Soleá Morente / Cantaora
“Sin el arte no encontraría sentido a la vida. Sería incapaz de sobrevivir”
Manuel Montaño 30/05/2018
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Soleá se emancipó hace tiempo, pero de forma habitual sube al hogar familiar donde se crió. Allí, en el Albayzín, alimenta su inspiración con la constante recreación de un pasado dorado. Nuestra entrevista transcurre durante una tormentosa tarde de primavera, en la que un viento obstinado estrella las gotas de lluvia contra el mirador acristalado que acoge nuestro encuentro. Una sobrecogedora panorámica de Granada recoge una Alhambra ensimismada en una cortina de agua. Una infección bacteriana se ha apoderado de su garganta y la mesa ofrece un completo surtido de botica. Habrá que posponer la sesión de fotos porque Soleá tiene la cara de haber pasado una noche mala.
Tu permanente búsqueda artística ha desembocado en un cambio de registro con este disco. ¿Transitar por distintos caminos musicales define tus decisiones artísticas?
Mis decisiones artísticas vienen determinadas por las decisiones que tomo en la vida, porque vida y obra son dos caras de lo mismo, y es difícil separarlas. No sé lo que busco en la vida y en la música. Tendrá que haber un camino que nos lleve a un lugar. Busco la manera de entender un mundo que cada vez va a peor. Pero tengo fe en el ser humano, y espero que encontremos la fórmula para vivir mejor.
¿Qué buscas al adentrarte en géneros musicales tan dispares?
Intento estar atenta a toda la música que aparece, porque sin investigación y conocimiento no hay creación. Ahora estoy interesada en el trap. Tengo muchos amigos traperos en Granada y, además, lo que hacen tiene mucha influencia flamenca. Los artistas tenemos la obligación de actualizarnos continuamente y escuchar las propuestas de los demás compañeros.
¿Por qué te interesa tanto el trap?
Tengo la teoría de que el trap podría venir del flamenco porque, también, se ocupa de contar las fatigas del pueblo. Las letras de los traperos hablan de problemas cotidianos de la vida y reivindican las cosas que le ocurren a una gran parte de la sociedad. El trap canta una realidad más allá de esa versión edulcorada que sólo beneficia a una minoría.
El arte nos sirve para entender qué hacemos aquí, de dónde venimos y a dónde vamos. Sin el arte no encontraría ningún sentido a la vida y sería incapaz de sobrevivir.
El trap bebe originalmente del hip hop y la música electrónica. Después, en Latinoamérica ha asimilado músicas autóctonas y, ahora, en España, se está mezclando con el flamenco.
Me fascina porque ofrece muchísimas posibilidades. En el disco aparece una Soleá de Bernarda de Utrera con el arreglo de auto-tune de los traperos. Me apetecía acercar esos dos mundos musicales.
Tu nuevo trabajo es muy intimista. ¿Cuánto de autobiográfico tiene el disco?
Las canciones son ficciones. Pero, a la vez, me inspiro en experiencias y vivencias personales que son la base para escribir canciones. Además, soy una persona que se deja llevar por la intuición y la sensibilidad. De todas formas, las letras las hemos compuesto entre Alonso, Lorena Álvarez y yo; entre los tres hemos creado los mensajes del disco.
Los distintos cortes despliegan un abanico de sentimientos relacionados con el amor: necesidad de amar y ser amada, desilusión, desamor, despecho…
Esos sentimientos están en este trabajo y, aunque aparentemente son los temas principales, también, son metafóricos. Bajo las distintas gamas del amor aflora un inconformismo por la situación social que nos ha tocado vivir. Aunque este disco sí es más íntimo que los anteriores y he mirado mucho dentro de mí misma.
En Baila conmigo aludes a una persona que echa la culpa de todo lo que nos sucede al sistema.
Tuve un novio antisistema que me exasperaba. Aunque llevaba mucha razón, llegó un momento en el que le tuve que decir: “El sistema tiene la culpa de todo, pero ¿de absolutamente todo?”. También, están los principios éticos y las convicciones morales. Es verdad que el sistema nos tiene a todos chalados y no hay quién se lo crea. La letra de La Misa a la que voy yo es una letra de desamor sentimental, pero, además, refleja la decepción que siento por la sociedad y el sistema que nos domina.
Pero si no asumimos que el sistema lo hacemos funcionar entre todos, corremos el peligro de convertirlo en una culpable abstracción ajena. El odioso sistema sólo es posible gracias a nuestras decisiones, acciones y renuncias.
Es necesario que pongamos todos de nuestra parte porque el cambio depende de nuestra fuerza de voluntad. Nosotros sostenemos el sistema, y al mismo tiempo nos ponemos la trampa. Por ejemplo, pasamos muchas horas trabajando absolutamente gratis para las redes sociales, regalando nuestra intimidad a cambio de nada. Trabajamos al servicio de los propietarios de las redes que están diseñadas para no poder desvincularte. Te puedes borrar de las redes, pero, como se han convertido en herramientas de trabajo imprescindibles, siempre terminas volviendo.
