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Análisis

La izquierda debería dejar de equiparar trabajo a empleo

Si al trabajo que no es empleo se le diera la misma importancia en las estadísticas y en la retórica progresista se lograría que todo el mundo midiera el “crecimiento” de un modo ecológicamente más sensato

Guy Standing (Social Europe) 27/03/2018

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Para la derecha política es excusable, desde un punto de vista intelectual, pretender reducir el significado de empleo a un trabajo o actividad remunerada; para la izquierda política hacerlo es inexcusable. Los socialdemócratas están pagando un alto precio político por haberlo hecho a lo largo del siglo XX; cayeron en su propia trampa política al poner la idea de Pleno Empleo en un pedestal cuando tan solo significaba la maximización del número de personas que trabajaban en puestos de subordinación respecto a unos jefes.

A menos que la izquierda huya del desatino que supone equiparar trabajo a empleo, continuará experimentando una pérdida masiva de apoyos y se disipará en los márgenes de la política. ¿Por qué encontrar “puestos de trabajo” a la mayor cantidad de gente debería considerarse definitorio de las políticas progresistas?

Los socialdemócratas, que han basado sus políticas en el trabajo, deberían recordar que quienes originalmente defendían el objetivo de la estabilidad o seguridad laboral eran los empleadores de mediados del siglo XIX, no los representantes de los trabajadores. Durante muchas décadas, el término “empleado/a” era motivo de lamento, suponía el reconocimiento de pertenencia a una posición social baja que generalmente se aplicaba a mujeres solteras obligadas a aceptar puestos de baja remuneración como sirvientas en casas regentadas por la burguesía o la aristocracia.

A lo largo del siglo XX, una peculiar alianza de ideologías políticas convirtieron el trabajo en una obligación, excepto para la nobleza terrateniente y los “ricos ociosos”. Lo que a lo sumo debería haberse considerado una necesidad onerosa en un sistema capitalista, se transformó en una necesidad patológica en la Constitución soviética con la frase leninista: “El que no trabaja, no come”, y adoptó un carácter igualmente antiemancipador en todas las formas de socialdemocracia.

De manera muy deliberada, el derecho a una seguridad social decente se restringía a los que realizaban trabajos para los patronos o a quien demostrara, de modo denigrante, estar dispuesto a realizar trabajos o a quien, de una forma indirecta y subordinada, estuviera casado con alguien que realizara trabajos o que había pasado un periodo largo realizándolos.

Los trabajos forzados

Los héroes y las heroínas de la socialdemocracia sacaron conclusiones lógicas de todo ello. De este modo, Beatrice Webb, madre del socialismo fabiano, defendió abiertamente los campos de trabajo, mediante el empleo de la fuerza si era necesario, ofreciendo a los ministros blairitas una justificación para defender el programa de subsidios a parados con contraprestación de trabajo varias generaciones después. Entretanto, William Beveridge, santo patrón del estado del bienestar británico, un liberal declarado que actualmente está siendo homenajeado en un año conmemorativo de la London School of Economics (LSE), creía en “el azote de la hambruna” para obligar a los obreros a trabajar. En el mejor de los casos, esta perspectiva es paternalista; en el peor, antiemancipatoria.

Estos prejuicios estuvieron presentes en los convenios de la OIT, la encarnación del modelo socialdemócrata. Estos cristalizaron en el convenio 102 de 1952, el Convenio de la Seguridad Social, en el que se menciona a los que son “el sostén de la familia”, a las esposas dependientes y a años de “servicio” trabajando, que adquirían el derecho a una protección. Esta singular disposición legislativa puede parecer un retroceso a la década de 1930, que llevó a los socialdemócratas a luchar por conseguirla después de 1945. Sin embargo, en 2001, los sindicatos de Europa y los gobiernos socialdemócratas tomaron la iniciativa para exigir que se mantuviera como uno de los convenios internacionales “actualizados”.

Los socialdemócratas han mantenido un extraordinario silencio acerca de la tergiversación sistemática del empleo como trabajo

Estas verdades incómodas deben confrontarse, no borrarse de la historia de la izquierda. Los socialdemócratas han mantenido un extraordinario silencio acerca de la tergiversación sistemática del empleo como trabajo. Para empezar, no han hecho nada para modificar el discurso o para cuestionar la representación estadística del empleo que se ha estado utilizando en los informes nacionales y estadísticas laborales desde la década de 1930. A no ser que cambien de actitud, no pueden contar con reconquistar cotas políticas, y tampoco lo merecerían.

