Desde los puestos inferiores de una organización, consiguió levantar un imperio a base de satisfacer las necesidades de diversión de la gente, a la vez que reducía la competencia a la mínima expresión. Hasta que el fisco lo cazó. Es la historia de Alphonse Capone Scarface, que reinó en Chicago cumpliendo las ganas de beber (alcohol) y jugar (dinero) de sus conciudadanos, pero también la de Ángel Martínez Lito, que construyó un emporio gracias a las ganas de bailar de los gallegos (eso sí, sin derramar ni una gota de sangre). A Capone le cayeron 11 años y a Lito la Audiencia de Pontevedra le sentenció el pasado viernes a 12. Aunque Lito no mató ni mandó matar a nadie, el tribunal decretó como probado que solo declaró a Hacienda el 8% de sus ingresos. Los años 2011 y 2012 “el rey de las verbenas” declaró 2,1 y 1,9 millones de euros de ingresos, respectivamente. Según las cuentas de la Agencia Tributaria, habían sido 26 y 23,9 millones. Él tendrá que pagar una multa de 18 millones, su empresa de 19 y entre ambos, otra de 9 millones. Y todavía está pendiente de otros tres juicios en los que le piden 35 años más. 

La línea de defensa de Ángel Martínez era que él era únicamente un intermediario que gestionaba un producto vendido y ejecutado por terceros. Desde luego, Lito no inventó las verbenas, pero fue una parte esencial en un fenómeno que en todo el noroeste es de masas. Con 30.000 núcleos de población, tantos como en el resto de España, en Galicia había todas las fiestas que se quisiera. Ni siquiera la despoblación rural o la emigración rebajó el número de celebraciones. Eran una ocasión más para reunirse, y en ocasiones para ello se trasladaba al verano la fiesta del patrón que tocaba en invierno, pero tampoco se dejaba de celebrar la antigua fecha. Y después vinieron las fiestas gastronómicas. Para atender esa demanda, que además se concentra en verano, siempre hubo alrededor de 300 orquestas y grupos (son lo mismo que las orquestas, pero sin vientos), además de tríos, charangas y otras formaciones menores. La música, sin embargo, era poco más que un fondo sonoro para justificar el baile (agarrado, por supuesto).

Hace años, los músicos tenían normalmente otros trabajos y las agencias de representación eran una docena larga. Lito trabajaba como oficinista en una de ellas, la de su suegro, y se dio cuenta –también otros, pero él lo puso en práctica a lo grande– de que, para relanzar el sector, en un momento en el que la música en directo languidecía, había que competir con la radio y con la televisión, es decir, renovar el repertorio y la puesta en escena. Las orquestas se llenaron de músicos jóvenes –la reconversión de los bajistas fue brutal– capaces de “clavar” no solo los pasodobles que bailaban los abuelos, sino los hits de las radiofórmulas, fuesen de Alejandro Sanz o de Lady Gaga. Un estudio de la Universidad de Santiago (Do palco ao escenario, 2012) calcula que en 2010 se habían celebrado 2.387 fiestas con verbena y 5.743 actuaciones, y que el sector generaba unos 25 millones anuales y daba empleo a 4.000 personas (Las cifras, en comparación con las de Hacienda, se quedan cortas. El fisco contabilizó en el año siguiente unas 6.500 actuaciones tan solo de los 70 grupos de Lito). 

Los palcos por los que tan trabajosamente habían luchado los vecinos de las aldeas, o que habían construido ellos mismos, quedaron obsoletos. Las orquestas, no solo las grandes, convirtieron camiones-trailer en escenarios portátiles, de 20 ó 30 metros de largo por 10 de ancho y 5 de alto, con pasarelas, plataformas y podios. Verdaderos Transformers que se abren con un mando a distancia. Platós de televisión en los que actúan 14 o 15 artistas. La llegada de una gran orquesta al lugar de la fiesta, a veces por caminos inverosímiles, es una operación logística compleja que hay que acometer a diario. Lito, en una nave de su sede en Caldas de Reis (Pontevedra) tenía un auténtico taller-laboratorio de I+D verbenero. El Grupo Lito tenía, además de la agencia de representaciones, empresas de sonido, de servicios auxiliares de espectáculos…

El público respondió. No solo con asistencias masivas (hasta 20.000 personas en pueblos que no tienen ni la mitad de esa cifra en el censo), sino generando un auténtico fenómeno de fans. Las agrupaciones tienen decenas de miles de seguidores en sus Facebook y acumulan enormes audiencias en sus videoclips (sí, los hacen, y muchas veces copiando plano por plano el del artista versioneado) o en las grabaciones de sus actuaciones. Gente que sigue a su orquesta por toda Galicia, o que la va a ver siempre que toque en su zona, a veces media docena de veces en dos semanas. Y lo más extraño: es un fenómeno juvenil. En una ocasión en que reportajeaba una actuación de la orquesta París de Noia en Lorbé (A Coruña), entrevisté a tres quinceañeras que se habían tirado una hora en autobús desde la ciudad para ir a la actuación y estaban en las nubes porque una de las cantantes, Fátima Pego, les había firmado un autógrafo. “¿Sabéis que es nieta de una pandereteira tradicional que es muy amiga de Manu Chao y tocó varias veces con él?”, les dije. “¿Quién es Manu Chao?”, me respondieron.