Este trabajo es un collage de estilos musicales. Cabe todo y nada parece desentonar…
Ha sido arriesgado mezclar tantos géneros musicales. Cuando empezamos a grabar el disco no nos planteamos combinar tantos estilos, sino que surgieron de una manera natural y han ido encajando en un todo de forma misteriosa. Esto es lo que más me atrae del arte. Todo funciona y no sabes por qué. Como existen cosas que no se pueden explicar con palabras, es mejor guiarse por la intuición.
El disco está organizado mediante una estructura de cantes flamencos antiguos que preceden a tracks más largos…
Los he bautizado con el nombre de micro-cantes porque son píldoras de corta duración. Son trazas que cuentan lo mismo que los temas largos, pero de distinta forma. Soy cantaora flamenca, indie, popera, rockera y soulera y, cuantos más métodos utilice mejor me voy a defender en la vida. Por eso, hice una búsqueda de letras flamencas que dijesen lo mismo que las canciones largas a las que precedían. Estos micro-cantes construyen el andamio interno del disco.
En la letra de Ole Lorelei reivindicas que la vida es todo o nada…
Estás conmigo o vete directamente a tomar por saco porque si no una enloquece. Nos gustó el poema y, en seguida, le pusimos un estribillo muy animado con un coro de voces en el que están mi madre, mi hermana, mi sobrina y varias amigas. Es un disco muy femenino que empodera a las mujeres.
Si cantáramos más fandangos estaríamos más contentos y nos llevaríamos todos mejor. Parece que hay que saber cantarlos perfectamente y, sólo tienen derecho a cantarlos un par de artistas.
La misa que voy yo es una soleá con una letra jonda que has convertido en trap. ¿Enriquece o desvirtúa al flamenco tanta innovación?
El flamenco debe llegar al mayor público posible, siempre que se trate con respeto. Para mí el flamenco es sagrado, que es como se ha concebido siempre en mi casa. Aposté por introducir un efecto auto-tune a la voz, en lugar del efecto rever –un efecto que se usa mucho para los cantaores flamencos-. Lo hice y estoy viva. Sé que esto no casa bien con los purismos exagerados y ese anquilosamiento corrosivo que ya no se lo cree nadie. Tenemos que desacralizar esas ideas establecidas que nos paralizan.
¿Es Alondra la canción más emblemática del disco?
Es un viaje espiritual. Primero aparece una estrofa inspirada en una canción de Sinead O’Connor titulada In this heart. Luego, entra la letra popular de un martinete y, después aparece la letra que escribí con mi padre: La luna y el sol me daban en la cara... que evoca a la nebulosa que se crea cuando soñamos. La alondra pasa por muchos estados en el disco y termina en trance.
¿Está el flamenco latente en todas tus composiciones musicales?
Está presente en todo lo que hago porque el flamenco es mi vida, mi raíz y mi genética. Esta base flamenca me permite investigar en otras músicas, sonidos y texturas. El flamenco es la guía de mi creación artística y, es una fuente de la que no puedo evitar beber, por mucho que me digan “cómo se atreve”. Aunque a algunos les pese, cada día me voy atreviendo más. Es una necesidad vital.
En nuestro país el flamenco tiene público muy minoritario e infinidad de españoles no han acudido nunca a un espectáculo de flamenco en vivo.
Qué cada uno haga y escuche lo que quiera. Pero es muy grave ser español y desconocer tu cultura. El flamenco es uno de los aspectos más potentes de nuestra identidad cultural, que va más allá de lo estrictamente musical. Animo a todo el mundo a que escuchen un fandango en directo antes de irse para el otro lado (risas). Además, estamos viviendo un momento extraordinario porque se están lanzando propuestas muy interesantes como la del Niño de Elche, Rosalía, Rocío Márquez, Silvia Pérez Cruz y mi hermano Quiqui. Acercar el flamenco a otros públicos es una obligación que tenemos como artistas.
En una entrevista reciente declaraste: "Igual que en la música hay que ir al ritmo, en la vida hay que ir al compás de los tiempos. Me debo a mi generación, pero también a mi tradición". Tu padre lo explicaba con aquella noción de traducir la tradición
Es un concepto del que he hablado mucho con mi padre. La carrera de Filología Hispánica que estudié está muy relacionada con la idea, y al principio, incluso, pensé en estudiar Traducción e Interpretación porque mi padre me convenció de su importancia. Él nos inculcó que su oficio consistía en traducir la tradición a la época que le tocó vivir. Gracias a su trabajo mucha gente se ha enterado de las complejas raíces del flamenco y de nuestra cultura popular. Esta evolución con la mirada puesta en el pasado está permitiendo que el flamenco esté experimentando una etapa de creatividad e innovación.
Anoche me preguntabas expresa ese rincón íntimo e irrenunciable que no podemos compartir con nadie, y que nos ayuda a seguir el camino en los peores momentos.
Existe un trocito de uno mismo que no se puede compartir y, que es difícil explicar con palabras. Hay un lugar interior del que tomamos conciencia al nacer y, que es la que siempre nos salva. Esa esencia, que nunca te pueden robar, te ayuda a seguir adelante. Cuando somos jóvenes no somos conscientes de esta parte imprescindible de nuestro ser. A medida que te vas haciendo mayor empiezas a ser consciente del valor que encierra la vida y la propia existencia.