Si dedicas seis horas al día a atender a un familiar anciano, según el lenguaje socialdemócrata y neoliberal, no es un trabajo. Si dedicas tres horas al día a cuidar al familiar anciano de otra persona a cambio de un salario, se llama trabajo, adquieres la categoría de decente como “trabajador”, y probablemente estés protegido de alguna forma por las leyes laborales y de la seguridad social. Esta discriminación es absurda.

En este punto, se debería mencionar la impertinencia común socialdemócrata, la afirmación de que tener un puesto de trabajo te da cierta “dignidad”, un “estatus” y los medios necesarios para integrarte en la sociedad, la sensación de pertenecer a la sociedad. Debería reconocer que en esto no soy imparcial, algo que quizás comparten algunos lectores. Nunca me he sentido más digno o integrado en la sociedad que desde que dejé de tener un empleo.

De un modo bastante más relevante, si a un hombre que baja a una alcantarilla para arreglar tuberías se le dice que está adquiriendo dignidad y sentido de pertenencia a la sociedad, es posible que se reciba una respuesta desagradable. De hecho, si no es así, me inclinaría a pensar que se trata de falsa conciencia. Si le dices a una mujer que va por las mañanas a limpiar cuñas que está siendo integrada y debería estar agradecida por tener un trabajo, es posible que te lleves una bronca, como se suele decir.

Para la mayoría de la gente, los trabajos son un instrumento, no algo que vilipendiar o idealizar

Para la mayoría de la gente, los trabajos son un instrumento, no algo que vilipendiar o idealizar. No hay razones justificables para situarlos por encima de otras formas de empleo. Eso es lo que han hecho los socialdemócratas. No es una postura progresista. Marx estaba en lo cierto al considerar el trabajo una “actividad alienada”.

La falacia populista

Sin embargo, hoy hay otras dos razones para afirmar que todos los progresistas deberían ser más radicales y honestos, desde un punto de vista intelectual, respecto al empleo. En primer lugar, los dualismos del laborismo que constituyeron una base elemental para la socialdemocracia en una época de capitalismo industrial se están viniendo abajo. Cada vez resulta más distorsionador insistir en la pretensión de que siguen siendo válidos como normas. El creciente precariado lo sabe de sobra. Esta es una de las razones por la que hay una tendencia a adherirse en los nuevos movimientos progresistas que los viejos socialdemócratas están tan interesados en llamar, de un modo despreciativo, “populistas”.

Los dos dualismos que constituían la base de la política laboral y social socialdemócrata eran el “lugar de trabajo” frente a otros lugares, y el “tiempo de trabajo” frente a otros usos del tiempo. Cada vez se hacen más trabajos fuera de los lugares de trabajo formales y fuera del tiempo de trabajo, como he analizado en detalle en otras ocasiones ( aquí  y aquí). Las personas que constituyen el precariado a menudo dedican más tiempo a trabajar para conseguir trabajo y a trabajar para el estado que realizando un trabajo de verdad. Los socialdemócratas implícitamente les dicen que no es un empleo de verdad.

Si se acepta esta realidad, se debería reconocer que las estadísticas laborales nacionales existentes cada vez tergiversan más la imagen del empleo y del modo en que vive la gente. Hacer que las políticas sociales dependan del trabajo observado es por consiguiente indefendible para cualquiera que se considere de izquierdas. Para alguien de derechas la tergiversación es fantástica. Únicamente se debería dar protección a los que tengan un trabajo visible. Fue la socialdemocracia de la Tercera Vía la que avanzó más por ese camino al defender que no debía haber derechos sin responsabilidad y que los pobres debían demostrarlo con el trabajo, adquiriendo puestos de trabajo.

El programa de subsidios a parados con contraprestación de trabajo

Deberíamos dejar que fuera la conciencia de los socialdemócratas la que explicara por qué han guardado silencio ante el tipo de estadísticas laborales nacionales. El desenlace de la complacencia del modelo laborista es el programa de subsidios a parados con contraprestación de trabajo, que es inevitable si se acepta la comprobación de los recursos económicos para recibir una prestación y la flexibilidad del mercado laboral. Matteo Renzi, en Italia, fue el último en avanzar en esa dirección, y su partido socialdemócrata (PD) es el último en pagar el precio de la implosión para convertirse en “muertos vivientes”. Wim Kok, que fraguó la Tercera Vía, marcó el camino para que el Partido Laborista holandés cayera en el abismo, las reformas del Hartz IV condenaron a los socialdemócratas alemanes a su largo declive, y el Nuevo Laborismo –con su bandazo hacia la comprobación de los recursos económicos para recibir una prestación y el programa de subsidios a parados con contraprestación de trabajo– perdió al precariado británico y permitió que apareciera el fantasma del Crédito Universal como la política social más retrógrada en muchas décadas.

