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A la hora de cerrar esta edición, como se decía en los papeles, no sabemos si Cristina Cifuentes acaba de ser propuesta doctora Honoris Causa por la URJC, como compensación a su injusto linchamiento socialmediático, o más bien se están revisando sus calificaciones de la Selectividad, por si aparece alguno de esos documentos de la administración educativa personalizados para ella, o ―como dice una web humorística gallega― comprobando si sus tatuajes en realidad no son chuletas y lo que se pasa por ser un signo chino con una frase de Paulo Coelho oculta realmente unos apuntes sobre el Fondo de Compensación Interterritorial. Mientras los medios llamados ―cada vez más propiamente― nacionales comprueban con cierta desgana si la presidenta madrileña se ha hecho la rubia por encima de sus posibilidades, hay una morena sobre la que ya no queda ni la presunción de inocencia, porque ni siquiera está denunciada, aunque todo apunta, empezando por los suyos, a que ya ha sido culpable.
Paula Quinteiro Araújo es la más joven diputada del Parlamento de Galicia, y es una de las integrantes de la primera fuerza de la oposición, En Marea, a la que está adscrita dentro del tercio de Podemos, y dentro de eso, a la familia de Anticapitalistas. Y pese a tener que cargar con todas esas etiquetas, es una joven promesa, en todos los sentidos. También en la de salir de noche con un grupo de alrededor de 15 personas, como el pasado sábado 18 de marzo. Uno o dos de ellos, y aquí pasamos a la versión policial, vieron a otros que se dedicaban a romper retrovisores de coches y, según el vecino que denunció, “les animaban a seguir rompiéndolos y les reían las gracias, llevando uno de ellos puesto un gorro de color verde”. Al pedirle la identificación (al del gorro), “se negó en principio a ello, llamando a voces por el nombre de Paula”. La diputada, se puede leer, por ejemplo en ABC “se interpone entre el agente y el joven que se estaba tratado de identificar, exhibiendo una tarjeta parlamentaria, tratando de impedir la identificación y dificultando en todo momento la actuación policial”. Es decir, según la prensa seria, se vio envuelta en un episodio de “violencia callejera” (la prensa seria en Galicia se dedica a fiscalizar a la oposición, se cree que con el ánimo constructivo de ver si da la talla para ser gobierno algún día). Paula Quinteiro aseguró que lo único que hizo fue intentar mediar, y en todo caso, pidió disculpas.
La Coordinadora (la ejecutiva) de En Marea lo valoró positivamente, pero acordó trasladar a su Consello (el órgano de decisión último) la petición de asunción de responsabilidades políticas. La responsable de Podemos Galicia y compañera de escaño, Carmen Santos, señaló que esperaba “que tome la mejor decisión pensando en el colectivo y en el proyecto”. Xosé Manuel Beiras, la cabeza visible del proyecto, fue más claro: “Si yo fuese Paula Quinteiro, dimitiría. Pero es imposible que yo fuese Paula Quinteiro porque mi trayectoria demostró que era imposible que hiciera nunca lo que ella hizo”. El PP tendrá que superarse y pedir la lapidación, por lo menos.
Este es el momento en que interviene el coro griego que, comparando estos dos casos recientes, Cifuentes y Quinteiro, y la reacción de sus respectivos entornos partidarios e ideológicos, lamenta que la izquierda sea mucho más intransigente (o intolerante, no tengo a mano a Gramsci) en sus criterios que la derecha. Tienen todo un libro a mano sobre el asunto. Tan solo apuntar que en eso consiste, o debería consistir la diferencia, o una de ellas, entre ambas visiones de la vida. Del cainismo ya hablaremos otro día.
De todas formas, creo que la conclusión no es si es más conveniente hacerse la rubia que no hacérselo. Con las cotas de corrupción que hemos alcanzando en la escala Gürtel, son dos incidentes menores. Lo relevante es cómo asumimos que la totalidad de instituciones del Estado (que me perdone la Comunidad de Regantes del Valle del Ebro si no les excluyo) se gobiernan con el criterio de la real gana de los que las ocupan, desde el poder ejecutivo al judicial, de la Casa Real a la Real Federación de Fútbol, sin que pase nada. ¿Qué es el título de un máster obtenido, como decimos en Galicia, detrás de la puerta ―perdón, de la presunta puerta― si el rector de la universidad que lo concede es un plagiario demostrado? ¿La aguja de la escala Noos de impunidad se mueve algo por la “violencia callejera” de alguien que responde por uno que vio como otro rompía retrovisores?
Creo que nunca tuvo tanta razón Manuel Fraga (creo que fue Fraga, no tengo a mano sus obras completas) como cuando dijo que el PP era el partido que más se parecía a España. Estamos bien.
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Xosé Manuel Pereiro
Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias
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