Lo primero que diría es que a mí no me parece que sea un cambio hacia la derecha, ni tampoco hacia la extrema derecha. En Francia la derecha es muy particular porque se divide en tres grandes corrientes: la bonapartista (más estatista), la orleanista (más liberal) y la derecha borbónica (conservadora y muy reaccionaria). Y el Frente Nacional de hoy en día no se siente representado por ninguna de ellas. Menos aún por la derecha de Los Republicanos, que es muy liberal y, por decirlo así, orleanista.
De hecho, tampoco creo que podamos hoy hablar de “izquierda”. Pero, como decía Lenin, los hechos son como son. Y no los puedes cambiar. Y si ves que hay cada vez más inseguridad y que hay atentados casi todos los meses: Charlie Hebdo, la sala Bataclán, el camión de Niza… Muchas personas pueden empezar a pensar que tenemos un problema con el islam radical.
Y reaccionan manteniendo ideas de izquierdas: defendiendo la laicidad, la protección o los derechos de las mujeres. Y la identidad. Pero no al modo de “los patriotas de hojalata”, como decís en España, sino defendiendo también los servicios públicos.
Por eso no creo que estas trayectorias sean un giro a la derecha. Se trata más bien de defender los fundamentos de la República francesa: el modelo de escuela, el modelo social, y el modelo de integración. Y los principios sobre los que se asientan: la libertad, la igualdad y la fraternidad.
¿Quiénes, según ustedes, son sus enemigos?
Nuestro enemigo no es el islam como religión, sino el islam como proyecto político. Y también la globalización económica con su modelo de Estado débil y servicios sociales precarios. Para mí el McDonald’s es tan enemigo como el burka.
El hecho de tener orígenes inmigrantes con un padre español y una madre portuguesa: ¿le ha supuesto algún problema en el Frente Nacional?
Dentro del Frente Nacional no he tenido ningún problema. Pero sí los he tenido a nivel familiar: cuando tienes un abuelo republicano y comunista no es fácil de primeras entrar en el Frente Nacional. Pero debo decir que el Frente Nacional no tiene nada que ver con la derecha española; es un objeto político un poco distinto. De hecho, yo nunca hubiera podido entrar en el Partido Popular.
El Frente Nacional es fundamentalmente un partido nacionalista. Desde su punto de vista y con su trayectoria política heterodoxa: ¿qué define a la nación francesa?
Nosotros hicimos la definición de la nación francesa en el siglo XIX con Ernest Renan, justo cuando perdimos Alsacia y Lorena. Y ahí decimos que Alsacia y Lorena son francesas, no por ningún rasgo étnico, sino porque quieren ser francesas. Y los alemanes, como Fichte, nos responden que Alsacia y Lorena no pueden ser francesas porque hablan una lengua cercana al alemán y porque además étnicamente se parecen más a los pueblos germánicos.
Por eso nosotros podemos decir que Córcega es francesa. Y si mañana Catalunya dice que quiere ser francesa o los valones de Bélgica: ¿por qué no podrían llegar a serlo? Ser francés es una adhesión.
Puede ser que en los años ochenta hubiera en el FN personas con una visión etnicista de la nación. Gente como por ejemplo Carl Lang. Pero ahora tenemos una visión cultural de las naciones que dice que puede llegar a ser francés quien quiera ser francés.
Pero para ustedes eso sólo puede ocurrir si se adaptan a un esquema previo porque ser francés es formar parte de una esencia cultural fija…
Yo no hablaría de esencia cultural fija porque las culturas se construyen a lo largo de los siglos y durante ese tiempo sufren transformaciones. Pero lo que sí que es verdad es que hay un núcleo cultural que es bastante invariable. Unas raíces, por así decir. Pero la estructura del árbol puede cambiar. Unas ramas se caen, otras nacen… Incluso también hay árboles que mueren y civilizaciones que desaparecen.
El asunto es que en estos momentos hay fuerzas que quieren deconstruir la civilización y la identidad cultural francesa. Y eso es preocupante.
Los días 10 y 11 de marzo del próximo año, el Frente Nacional va a vivir un congreso interno que se plantea en términos de refundación del partido. Se habla incluso de cambiar de nombre. ¿Qué proyección le ve al partido en el futuro?