Los socialdemócratas senescentes dedican mucho más tiempo a atacar de forma vehemente la renta básica –que además de ofrecer una potencial garantía económica, fomenta el trabajo en lugar de empleo– que a criticar el programa de subsidios a parados con contraprestación de trabajo que obliga a los desempleados a realizar trabajos de más baja categoría.

A menos que los socialdemócratas sean capaces de revertir su compromiso con el laborismo, sin duda estarán acabados como fuerza política. Es así de fundamental. Sin embargo, hay otra razón para querer reformular las ideas progresistas sobre el trabajo, que es aún más importante en el contexto de la crisis ecológica que se avecina a gran velocidad.

Lamentablemente, la izquierda en general y los socialdemócratas en particular tienen un mal currículum en materia ecológica. Siempre que ha habido un conflicto entre la creación de puestos de trabajo y el medioambiente, han dado preferencia a los puestos de trabajo, los llamados puestos de trabajo para la “clase obrera”. En el mejor de los casos, a los socialdemócratas les han dejado aplicar políticas residuales para lidiar con “factores externos” y el control de la contaminación, en lugar de defender una estrategia de desarrollo sostenible.

El crecimiento de la izquierda verde

Aparte de eso, la izquierda debe reiniciarse. Consideremos el siguiente dilema. Si las estadísticas nacionales solo reflejan el trabajo y los burócratas que trabajan en políticas sociales solo tienen en cuenta el trabajo, el “crecimiento económico” se subestima y le otorgamos demasiado protagonismo a actividades que conllevan el agotamiento de los recursos. Si en su lugar se adoptara un enfoque no laborista, el valor del trabajo que no es empleo –comúnmente llamado “valor de uso”– adquiriría al menos la misma importancia que el valor del emplep: valor de intercambio.

Para cualquiera que se sitúe en “la Izquierda Verde” esto debería tener un atractivo fabuloso. Les permitiría superar la incomodidad del término “decrecimiento”. Si a las actividades diseñadas para conservar los recursos y reproducirnos, y a nuestras comunidades y nuestros bienes comunes se les da el mismo valor que a las actividades que agotan los recursos, pasar de lo segundo a lo primero no disminuiría el “crecimiento” ni supondría “decrecimiento”. Es difícil defender una campaña política de decrecimiento si supone disminuir el crecimiento económico con estadísticas convencionales que implican reducir el nivel de vida medio. A un Verde sofisticado podría hacerle sentirse íntegro y ejemplar, pero es improbable que atraiga al votante típico.

Si al trabajo que no es empleo se le diera la misma (o idealmente más) importancia y atención en las estadísticas, en la retórica progresista y en los artículos y libros escritos por progresistas, se lograría que todo el mundo midiera el “crecimiento” de un modo ecológicamente más sensato. Estoy seguro de que muchos de los que somos de izquierdas nos sentimos incómodos con las llamadas cuasi keynesianas y de otras ideologías de izquierdas para lograr más crecimiento cuando simplemente puede significar un agotamiento más rápido de recursos, calentamiento global y pérdida de empleos en beneficio de trabajos.

No hay escapatoria de la trampa socialdemócrata. Según el pensamiento tradicional, si cambias tu aburrido trabajo yendo a una oficina cada día por dedicar el mismo tiempo a cuidar familiares ancianos o a miembros de tu comunidad, el crecimiento económico disminuye, lo cual se considera “malo”. Si ese trabajo como cuidador estuviera valorado, ni más ni menos que como ese empleo de oficina, el cambio no disminuiría el crecimiento. Algunos de nosotros desearíamos ser aún más radicales. Pero sería un gran comienzo.

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Gay Standing es profesor de Development Studies en la School of Oriental and African Studies (SOAS), de la Universidad de Londres. Es autor de The Precariat: The New Dangerous Class (Bloomsbury, 2011), y de  A Precariat Charter: From Denizens to Citizens (Bloomsbury, 2014).

