Cajas abiertas y abanicos rojos
Reclamar más mujeres en el cine no solo afecta a las profesionales del sector, también influye en lo que refleja y representa como agente socializador
Pilar Ruiz 7/02/2018
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes. Puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí.
Es un clamor mundial: algo ha cambiado. El #Metoo estadounidense, el #Notengomiedo en Rusia y Ucrania, incluso en Irán con los #WhiteWednesdays y #MyStealthyFreedom contra la imposición del velo islámico. En nuestro país, las Kellys (Asociación de limpiadoras de hoteles) denunciando su precariedad laboral o las espartanas de Coca Cola contra el cierre de la fábrica de Fuenlabrada, La Caja de Pandora de las artistas visuales y el #MasMujeres de las cineastas, amplían la perspectiva. Campañas, movilizaciones, denuncias y paros: el próximo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se anuncian paros laborales de dos horas para protestar contra la brecha salarial, la precariedad en el empleo y la violencia machista.
Ya no hay duda: el acoso y la violencia contra la mujer es la punta del iceberg de la desigualdad estructural, una asignatura pendiente de la sociedad en su conjunto. En España, 3.000 mujeres del mundo del Arte asamblearias, sin portavoces, reunidas a través de un chat privado en el que comparten sus experiencias y agrupadas en la asociación La Caja de Pandora, han firmado un Manifiesto contra el acoso sexual a las artistas visuales.
Las Pandoras nacieron en el verano del 2017, cuando se conoció el caso de Carmen Tomé. La artista denunció por agresión sexual al comisario invitado Javier Duero, durante unas jornadas de creación en el centro alicantino “Las Cigarreras”. Convirtiendo su denuncia ante la policía en obra de arte, la performance se viralizó a través de las redes movilizando a artistas de toda España e incluso provocando una polémica que dejaba traslucir aquello que se había ocultado durante tanto tiempo: el acoso sexual en el mercado del arte.
la violencia contra las mujeres siempre se ocultó como un hecho infamante que señalaba solo a la víctima y a su familia –ese concepto de la honra calderoniana– mientras que ahora, una enorme parte de la población ha dicho basta
La acción y la reacción, con la presión mediática contra las denunciantes de violencia sexual, como en el caso de la Manada o en el de los futbolistas del Arandina –incluso en el tratamiento informativo de la desaparición y asesinato de Diana Que– en busca del titular morboso, la declaración interesada o la falsa polémica, para terminar criminalizando a las víctimas. Un ambiente enrarecido, donde, por paradójico que resulte, las mujeres feministas terminan convertidas en diana de quien considera que la igualdad es más peligrosa que el privilegio -habitual ya el acoso verbal a periodistas, cómicas, actrices o youtubers feministas a través de las redes incluso de grandes firmas en la prensa convencional, no tan diferentes en este caso-. Porque la violencia contra las mujeres siempre se ocultó como un hecho infamante que señalaba solo a la víctima y a su familia –ese concepto de la honra calderoniana– mientras que ahora, una enorme parte de la población ha dicho basta. Esta sensibilización resulta verdaderamente novedosa: se acabó el silencio, aunque siga siendo difícil y penoso denunciar.
“El silencio en las agresiones obedecen siempre al miedo: miedo a no ser capaz emocionalmente de soportar la carga y miedo a no tener que comer. La denuncia comporta la estigmatización de la víctima y en muchos casos, que pase a ser víctima del sistema. La víctima se sentirá cuestionada, interrogada con preguntas que le hagan sentir culpable: culpable de ser como es; culpable de no haberlo evitado; culpable de haberlo permitido y culpable de haberlo insinuado”, dice Paz Rodríguez Sánchez (Avilés, 1971) abogada y profesora de la Universidad de Girona, que recomienda denunciar. “Sí, recomiendo denunciar desde el primer momento: no hacerlo puede ser visto como permisividad por parte de la víctima. Respecto a esto es muy importante que las mujeres que sufren acoso sexual sean asesoradas por un profesional del Derecho. Pero también hacerlas sentir que no están solas, que la batalla no se gana sólo si hay una sentencia condenatoria, que se gana con pequeñas victorias y en ellas participamos todas las mujeres. Tener el valor de denunciar ya es una victoria. Ahora es el momento en el que las mujeres deben alzar la voz: las asociaciones de mujeres hacen una labor muy importante empoderándolas”.
Porque por un lado se critica a movimientos como el #Metoo como “caza de brujas” ante la avalancha de denuncias salidas de las redes sociales ante la indefensión de los acusados y los boicots –a la americana– indiscriminados; y por otro, se señala justo lo contrario: la falta de coraje y valor de las reclamaciones generales que omiten nombres para poner en duda la veracidad de todas las denuncias. ¿Qué hacer, entonces? Respecto a esto último, Paz advierte: “La dificultad para la víctima estriba en probar los hechos. Normalmente el acoso tiene lugar en espacios cerrados, privados y sin testigos. Hacer una denuncia en las redes sociales, si no obtenemos una sentencia condenatoria frente al agresor por falta de prueba, éste podrá iniciar acciones civiles y penales por delitos contra el honor y la imagen y reclamar los daños y perjuicios causados. La paradoja sería que la víctima de acoso tendría que indemnizar al acosador por haberlo denunciado”.
