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Según datos recientemente publicados por Eurostat, 2015 y 2016 han sido años de mayor consumo energético en la UE. Esto ha supuesto alejarse de las metas de eficiencia que estableció el Parlamento Europeo hace más de un lustro: el consumo de energía primaria ya se aleja un 4% de los objetivos para 2020 y el de energía final lo hace en un 2%.
En 2012, la Unión Europea aprobó su Directiva de eficiencia energética, una norma encaminada a mejorar los métodos de consumo y a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la región. Entre otros objetivos, se fijó la obligación de reducir un 20% el consumo de energía de la UE para 2020, una especie de ahorro energético formulado en base a las previsiones de uso para esa fecha. La página web de la Comisión para la eficiencia energética lo define así: “Al usar la energía de forma más eficiente, los europeos pueden reducir sus facturas, disminuir su dependencia de proveedores externos de petróleo y gas y ayudar a proteger el medio ambiente”.
Para desglosar el consumo de energía, el servicio estadístico europeo establece dos categorías según el tipo de energía: primaria y final. La primera se refiere al combustible en su estado original, como materia prima. La segunda, a la energía transformada y transportada, aquella que es consumida por la población.
Por otro lado los porcentajes que usa Eurostat para analizar los cambios en el consumo y la distancia con los objetivos se miden en millones de toneladas de petróleo equivalente. De esta forma, el objetivo que marcó la UE para 2020 asignaba como techo un consumo común de 1.483 millones de toneladas de petróleo equivalente en energía primaria y 1.086 Mtoe (por sus siglas en inglés) para la energía final.
El repunte del consumo durante 2015 y 2016 que apunta Eurostat refuerza una tendencia de importantes fluctuaciones en la UE desde el año 1990, primero en el que existen registros de este tipo para la región: descendió entre esa fecha y 1994, creció sustancialmente hasta 2006 y volvió a reducirse en la siguiente década.
Según Eurostat, la mayor divergencia entre el consumo de energía primaria y la meta de reducción del 20% se produjo precisamente en 2006, cuando la brecha respecto del objetivo se situó en el 15,5%. En 2014, este tipo de consumo alcanzó su registro más bajo, del 1,7% (respecto del objetivo), pero ha vuelto a subir en los dos siguiente años hasta situar la brecha en el 4%.
En el caso del dispendio de energía final, la UE incrementó este consumo un 2,1% entre 1990 y 2016, situando la medición a un 2% del objetivo de 2020. Pese a la cercanía con lo que la normativa considera un consumo óptimo, el incremento de los últimos años es preocupante si se tiene en cuenta que este tipo de uso energético consiguió incluso superar el objetivo de reducción del 20% en 2014, cuando se sitúo en el 2,1% por debajo de la meta.
España, llevó a cabo el mayor crecimiento de la UE en su consumo energético entre 1996 y 2006, pasando de usar 99,3 millones de toneladas equivalentes de petróleo a 144,4. Un crecimiento del 45,5%, frente al 6,1% de la media de la UE. En la última década ha conseguido reducir este consumo un 15,5%, a un ritmo también más acelerado que el de la región (-10,8%) pero aún muy alejado de los datos de hace 20 años.
En el conjunto de la Unión, hasta 19 países aumentaron su consumo entre 1996 y 2006. A partir de ese año, solo Estonia Polonia , con un incremento del 13.4% y 3.2%, respectivamente, aumentaron su consumo.
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Espacio de información realizado con la colaboración del Observatorio Social de “la Caixa”.