EL HACHA
Simeone me representa
Con el Cholo y estos jugadores, ser campeón es una actitud, no una meta
Rubén Uría 24/01/2018
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Diego Pablo Simeone dando indicaciones a sus jugadores durante el partido copero en el Sánchez-Pizjuán.
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No existe nada más desagradable para alguien que se considera primero periodista y después, hincha del Atleti, que escribir después de un mal momento de su equipo. Y este lo es. Por un lado, el forofo desea hablar desde las tripas, dejándose llevar por el malestar y la frustración, cayendo en la tentación de romper, a martillazos, lo que se ha tardado en construir años. Supongo que muchos lectores atléticos querrían leer que fulano está fatal, que mengano apunta a un farol y mata a una vieja y que el entrenador es un desastre, porque el fútbol es ganar. Lamento defraudarles. Prefiero poner pie en tierra y no en pared. Acaba de caer el Atleti en Copa, y como en los últimos años los atléticos están empachados de caviar y ya no recuerdan el sabor de la mortadela, la banda sonora que acompaña al colchonero es propia de un funeral. Hay de todo, como en botica, pero en los últimos tiempos, cada vez con más frecuencia, se escuchan voces críticas, sean atléticas o no, sobre equipo y entrenador.
Algunos que dicen ser del Atleti piden que se vaya el Cholo porque ya no creen; otros dicen ser muy atléticos pero están hasta el gorro de que les digamos que la razón de ser de este equipo es caer para aprender a levantarse; otros insisten que son del Atleti y se dedican a llamar “cagón” a Simeone; otros no son atléticos y piden la dimisión del Cholo, porque saben lo que el Atleti ha crecido con él ahí; y otros, desde el micrófono o la columna de opinión, están como locos por tirar porquería al proyecto del hombre que heredó un muerto y devolvió un campeón.
El Atleti es un sentimiento, una misión. Su gente siempre le ha querido por sus valores, no por lo que gana. Eso es así. Como lo es que los colchoneros no viven en la inopia, son ambiciosos y más allá de la camiseta y los sentimientos, viven de ganar. Sin exigencia, no se crece. Repito, el fútbol profesional es ganar. Y el Atleti, acostumbrado a ganar estos años, se ve hoy, a finales de enero, sin Champions y sin Copa. Y en esa situación, conviven dos sentimientos: la crítica cuando las cosas ya no van tan bien o el agradecimiento por todo lo bueno que se conquistó. Términos que no son excluyentes.
Sí, el Atleti está fuera de la Champions, no está ni entre los 16 mejores equipos de Europa, es criticable, pero conviene recordar que esa competición la veía por televisión hasta que llegó Simeone. Y el Atleti está fuera de la Copa, no está ni entre los cuatro mejores del torneo del KO, eso es criticable, pero recuerden que no hace mucho se iba de la Copa eliminado por un Segunda B. Crítica y memoria, exigencia y agradecimiento, no son opuestos. Al Atleti hay que pedirle más, porque estos años ha demostrado que puede darlo, pero tampoco se le puede faltar al respeto gratis, porque siempre da lo que tiene.
Encontrar un atlético feliz con la eliminación tempranera en Champions y Copa sería propio de un Expediente X. El fútbol es ganar. Pero sería aún más difícil encontrar a jugador o miembro del cuerpo técnico satisfecho con la situación. A nadie le duele más perder que a Simeone y sus jugadores. Todos se han programado para competir siempre, incluso, muchas temporadas, en honor a la verdad, por encima de sus posibilidades. Uno no vive en Marte. Comprende las críticas al entrenador, que se discutan algunos cambios o planteamientos. Y asume que hay opiniones, más o menos severas, fundamentadas y no, contra algunos jugadores. Lo que se sale de madre es que a Simeone, lo mejor que le ha pasado a esa afición desde que Luis Aragonés se fuera, le pongan a escurrir entrenadores titulados en Facebook, expertos en táctica por correspondencia y médicos de cabecera a través de Instagram. A estas alturas, tener que explicar que Simeone comete errores, es lo más natural del mundo. Y contarles que sus errores son la milésima parte de sus aciertos, una verdad como un templo.
Anoche escuché al Cholo culparse y responsabilizarse de la eliminación. Como en Lisboa. Como en Milán. Como cada día desde que el equipo no gana y los francotiradores buscan gloria tras un buen día de caza. Y comprendí que, con sus errores y aciertos, él no ha cambiado. Han cambiado los resultados y los juicios ajenos. Desde que puso el pie en España, el mismo día que los profetas pronosticaban que él y el Mono bajarían al Atleti a Segunda, al Cholo le llamaron, con desprecio, resultadista. No deja de ser sorprendente que, después de haber logrado los mejores resultados de la historia del Atleti, ahora salgan de la cueva cientos de aficionados y periodistas mil veces más resultadistas que Simeone. Cuando ganaba, cánticos, palmaditas en la espalda y masajes. Ahora que pierde, dudas, palos y lapidación. Caramba.
Al fin y al cabo, con perdón, una abrumadora mayoría ha creído que el éxito de Simeone solo son los triunfos y los títulos. Error. Su éxito es lograr que un club que era un chiste sea hoy un equipo que no es favorito a nada, pero aspirante a todo. Aquello de “si se trabaja y se cree, se puede”, era más que un eslogan o una frase sacada de un manual de autoayuda. Aquello fue una declaración de intenciones, una filosofía de vida, una manera de vivir. Ser del Atleti es eso. El mérito de estos jugadores y este señor, le zurren lo que le zurren, pierda cien o doscientos partidos, se equivoque mil o dos mil veces en los cambios, es muy simple: ser campeón no es una meta, es una actitud. Todos queremos ganar, pero más que eso, queremos sentirnos representados. Y a uno, con perdón, Simeone le representa.
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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