Estamos refundando totalmente el partido, es decir, que no tenemos ningún tabú. De hecho para mí es muy estimulante porque se pueden proponer cosas, hacer críticas, con total libertad. Yo creo que el Frente Nacional puede cambiarlo todo: la organización interna pero también y hasta cierto punto la línea política. Nuestra idea es aprender también de los partidos que no tienen estructura de partido, como La République en Marche de Emmanuel Macron. Pero es imposible saber qué va a pasar. De momento estamos construyendo algo diferente de lo que teníamos. Y estamos contando con la opinión de todos los militantes.
Pero: ¿en qué dirección cree que van ustedes ahora que tantos ex militantes acusan al partido de volver sobre sus pasos hacia el discurso identitario y la re-diabolización?
Yo no creo en absoluto que esté habiendo un retroceso ideológico en el Frente Nacional. Pero también digo que no vamos a dejar de hablar de inmigración, porque es un problema real. La identidad es algo central para nosotros, no podemos dejarlo de lado, porque tiene que ver con los valores, con cómo estar juntos. Así que tenemos que hablar de esto, pero también de la Unión Europea, los servicios públicos. Por ejemplo, el miércoles pasado [día 13 de diciembre], en las noticias de la cadena TF1, Marine Le Pen dijo que el gran problema era el gran proceso de desclasamiento que están viviendo los franceses. O sea la idea de que cada vez vivimos peor y que los hijos viven peor que los padres. Así que la reivindicación social también está en nuestro ADN.
Lo que tengo muy claro es que nuestro espacio político tiene que ampliar el foco y hablar de otros temas como ecología, educación, cultura o internet. No puede ser que empresas como Apple o Facebook privaticen la red. Debemos defender la neutralidad de internet. Están privatizando ese espacio de libertad que es internet. Y no podemos dejar estos temas a la izquierda.
En estos meses el Frente Nacional ha vivido una escisión interna con la salida del exvicepresidente del partido, Florian Philippot, tres eurodiputados, un diputado de la Asamblea Nacional y alrededor de 3.000 militantes: ¿cómo han vivido ustedes desde dentro este agrio proceso y qué consecuencias puede tener para el Frente Nacional?
En mi opinión, Florian Philippot ha sido muy desleal. Ya en la campaña electoral para las elecciones presidenciales trató de romper la unidad que teníamos con sus ataques a Marion Maréchal Le Pen. Y luego yo creo que tenía miedo de lo que pudiera pasar en el próximo congreso interno. Tenía miedo de perder poder. Porque sabía que no tenía apoyo entre las bases, que cuando iba a visitar a una federación regional pasaba más tiempo con la prensa que con los militantes del territorio. Y al final, claro, la gente piensa que eres arrogante, poco humano y nada simpático.
Ahora bien, yo creo que es una pena que se haya ido. Porque también representaba una cierta idea del Frente Nacional, sobre todo de la gente que viene de la izquierda. Pero bueno, yo también vengo de ahí y otra mucha gente del partido, y no nos hemos ido. Es más, seguimos hablándole a la izquierda. Y haciendo políticas sociales allí donde gobernamos: en Hénin-Beaumont, en Hayange o en otros ayuntamientos.
Al comparar los programas de ustedes con los documentos políticos que publicitan Los Patriotas [la formación creada por Philippot] no se perciben prácticamente diferencias: ambos son favorables al Brexit, contrarios a la UE, profesan simpatía por Donald Trump y se definen políticamente como “ni de derechas, ni de izquierdas”... ¿cuáles son entonces las diferencias entre ustedes? ¿por qué elegir entre uno y otro?
En primer lugar porque nosotros podemos ganar, y ellos no. Me parece un argumento bastante importante. Pero además hay otras cosas en las que no estamos de acuerdo: ellos son más liberales desde el punto de vista moral. Son casi diría “libertarios”. Están a favor del matrimonio homosexual. Y también tienen una postura mucho más liberal respecto del aborto.
Desde mi punto de vista, el Frente Nacional tiene una postura que el sociólogo marxista francés, Michel Clouscard, calificaría como “estatista conservadora”, mientras que Los Patriotas han abandonado el lado conservador en lo moral y han abrazado el liberal-libertarismo. Y, por último, Los Patriotas están muy obsesionados con la cuestión del Frexit. Pero no se puede decir, como decía Philippot, que van a salir del euro en un año. ¡Pero si Gran Bretaña no puede salir del mercado común hasta al menos dentro de cuatro años! No se puede mentir a la gente.
