Ser feminazi hoy
Las sin nombre
Anita Botwin 28/12/2017
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La penúltima víctima de violencia machista se llamaba Andrea Carballo Claramonte. Tenía 20 años y estaba tratando de salir adelante tras haberse separado de su exnovio, Víctor Llorens Jorda, al que había denunciado varias veces. A pesar de las denuncias interpuestas y de un intento de asesinato, lo dejaron libre con una orden de alejamiento de 200 metros. El día siguiente al cumpleaños de Andrea, él se saltó la orden, la secuestró, la metió en su coche y finalmente lo empotró contra una gasolinera. Ella estaba bajo vigilancia de la Policía, pero en ese momento no había nadie. ¿Qué ocurrió entonces?
Andrea no es la primera ni será la última. Entre 2003 y 2016 ha habido 872 asesinadas por sus parejas o exparejas. Sin embargo, no es un problema de primera magnitud. No escandaliza porque se ha normalizado de una manera alarmante. “Tenía que haber denunciado”, se escucha en reiteradas ocasiones. Lo cierto es que la mitad de las asesinadas había denunciado antes. Por favor, dejen de llenarse la boca con la palabra “denuncia”. El mensaje que se está enviando es claro: de qué sirve denunciar si después se saltan las órdenes de alejamiento, si no hay voluntad política para poner los medios adecuados para evitar esta masacre.
En 2016, sin ir más lejos, se archivaron 58.716 denuncias (casi un 41%) según datos de Feminicidio.net. Con estos números debemos actuar cuanto antes. Necesitamos una Justicia que esté a la altura de esta situación de emergencia, no podemos perder a ni una más. Mientras la Justicia falla y la voluntad política brilla por su ausencia, es momento de movilizarse y presionar para que ninguna mujer se sienta sola. Estamos sometidas a una justicia patriarcal retrógrada que repite los mismos patrones que la sociedad machista. El “no es para tanto, es lo normal” cala en cualquier colectivo, y la Policía, jueces, médicos no van a ser menos.
De no ser así, nadie puede explicarse que el caso de Andrea Carballo, como el de tantas otras, no pueda haberse evitado. Él ya intentó atropellarla una vez y le pegó durante dos años. Le denunciaron. 200 míseros metros de orden de alejamiento. ¿Se imaginan a un etarra que hubiera intentado asesinar a alguien con una orden de alejamiento de 200 metros? Entonces, el problema del terrorismo era un problema social, algo que preocupaba a la gente y que, por tanto, los partidos aprovechaban políticamente. Sin embargo, según el último barómetro del CIS la violencia de género sólo preocupa al 0,2% de la población. Mientras unas y otras banderas ondean, mujeres sin nombre son asesinadas. Si acaso un mísero minuto de silencio, si acaso un minuto en los informativos.
Mientras no exista una verdadera conciencia social sobre lo que está ocurriendo, muchas más mujeres van a ser asesinadas. Es una cuenta atrás. Si realmente fuera un asunto de Estado y de emergencia, se destinarían todos los medios necesarios para evitarlo.
Precisamente una de las propuestas de parte del colectivo feminista es poner control y vigilancia policial 24 horas al agresor y no a la víctima. De tratarse de personas amenazadas por ETA no habría ningún problema en hacerlo. ¿Por qué no tratamos a los asesinos machistas del mismo modo? Que no estén organizados no significa que no maten. Son lobos solitarios de un entramado social machista y misógino. Ellas son víctimas, también sus hijos, y eso jamás debería permitirse en un Estado de Derecho democrático.
Otro de los aspectos fundamentales es el de la educación. Es necesaria una educación en igualdad desde la guardería hasta la universidad. Igual que hablamos de feminización de la política, es crucial una feminización de toda la sociedad, y eso incluye una educación en valores de igualdad, lejos de los estereotipos y los roles de género.
Las mujeres asesinadas, las sin nombre tienen nombre y apellidos. No son números. A continuación un recordatorio a todas las que fueron asesinadas este año y de las que consta información oficial:
Matilde Teresa de Castro Hernández, Blanca Esther Marqués Andrés, Antonia García Abad, J. D. L. M., Virginia Ferradás Varela, Cristina Martín Tesorero, Carmen González Ropero, Laura Nieto Navajas, Ana Belén Ledesma, Margaret Stenning, Gloria Amparo Vásquez, Dolores Correa, Leydi Yuliana Díaz Alvarado, Erika Lorena Bonilla Almendárez, Ana Mª Rosado, Yurena López Henríquez, María Victoria Zanardi Maffiotte, Andra Violeta Nitu, Mª Rosario Luna Barrera, Raquel López Airas, Eliana González Ortiz, Susana Galindo Moreno, Valentina Chirac, Beatriz Ros, Encarnación García Machado, Encarnación Barrero Marín, Fadwa Talssi, Mª Carmen Carricondo Reche, Irina G., Mª Raquel Castaño Fenoll, Ana Belén García Pérez, Catalina Méndez García, Mª Sofía Tato Pajares, Rosa María Sánchez Pagán, Noelia Noemí Godoy Benitez, Felicidad Bruhn, Ana Belén Jiménez Hurtado, María Sánchez Coca, Mª del Pilar Rodríguez Ortellado, Lilibet Hernández Rodríguez, Jessyca Bravo Cutillas, Katharina W., Maricica Gheorghiu (fuente: Feminicidio.net)
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Anita Botwin
Gracias a miles de años de machismo, sé hacer pucheros de Estrella Michelin. No me dan la Estrella porque los premios son cosa de hombres. Y yo soy mujer, de izquierdas y del Atleti. Abierta a nuevas minorías. Teclear como forma de vida.
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