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Soleá no emplea la forma verbal del pasado cuando se refiere a su padre. Esta memoria viva es compartida con la misma intensidad por sus hermanos Estrella y José Enrique, que encarnan con orgullo un apellido que, al mismo tiempo, representa una enorme responsabilidad. Aunque, aparentemente, cada uno de ellos defiende un discurso artístico diferente, les une una idéntica herencia artística y humana que no sienten como la alargada sombra de un genio, sino que se ha transmutado en una brillante estrella que les guía. El recuerdo vivaz de Enrique Morente da sentido a sus carreras y a sus vidas.
Soleá ha tomado directamente la senda de la innovación y la vanguardia. De manera inconsciente ha cogido el testigo de la faceta más creativa y revolucionaria de su padre. Su música es un mosaico de estilos y referencias musicales dispares que adquieren sentido gracias al pegamento del flamenco.
Tengo la teoría de que el trap podría venir del flamenco porque, también, se ocupa de contar las fatigas del pueblo.
¿Qué discos de Enrique Morente te resuenan últimamente con más intensidad?
En este disco hay mucho de Despegando. También de Sacromonte, La misa flamenca y de El pequeño reloj. Y, obviamente del Omega, aunque el disco anterior está mucho más inspirado en Omega. En realidad, la obra completa de mi padre la llevo metida en el sentido e intento que no se me escape nada.
En tu actitud creativa hay mucho inconformismo. No te instalas en una zona de confort, sino que vas al encuentro de nuevos retos. ¿Has heredado esto de tu padre?
Esa postura la he visto desde niña y la llevo dentro de mí. Por más que intento frenar el deseo de meterme en líos, me tiro de cabeza sin pensarlo. Me gustaría llevar una vida más tranquila y normal. Sobretodo en un trabajo en el que te expones públicamente y en el que, a veces, lo paso mal por las tensiones que se viven. Es una profesión muy difícil. Tengo una edad en la que podría tener una casa y una familia formada. Pero hay algo dentro de mi que da prioridad a esa búsqueda de sensaciones nuevas y experiencias que me hagan vibrar. No me puedo quedar en una zona de confort porque me ahogo, me muero.
En el proceso creativo sigues el anti-método de tu padre que él explicaba diciendo: en realidad los proyectos no los haces tú, te hacen a ti.
Por mucho que te empeñes con algo y diseñes un proyecto, al final es el proyecto en sí y su propia evolución el que va dictando el camino a seguir. Tienes que tener el concepto, la intención, la voluntad y la inspiración. Pero curiosamente, el proyecto es el que te va llevando porque, sencillamente, se escribe lo que está en el aire. Es uno de los aspectos más fascinantes del arte. Siempre tengo dudas creativas y, a final, me tranquiliza entender que estaba escrito que las cosas ocurrieran así.
¿Llegas a conseguir artísticamente lo que buscas? Tu padre decía que sólo los tontos están a gusto con lo que hacen.
En algún momento hay que terminar y cerrar los discos. Si hubiese sido por Napoleón Solo y por mí, seguiríamos todavía en el estudio. No suelo escuchar los discos que he grabado porque, cuando lo hago, siempre encuentro fallos. No me conformo ni nunca me podré conformar con los discos que grabo.
Recibes ataques despiadados por parte de algunos críticos. En este sentido declaraste: “Escucho las críticas positivas. Pero cuando se está en contra del progreso y la innovación no hago caso". ¿Por qué algunos tienen tanto miedo al cambio inevitable y a la libertad creativa?
Si llegó a saber que el fandango de Manuel Vallejo iba a tener tanto éxito y repercusión, hubiera hecho un disco entero de fandangos. Me quedé muy sorprendida porque no sabía que cantar un fandango podía provocar tanto lío. Simplemente, he tratado de cantarlo con la mejor intención y de la mejor manera que sé. Me apetecía cantarlo y animo a todo el mundo a que se anime a cantar fandangos, soleas, alegrías…, sin miedos ni prejuicios. Si cantáramos más fandangos estaríamos más contentos y nos llevaríamos todos mejor. Parece que hay que saber cantarlos perfectamente y, sólo tienen derecho a cantarlos un par de artistas.
¿Por qué el arte es fundamental para la sociedad?
El arte nos sirve para entender qué hacemos aquí, de dónde venimos y a dónde vamos. Sin el arte no encontraría ningún sentido a la vida y sería incapaz de sobrevivir. Aunque no me dedicara nunca más profesionalmente a la música, necesitaría el arte hasta el último día de mi vida. El arte contribuye decisivamente a la transformación de las personas y de la sociedad. Cuando el arte se hace con verdad y honestidad es inevitable que mueva al mundo hacia un cambio espiritual, que es el más necesario en la actualidad.
Queremos sacar a Guillem Martínez a ver mundo y a contarlo. Todos los meses hará dos viajes y dos grandes reportajes sobre el terreno. Ayúdanos a sufragar los gastos y sugiérenos temas
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Manuel Montaño
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