Los casos de abuso sexual, a pesar de su relevancia mediática y la gravedad de su naturaleza delictiva, no son “casos aislados” sino el extremo de una montaña de desigualdad. Hace falta voluntad política y apoyo institucional para luchar contra esa anomalía antidemocrática que impregna todos los ámbitos sociales, aunque algunas formaciones consideren este asunto de índole estrictamente particular, sobre todo si entra en colisión con una concepción neoliberal del mercado laboral y de las relaciones entre personas. Ahí está el silencio de las mujeres del PP ante la negativa de su jefe de filas a considerar siquiera la igualdad salarial (saltándose la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social, el Estatuto de los Trabajadores y la misma Constitución) o la negativa de Inés Arrimadas a apoyar los paros convocados el 8 de Marzo –Día de la Mujer– por “anticapitalistas”.
Los casos de abuso sexual, a pesar de su relevancia mediática y la gravedad de su naturaleza delictiva, no son “casos aislados” sino el extremo de una montaña de desigualdad
Todavía hay voces que niegan lo evidente. Por ejemplo, que el paro se ceba con las mujeres: entre enero y marzo 21.700 desempleadas más, mientras que ha descendido el número de hombres parados (-4.500) según la Encuesta de Población Activa (EPA) recientemente publicada por el INE. El detonante de las movilizaciones y la concienciación es la crisis económica: un antes y un después también para el feminismo. Porque a ellas las ha golpeado más fuerte con los recortes en políticas sociales, la precariedad, la falta de conciliación, los cuidados familiares, la brecha salarial y el paro. Un paisaje oscuro además, a causa de la “invisibilidad” femenina.
Marta Pérez Ibáñez (Madrid, 1965), profesora experta en Arte, es autora del estudio La actividad económica de los/las artistas en España (2017): “La visibilidad de la mujer en el mundo del arte, aunque poco a poco se va normalizando, dista aún de ser una tónica generalizada. Ya que la proporción entre hombre y mujeres profesionales en la creación artística está casi igualada, debería estarlo también en las exposiciones, entre los/las artistas programados por museos o galerías, pero no es así. La incorporación de comisarias, curadoras, galeristas, directoras de museos e instituciones artísticas de alto nivel a las primeras filas del arte contemporáneo en todo el mundo, puede ser fundamental para reconocer el trabajo de las artistas, a veces de mujeres de larga trayectoria cuya obra es prácticamente desconocida, y también de la nueva generación de artistas contemporáneas”.
Faltan, pero están: mujeres en el arte, en el deporte, en la ciencia y la investigación, en la filosofía, en la comunicación. Y en el cine: la Asociación de cineastas españolas CIMA repartió 1800 abanicos rojos entre los asistentes a la gala de los premios Goya 2018 con el lema #Másmujeres para denunciar la situación laboral de las profesionales de la industria audiovisual. Virginia Yagüe (Madrid, 1973), presidenta de CIMA valora la movilización: “Era un gesto y una imagen pero copamos titulares, fuimos TT durante toda la Gala de los Goya (con el apoyo de la Coordinadora feminista) y se fijó el lema que pretendíamos: una petición expresa para que tengamos más mujeres en nuestra cinematografía. La visibilización de esta petición general y su repercusión es fundamental para reclamar de forma activa medidas para hacer que los datos cambien. Sabemos que queda mucho por hacer y por eso el trabajo de asociaciones de mujeres como CIMA es indispensable. Hay que trabajar activamente en el cambio de las normativas e impulsar medidas correctoras en positivo para corregir los desequilibrios y hay que hacerlo sin complejos”.
Reclamar más mujeres en el cine no solo afecta a las profesionales del sector: es innegable que las reivindicaciones hechas desde plataformas de gran relevancia social –en Hollywood lo saben bien– suenan más altas y más fuertes. Pero en este caso va aún más allá: la íntima naturaleza del cine es reflejar y representar su tiempo desde la mirada humana. Todavía hoy, una mirada cortada por la navaja de género.
“El cine es un agente socializador que se nutre de los valores culturales e imprime cultura. Allí donde se toman las principales decisiones que afectan al contenido, los productores, directores y guionistas, ese grupo de liderazgo, tiene un 74% de hombres frente a un 26% de productoras, 16% de directoras y 17% de mujeres guionistas”, explica la presidenta de CIMA. “Una representatividad tan baja de profesionales mujeres en los puestos decisivos, conlleva que los productos culturales que llegan al público están contados bajo un único prisma. Es complicado cambiar el androcentrismo que gira tanto en el entorno cinematográfico como en el social. Tras un año pasado de cine testosterónico y masculinizado efectivamente los datos del 2017 son peores para las mujeres”.
Esta enorme montaña de hielo que congela al mundo entero ha emergido por fin. Ya no es posible silenciar más que el poder político, laboral, económico, en todos los sectores y ámbitos sociales, excluye, violenta o ignora a las mujeres por el mero hecho de serlo. Solo cuando la sociedad en su conjunto reconozca el desequilibrio y la injusticia, podremos decir que dentro de la caja de Pandora aún queda la esperanza. Mientras tanto, que entre el aire.
CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes.
Autora >
Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí