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“Ágatha se vino a Madrid y se convirtió en la musa de la naciente posmodernidad, con vestidos que aplaudía y fotografiaba todo el mundo, y que luego no compraba nadie:
– Mi última esperanza, Umbral, es que El Corte Inglés me contrate para vestir muñecas.
O sea que las chicas no se dejaban vestir a su aire. Las chicas lo que quieren es estar buenas, y que se vea, y no convertirse en dalís ambulantes. Luego va, arrasa y se lleva a Pedrojota Ramírez, con lo que constituyeron la pareja publicitaria más famosa de Madrid a todos los efectos. Yo le hice una entrevista a Agatha en El País y la llenó de tacos exquisitos. Cuando fiché por Pedro, su marido, él me dijo:
– Y cómo no voy a quererte, si yo me enamoré de Agatha por tus crónicas.”
Es sólo una parte del perfil que dibuja Paco, para Ágatha, Francisco Umbral, para el resto, en su libro Crónicas de esa gente guapa, que he terminado de leer hace unos días y que el destino ha querido que coincida con la publicación de entrevistas de la expareja, burka mediante, en dos revistas mensuales. Y yo he venido a hablar de ambos porque hacía tiempo que no me deleitaba tanto con una historia de amor y odio como ésta.
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Ágatha Ruiz de la Prada es esa señora que ha puesto corazones en las bragas, mochilas y tazas de media España gracias a El Corte Inglés, pero que no acaba de convencernos a los adultos cargados de complejos y pudores como ésta que escribe para ponernos uno de sus vestidos. A cambio convenció a Pedro, para Ágatha, PedroJota Ramírez, para el resto, de que otras corbatas y otros tirantes eran posibles, en unos años en los que Hermès y Loewe hicieron su agosto en esa misma España que hoy desfila por los juzgados vestida de casual y sin pretensiones de peluco.
Él fue ayer a declarar a la comisión de investigación irregular del PP en el Congreso con una carpeta de publicidad con un león, imagen de El Español, que es el periódico que fundó y dirige (un recordatorio para esos mayores de 50 años que pueblan y llenan España que aún dicen eso de “Éste ya no está en El Mundo, ¿verdad?”). Se puso una aburridísima corbata azul marino y volvió a arremeter contra Mauricio Casals, Soraya y Mariano, estuvo tres horas hablando de sus conversaciones con Luis Bárcenas y recordando su etapa en El Mundo, que es de ese tipo de amores que aunque pase el tiempo uno nunca abandona del todo, como Belén con Jesulín, como Lecquio y Ana Obregón, como Norma y Marc Ostarcevic.
Y mientras declaraba yo me fui al quiosco a comprar Harper’s Bazaar. Entre otras cosas, porque él dijo el lunes en la tertulia de radio que aún le abre las puertas, la de Jiménez Losantos, que cuando le llamaron de la revista para proponerle el reportaje tenían ellos previsto ese viaje a Florencia y les dijo algo así como: “¿Por qué no os venís?”. Porque tenía que ser en Florencia, “la ciudad de Galileo Galilei y Maquiavelo”. Porque la ropa con la que aparece en esa superproducción estaba ya en su maleta salvo los jerséis de cuello cisne, prenda que llevaba yo años sin escuchar y que ha contado con las bendiciones estilísticas de Isabel, la secretaria de Pedro, el hombre que viste ahora de tonos oscuros y canta boleros. Porque Pedro se ha tragado a Pablo Alborán, El diario de Noa y a Corín Tellado y yo necesitaba leerlo. Porque éste no es mi Pedro, nuestro Pedro. A Pedro le queda sólo el rugido del león como único rasgo de fiereza. Qué te han hecho.
Para empezar, el reportaje se engloba en un ‘Especial San Valentín’, que lleva declarado persona non grata en mi casa desde hace siglos aunque yo siempre pregunte cada año si me va a caer algo. “La pareja es vigilada por uno de los leones de Médici”, empieza el primer pie de foto mientras yo empiezo a salivar. “Tengo la sensación de que, refutando la famosa cita de Mirabeau, Cruz y yo hemos llegado a orillas del Orinoco dispuestos a fundar una sociedad nueva”, dice él. Esto apenas pasados los primeros tres minutos de lectura. Que yo sé que Ramírez es periodista culto y leído, porque la última vez que estuve en la Toscana una de las frases que escuché fue: “Vamos a ir a San Gigmignano, que dice Tony Blair que es uno de los sitios más bonitos que ha visto en su vida”. Aquí cada uno con sus referencias.
