N. DE LOS T. (III)
Tras los pasos de Dios en el País de las Maravillas
La traducción es un espacio privilegiado en el que surgen preguntas que pocas veces se plantean de otro modo o desde otros lugares
Juan Gabriel López Guix 5/01/2018
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La pregunta sobre la pertinencia de la figura de Dios en el mundo de Alicia me asaltó hace unos quince años en la traducción de la primera página de Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, pseudónimo de Charles Dodgson. Ocurrió al intentar trasladar al castellano «Oh dear!», la anodina exclamación del Conejo Blanco antes de escabullirse por la madriguera. En ese contexto, se trata de una simple expresión de sorpresa y preocupación ante la perspectiva de llegar tarde a su cita, algo así como «¡Dios mío!» o «¡Santo cielo!». Sin embargo, me detuve a considerar la cuestión dada la voluntad de parodia y juego que recorre la obra y conociendo los escrúpulos religiosos de Dodgson (que se crió en una casa donde jugar estaba prohibido los domingos y que de mayor pidió que no ilustraran sus obras en ese día). La investigación se desarrolló en tres ámbitos diferentes relacionados, en realidad, con los tres abordajes posibles del hecho literario: el propio texto, su producción y su recepción.
La búsqueda intratextual de la divinidad en esa obra y su continuación, A través del espejo, no sólo no dio resultado alguno, sino que alimentó la suspicacia. En ellas no aparecía la palabra Dios ni ninguna otra relacionada con la religión. Por otra parte, en la secuela, donde la narración imita un final de partida de ajedrez, el único trebejo que no aparece es el alfil. Uno de los principales comentadores del clásico de Carroll, el matemático Martin Gardner, insinúa que la omisión puede estar relacionada con una muestra de respeto hacia el clero por parte de Dodgson, puesto que esa pieza del juego se llama en inglés bishop, ‘obispo’.
en 'A través del espejo', Dodgson, al enterarse de la etimología de su nombre, modificó unas plantas que aparecen en la escena del jardín de las flores
La investigación genética, el análisis de la reescritura de las obras, me llevó a descubrir (en realidad, a redescubrir, a dotar de sentido, puesto que ya lo había leído) que, en la segunda parte, en A través del espejo, Dodgson, al enterarse de la etimología de su nombre, modificó unas plantas que aparecen en la escena del jardín de las flores. En el segundo capítulo, Alicia encuentra unas flores muy temperamentales, que Dodgson imaginó como pasionarias. Según cuenta Stuart Collingwood, sobrino del escritor y autor de su biografía, un amigo le indicó que ese nombre tenía un origen crístico. Y es que, en efecto, los misioneros españoles que bautizaron la flor cuando la descubrieron en América creyeron ver en ella los instrumentos de la Pasión de Cristo. En cuanto supo esa etimología, Dodgson eliminó las flores y las sustituyó por otras igualmente sanguíneas, los lirios atigrados, las dibujadas finalmente por John Tenniel.
En relación con la recepción de la obra, el sobrino de Dodgson también refiere que otro amigo estableció un paralelismo entre el final de A través del espejo y la conclusión de El progreso del peregrino de John Bunyan, una de las obras cumbre del puritanismo inglés, que relata bajo la forma de un sueño el viaje de Cristiano hasta la Ciudad Celestial. A la pregunta del amigo acerca de si Dodgson se había inspirado en esa novela alegórica o imitaba su final, el escritor rechazó categóricamente la hipótesis y señaló que jamás se habría atrevido a semejante irreverencia.
Como se ve, el resultado de estas indagaciones pone de manifiesto que la pregunta inicial no era tan descabellada como podía parecer: las respuestas halladas muestran la actitud reverencial de Dodgson ante lo sagrado y destacan un rasgo coherente en su obra: su total separación del ámbito de lo transcendente (incluso si se manifiesta de modo vicario, mediante una inocua alusión al clero o, en el caso de la traducción, mediante el uso de una simple exclamación).
Traducir es leer a fondo un texto. Es interrogarlo para poder decidir de modo coherente acerca de todos los aspectos de su reescritura en la lengua de llegada. Por eso la traducción es un espacio privilegiado en el que surgen preguntas que pocas veces se plantean de otro modo o desde otros lugares. Y esos otros lugares pueden incluir la cultura original de la obra en cuestión y la lectura llevada a cabo por lectores nativos. ¿Cuántos lectores de Alice in Wonderland, el texto en inglés, se habrán preguntado por la pertinencia de Dios en el País de las Maravillas?
¿Qué importancia tiene todo esto?
Ninguna, en la medida en que es posible (y lícito) leer un libro de cualquier modo.
Toda, si una traducción aspira a dejar abiertas las puertas interpretativas que están abiertas en el original.
Todo esto sin pasar de la primera página.
Y aún dicen que el pescado es caro.
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Juan Gabriel López Guix
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