Este artículo se publicó en inglés en Social Europe

Traducción de Paloma Farré

 

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Guy Standing (Social Europe)

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10 comentario(s)

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  1. arturo kortazar azpilikueta martikorena

    En política no basta con que tengas un carnet de un partido, tienes que tener contactos con el poder, con la dirección para que te den algo importante que te solucione la vida, si no lo más seguro es que no te den nada o te dan alguna subvención o una miseria temporal que no vale para mucho. Esto sucede en todos los partidos tanto de izquierda, derecha, centro, nacionalistas y separatistas... no hay nada que fidelice más a un partido u organización que el dinero, que te dan a través del trabajo, justificándolo con ello, que es la única manera de hacerlo, porque si no es ilegal. Cuando uno gana las elecciones y consigue el poder, lo que hace es meter a su gente bien relacionada y situada, miles de personas militantes o no con contactos, que están esperando el momento para conseguir lo que quieren, que es hacerse con una cifra que no les deje de de caer suficientemente elevada para poder tener una mujer, con una eyaculación regular, así como tener una casa y unos hijos, porque sin dinero, no se puede hacer absolutamente nada... La soledad y las pajas están garantizadas de nacimiento, luego en la vida si tienes compañía y sexo metódico, es decir ordenada y sistemáticamente jajaja, depende de la suerte, de tu habilidad, de tu presencia física, que es algo que viene dado sin que puedas hacer nada cambiarlo, de los orígenes, y de quién vayas conociendo por el camino de la vida de forma aleatoria o buscada adredemente. ARTURO KORTÁZAR AZPILIKUETA MARTIKORENA ©

    Hace 4 años 10 meses

  2. JM Armengou

    Quina joia, poder accedir a articles d'aquesta categoria pedagògica. Gràcies.

    Hace 6 años

  3. jep

    Efectivamente, sin el trabajo doméstico y de cuidados ninguno de los modelos económicos actuales, sobreviviría más allá de una semana. La izquierda tradicional, en su histórica miopía, nos propone convertirnos a todas en asalariados. A pesar de haber dedicado bastantes años al sindicalismo, nunca he podido descubrir donde estaba la gracia de obedecer a un imbécil y tampoco he podido descubrir como es posible "realizarse" en un trabajo de mierda. Es curioso como han olvidado las críticas de Marx (entre muchos otros) al trabajo asalariado. Dos buenas razones para ser partidario de la RB y del reparto del trabajo.

    Hace 6 años

  4. Tripalium

    La sacralización del trabajo (asalariado) es el mayor obstáculo existente en nuestra sociedad para superar el modo de vida y producción capitalista. Cierta autodenominada izquierda debería volver a leer a Marx y entender el verdadero sentido de su obra cumbre “El Capital”. Como bien señalan Robert Kurz, Anselm Jappe, Moishe Postone, o John Holloway entre otros autores, es el proceso de la valorización del valor que se da a través del trabajo asalariado como se perpetúa el capitalismo. Urge salir de esa rueda y no parece que garantizando trabajo asalariado a los desempleados se vaya a hacer. Pero para cierta autodenominada izquierda el derecho a existir solo ha de pasar por someterse al yugo del trabajo. ¿Qué tipo de trabajo? no importa, cualquier actividad que más allá de su conveniencia social y ecológica permita obtener dinero con el que poder comer. Y asunto solucionado. En eso anda la autodenominada izquierda, en buscarnos trabajo a todos, sin importar no ya lo que plantease Marx (que en su trayectoria neoliberal a la socialdemocracia hace tiempo dejo de interesarle) sino en pasar por alto que con el actual desarrollo científico y tecnológico y en un escenario de grave deterioro ecológico con recursos naturales cada vez más limitados, una Renta Básica Incondicional y Universal permitiría garantizar la base material mínima necesaria para todo individuo. Al parecer desvincular trabajo de subsistencia sigue siendo un prejuicio judeocristiano del que cierta autodenominada izquierda no consigue sacudirse. Así nos va.

    Hace 6 años

  5. J

    la existencia de empleo no remunerado ni reconocido como llevar una casa como es debido y no con prisas, suciedad comida basura etc . es una buena razon para la RBU

    Hace 6 años

  6. Carlos Manuel

    El texto esta mal traducido en algunas partes, labor es empleo y work es trabajo. Revísenlo por favor

    Hace 6 años

  7. Félix Talego

    Estamos de acuerdo en lo fundamental Firestarter. Y creo que lo estaríamos del todo si donde escribes “trabajos” o “empleos” escribieses la palabra “actividades”. Pues por supuesto que hay muchas actividades humanas que son satisfactorias y permiten el despliegue del talento y la creatividad humana. Y de entre ellas, muchas son además necesarias, y deberían fomentarse más, por ser de gran provecho. Qué duda cabe también que hay actividades que tienen la rémora de ser rutinarias, ingratas, tediosas o incluso insalubres, pero que son igualmente necesarias y que, por tanto, toda comunidad humana debe proveer, como condición de su propia viabilidad. Para todas estas actividades, mejor garantizarlas según criterios de justicia y equidad, para que no queden reservadas a grupos minorizados, excluidos o sometidos. Pero hay todavía otra gran cantidad de actividades más o menos ingratas, tóxicas y alienantes que podrían reducirse considerablemente sin que sufrieran merma las condiciones para la libertad, la equidad y la justicia, que son los valores máximos a preservar, antes, por supuesto, que el llamado “bienestar” o “nivel de vida”. Todo esto es obvio. Sin embargo, desde hace dos siglos largos, Occidente ha comenzado a englobar esta enorme diversidad de actividades y quehaceres bajo el rótulo de “trabajo”. O peor aún, ha elevado algunas de ellas al rango superior de “trabajo productivo”. Este discurso hegemónico (el de la llamada “Ciencia Económica”) permite homologar actividades tan disímiles como, por ejemplo, la elaboración de chupetes y la de ojivas nucleares. Después, el ministro o ministra nos las presenta sumadas en la estadística de empleos que, supuestamente, aportan al PIB. Definitivamente: el concepto de trabajo nos conduce a un atolladero.