La competencia entre Panorama y París de Noia (las dos de Lito) es mayor que la del Real Madrid-Barça. Los terceros en discordia, el Combo Dominicano, también. Los había traído de Canarias y colocado en un hostal de A Estrada, en el centro de Galicia, porque no daba abasto a la demanda, hasta que el éxito hizo que se quedaran. Los cuartos, Olympus, salieron de la férula de Lito y encabezaron “la oposición”. Nadie discute esta clasificación. La marca el caché. Entre 20.000 y 25.000 euros cobran las dos primeras por tocar un 15 o un 16 de agosto. Y en todo el verano no tienen ni un día libre. O no lo tenían, hasta que vino la crisis. Antes, había que contratarlas con tres años de antelación. 

En Lorbé (parroquia de Dexo, ayuntamiento de Oleiros, 750 habitantes, capital norteña del mejillón) aquel agosto de 2015 tocaron las tres orquestas del podio y a la comisión de fiestas le salió la cosa en 70.000 euros. Los cuatro días de fiesta, en total 120.000. 20.000 los aportaron los vecinos, y el resto los sacaron de degustaciones de pulpo y mejillones, y con las barras de los chiringuitos. Como todos los festejos, lo organiza una comisión de vecinos aleatoria y sin personalidad jurídica. El presidente de la de Lorbé me aseguraba que llevaban dos años facturando con IVA, pero lo habitual era que el dinero recaudado con ese método pasase, también en metálico, a uno de los 50 representantes que Lito tenía en toda Galicia a cambio, como mucho, de un recibí.

La otra revolución en el mundo de la verbena fue que los músicos estaban contratados todo el año. Así se tenían seguras las formaciones, y tampoco había lugar a negociar sueldos cada verano. Un músico en una de las grandes puede cobrar 1.600 euros, que en las no tan famosas baja a 1.000. Los que cobran por bolo, 50 euros los músicos y 80 a 100 los cantantes. Los vocalistas son las estrellas. Pueden aspirar a 50.000 anuales o más. En Orquestas de Galicia se puede seguir el día a día de los fichajes, quién está en el top y quién ha visto tiempos mejores. En verano, sin descansar un día, y recorriendo Galicia y provincias limítrofes, tienen dos sesiones de tres o cuatro horas cada una. En la París, las chicas se cambian cada noche siete veces de traje. Los chicos tres o cuatro. 

Pero Representaciones Lito no facturaba 25 millones al año con las grandes orquestas. Se hizo con 70 formaciones y servía el paquete completo, o nada. En la Virxe de Guadalupe de Rianxo de 2010, según Do palco ao escenario, tocaron 15 orquestas. Si querías la Panorama y la París, tenían que ser de la misma cuadra las otras 13, o las que quisiera la agencia. Estas prácticas salieron a la luz en agosto de 2014, cuando el ayuntamiento de Monforte de Lemos tuvo que anular un concierto de Panorama porque el resto del cartel había salido a concurso público, y Lito no lo ganó. En el mismo verano, el represente de la agencia en la zona de Santiago, disgustado porque el ayuntamiento había rebajado a la mitad su contratación, organizó en un barrio de la ciudad un concierto de las “tres grandes” en la misma fecha que las patronales. La Olympus salió de la órbita Lito, y su agencia, Galicia Espectáculo tiene otras 28 bandas en cartera. La tercera agencia grande, Espectáculos Sito Mariño, tiene unas veinte, entre ellas todas las clásicas, como Los Satélites, o la Orquesta Mallo, fundada en 1930. El resto de las agencias llevan dos o tres y se suelen dar servicio entre ellas. 

En cualquier otro campo, la caída del “rey” supondría el hundimiento, o al menos un bajón, del “reino”. Pero el pasado verano, con Lito ya juzgado, el ritmo no bajó, y este mes de marzo, ninguna de las grandes, Panorama, París, Combo, (las tres ya con otra agencia), Olympus o Satélites, baja de la media docena de actuaciones ya contratadas. Incluso el Gobierno gallego ha anunciado que impulsará una nueva Ley del Espectáculo que sustituya a la anterior, que data de los 80. Como dice el lema del sector: “¡Nos vemos en las fiestas!”.