Y, después, es verdad, tenemos muchos puntos comunes. Menos mal. Pero es que Florian Philippot ha sido vicepresidente del partido durante cuatro años. Es normal que haya similitudes. De hecho, creo que en los próximos años muchos de los que ahora se han ido con Philippot volverán a casa.
¿Y hay alguna posibilidad de que Marion Maréchal Le Pen retorne al primer plano de la política francesa?
Ella se marchó de la política porque fue elegida como diputada con 23 años y teniendo una hija muy pequeña, así que después de un tiempo de gran exposición mediática ha querido centrarse en su vida privada y en el cuidado de sus seres más próximos. Yo creo que tiene derecho a ver crecer a su niña. Y si en el futuro quiere volver a la política, a mí me parecerá estupendo porque ha sido una diputada fantástica. Me entristeció que se fuera de la política porque creo que habría salido elegida como diputada de su circunscripción. Y ojalá vuelva en el futuro.
En estos momentos hay tres formaciones “a la derecha de la derecha” [Frente Nacional, Les Patriotes y Debout La France] que pugnan por el mismo espacio político: ¿ve alguna posibilidad de entendimiento en los próximos meses?
Con Debout La France, la formación de Nicolas Dupont-Aignan, claro que hay posibilidades de entendimiento en el futuro. Porque Dupont-Aignan representa el gaullismo social francés, un movimiento de la derecha social y patriótica. Llegar a alianzas en el futuro con este sector de la derecha sería algo muy positivo.
En cambio con Philippot lo veo difícil a corto plazo porque las heridas están aún muy abiertas. Quién sabe en el futuro… Y luego con el nuevo líder de Los Republicanos, Laurent Wauquiez, veo pocas opciones porque, en primer lugar, ya nos ha rechazado en público muchas veces, y, en segundo lugar, en el fondo está en la línea política de Emmanuel Macron.
Me comentaba usted antes de comenzar la entrevista que era un “enamorado de España” y de la política española
Voy con frecuencia a España, veo la televisión y leo muchísimos artículos de prensa y tengo que decir que, a nivel político, me entusiasmó ver programas de La Tuerka y luego de Fort Apache. El nivel del debate político era muy alto. Invitaban a gente que era de derechas, de izquierdas, de centro-izquierda, de centro-derecha… Y eso me alegró, porque era una llamada a construir algo nuevo. Y pensé: qué bueno para España.
Entonces ya sabrá que en los últimos meses en España casi sólo se ha hablado de Catalunya. ¿Ve alguna similitud entre las reivindicaciones autonomistas de la isla de Córcega y el procès catalán?
No, para mí no hay ninguna similitud. Por una sencilla razón: Catalunya tiene algo de nación. Es un país ultra-asimilacionista. A mí siempre me ha gustado mucho estudiar la historia política de Catalunya y cuando lees a Prat de la Riba te das cuenta de que su concepción de la nación es igual que la concepción francesa del siglo XIX.
En cambio Córcega no tiene nada de una nación. Ha sido una colonia francesa. Y luego, con la Revolución francesa, esto cambió y Córcega empezó a formar parte de Francia. Además, tampoco hay que cegarse con los últimos resultados electorales porque, si se adoptamos una mirada más amplia, nos damos cuenta de que en las elecciones presidenciales del pasado mes de mayo el Frente Nacional logró un 46% de votos en Ajaccio o Bastia.
Si hubiera que comparar Córcega con alguna región española yo la compararía con Galicia. Allí hay un cierto regionalismo que se expresa en las ganas de votar a partidos que defiendan “lo de aquí”, ya sea a través del BNG o incluso a través del Partido Popular gallego, pero no hay prácticamente independentismo. Es sólo una manera de votar a los que se cree que van a defender mejor los intereses locales o regionales.
Entre todos los políticos españoles: ¿hay alguno que le interese especialmente?
Yo soy un ultrafan de Jorge Verstrynge. Tiene una visión de la nación, de la UE y de la inmigración con las que estoy totalmente de acuerdo. Iñigo Errejón también es un tipo súper interesante. El otro día estuve hablando con Santiago Abascal de Vox sobre él.
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Autor >
Guillermo Fernández
Investigador en la facultad de Ciencias Políticas de la UCM. Especialista en política francesa, derecha identitaria, relato y comunicación.
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/
Autor >
Miguel Alcázar
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