    Hace 6 años

  8. Félix Talego

    Comparto en buena medida el contenido del artículo y su crítica de la concepción trabajocéntrica que ha sido y es seña de identidad de la socialdemocracia, heredada de su ascendiente marxista. Pero el artículo obvia que el propio concepto de trabajo de Marx es tomado de la economía política smithiana. Y, finalmente, no afronta una crítica consecuente del propio concepto de trabajo, enredándose en la distinción secundaria respecto del empleo. Como bien ha explicado José Manuel Naredo (“La economía en evolución”) la noción de trabajo no es de ningún modo una noción antropológica de validez universal, sino que surge en la modernidad al amparo de la noción de “sistema económico” como ámbito pretendidamente autónomo de actividad humana. En coherencia con ello, he sostenido en otro lugar (https://www.nodo50.org/redrentabasica/textos/index.php?x=1197) que la idea moderna de trabajo, que pretende homologar un montón de actividades humanas disímiles, es “basura irreciclable”. Y discrepo radicalmente de la opinión de Firestarter, favorable al trabajo garantizado y contra la Renta Básica Universal. Su criterio es trabajocéntrico. Seguramente desconoce la vieja tradición republicanista y su idea de libertad individual amparada mutuamente por la comunidad. Como la defiende por ejemplo John Rawls

    Hace 6 años

  9. Félix Talego

    Comparto en buena medida el contenido del artículo y su crítica de la concepción trabajocéntrica que ha sido y es seña de identidad de la socialdemocracia, heredada de su ascendiente marxista. Pero el artículo obvia que el propio concepto de trabajo de Marx es tomado de la economía política smithiana. Y, finalmente, no afronta una crítica consecuente del propio concepto de trabajo, enredándose en la distinción secundaria respecto del empleo. Como bien ha explicado José Manuel Naredo (“La economía en evolución”) la noción de trabajo no es de ningún modo una noción antropológica de validez universal, sino que surge en la modernidad al amparo de la noción de “sistema económico” como ámbito pretendidamente autónomo de actividad humana. En coherencia con ello, he sostenido en otro lugar (https://www.nodo50.org/redrentabasica/textos/index.php?x=1197) que la idea moderna de trabajo, que pretende homologar un montón de actividades humanas disímiles, es “basura irreciclable”. Y discrepo radicalmente de la opinión de Firestarter, favorable al trabajo garantizado y contra la Renta Básica Universal. Su criterio es trabajocéntrico. Seguramente desconoce la vieja tradición republicanista y su idea de libertad individual amparada mutuamente por la comunidad. Como la defiende por ejemplo John Rawls

    Hace 6 años

  10. firestarter

    El empleo no tiene por qué demonizarse tampoco. Nos guste o no, es necesario para mantener cierto nivel de bienestar social. El empleo no tiene por qué ser alienante. Las personas nos podemos sentir realizadas, útiles y productivas para nuestra sociedad. El empleo tampoco tiene porque estar al servicio del mero crecimiento económico. Podría estar al servicio de una economía verde, social y solidaria. Hay muchísimas personas con un potencial extraordinario con ganas de poder desarrollar y aportar sus conocimientos y su trabajo que no lo pueden hacer por falta de oferta de empleo en el mercado. Hay también muchísimas labores en las esferas de la ecología, los cuidados y la mejora del bienestar de las personas en general que necesitan ser cubiertos con empleos y que no se realizan directamente porque para los mercados no son rentables. La propuesta del trabajo garantizado es mucho más de izquierdas que la concepción individualista y antisocial que se esconde tras la renta básica (las dos se pueden complementar perfectamente). https://www.youtube.com/watch?v=9pD4dceiAws&t=22s https://www.youtube.com/watch?v=XgprT1UsiNg

    Hace 6 años

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