“Su historia, la de ellos, comenzó a la sombra de un león”. Aquí el periodista, sin duda imbuido por semejante candor, se ha dejado llevar y de paso nos deleita con esa referencia a una canción maravillosa de Sabina dedicada a la Cibeles. “Lo que nos sucede también en Florencia es la prueba de que no ha habido ni un solo día en el que yo no sintiera que nuestra relación crece y que Cruz me está haciendo mejor persona”. A ver, Pedro, tú antes molabas más y yo, llegados a este punto de lectura, tengo que hacer un descanso porque encima el Sevilla está a punto de echarnos de la Copa del Rey, y esto no hay Orinoco que lo salve.
Cruz Sánchez de Lara, el motivo de toda su dicha, también habla, claro. El periodista nos cuenta que se casaron en el comedor de su hogar, que se leyeron uno al otro dos textos de mil palabras cada uno escritos por ellos y se intercambiaron dos relojes Tank de Cartier. “Nos han enseñado que casarte es ponerte un vestido blanco, invitar a todos tus amigos, montar una fiesta… Al final se obvia el mensaje real, que es lo que importa, mirarle a los ojos, decirle que le quieres y prometerle que harás lo posible para que esta sea la historia de amor de tu vida. Y nosotros decidimos prometernos que íbamos a intentar hasta el último soplo de vida dedicarnos el uno al otro. Resolvimos desproveernos de todo lo accesorio y quedarnos con lo importante”, dice ella. Que sepamos, del Cartier no se deshizo (yo tampoco lo habría hecho, qué demonios).
Pedro Jota también cita para hablar de ella a Susan Sontag, por aquello de que detecta y mira compasivamente al dolor ajeno. Y ella le responde: “Tienes mucha suerte, porque no has encontrado una mujer en tu vida que te acompañe, sino una mujer que disfruta la vida contigo”. Yo no me puedo creer que una mujer nacida apenas cuatro años antes que yo hable así, pero mira, ella está en Florencia cuajadita de joyones, zapatos de Manolo Blanhik y falda lápiz de Victoria Beckham y yo con un vestido de Casa Amancio Ortega. No hay color.
Como periodista que soy escuché a la otra parte. A la que se puso el burka de colores para ir a firmar el divorcio, a la que se ha quedado en los huesos a cambio de ganar kilos de sarcasmo y humor negro. A Ágatha. La entrevista que le hace Joana Bonet en Fashion&Arts Magazine, es pura gozadera (afortunadamente más breve que la de su ya ex marido). Quizá algunos, llegados a estas alturas de texto, reprueben mi subjetividad. Pero ésta es una columna de opinión y el sarcasmo es un flotador que llevo desde hace tiempo como salvavidas. Sólo alguien muy inteligente, incluso alguien más que Susan Sontag, puede decir de su exmarido que fue torpe como Zapatero para no ver venir la crisis económica. Sólo alguien con una maldad exquisita puede decir que los enemigos de Ramírez son ahora sus mejores amigos, que escribió un libro (que tengo en mi biblioteca, por cierto) que presentó desaforadamente incluyendo parvularios y colegios. Sólo alguien en su estado más puro de crueldad puede citar a uno de los hijos de ambos, Tristán, cuando bromea acerca de esas 1.300 páginas y cite que los incunables, en este caso, son los libros que hayan quedado sin firmar. Sólo alguien que se ríe de su sombra puede decir que Despacito le ha ayudado mucho en su ruptura.
Pero vuelvo a Umbral:
“La niña se llama Cósima y yo, al saberlo, le dije a Agatha:
– Qué bello, como Cósima Wagner
– No te hagas ilusiones, Paco, sólo es Cósima Ramírez”.
Esto, como la crisis, tampoco lo viste venir, Pedro.
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Autor >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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