El 29% de las mujeres mayores de 65 años viven solas en España
Según las estimaciones, en 2031 habrá cerca de 1,9 millones residiendo en hogares unipersonales, un reto para el diseño de políticas sociales y para la organización de los servicios de bienestar
CTXT / Observatorio Social la ‘Caixa’ 18/09/2018
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Cada vez más personas mayores viven solas en España. Sobre todo, si son mujeres: en 2011, eran cerca de 1,2 millones las que residían en hogares unipersonales. Para 2031 se calcula que el número puede aumentar un 50%, hasta los 1,9 millones. Según la investigación Mujeres viviendo solas: los retos para la sociedad, de los catedráticos David Reher y Miguel Requena, conocer y anticipar estos cambios demográficos es fundamental para diseñar las políticas públicas adecuadas y asegurar el bienestar de este grupo de población, especialmente vulnerable ante el riesgo de exclusión y el aislamiento social.
Según los autores, los cambios sociales experimentados en los últimos años no solo han venido determinados por el descenso del índice de natalidad, el aumento de la esperanza de vida o la mejoría de la salud a edades avanzadas. También ha habido una transformación en los factores culturales y familiares que están afectando a las personas mayores y su autonomía. En el caso de las mujeres españolas, que además viven más años, de forma mucho más destacada: en 2011, la proporción de mujeres mayores de 65 años viviendo solas (27,1%) era más del doble que la de los hombres de la misma edad (12,6%). En 2016, ya eran cerca del 29% las mujeres mayores vivían en hogares unipersonales. Es decir, sin acompañamiento.
Existen varios factores que influyen en mayor medida o menor medida para que una mujer viva sola a edades avanzadas: el nivel socioeconómico, el educativo, el estado civil, la propia edad… Pero, ante todo, si han tenido hijos o no y el número de los mismos. Esta no es una cuestión coyuntural: existe una diferencia de hasta 12 puntos entre el porcentaje de mujeres mayores de 65 años que viven solas y no han tenido descendientes (38,3%) y las que si que los tienen (26,4%). Según los autores, poder segmentar este grupo por el tamaño de la familia –las bases de datos no ofrecen esta información para los hombres– es un recurso muy útil a la hora de estudiar el impacto y las proyecciones del fenómeno.
Otro aspecto estadístico que influye fuertemente en la probabilidad de que las mujeres vivan solas es el estado civil. Apenas un 2% de las que están casadas viven en hogares unipersonales, mientras que para las viudas esta es una situación que afecta a más de la mitad. Sin embargo, y aún teniendo en cuenta este factor, tener hijos y el número de estos sigue siendo la variable más importante a la hora de tener más o menos posibilidades de vivir con o sin compañía.
De esta forma, si bien el 53% de las mujeres viudas mayores de 65 años viven solas, dentro de este mismo grupo son bastantes más las que lo hacen sin haber tenido hijos (66%) que las que los tienen (52%). Una tendencia que, según el estudio, se repite en el resto de estados civiles.
Contar con descendientes es el factor más importante a la hora de valorar estadísticamente la autonomía y el acompañamiento de las mujeres mayores en el hogar, pero no es completamente determinante. Los autores recuerdan, por ejemplo, el importante número de mujeres que aún teniendo hijos viven solas (26,4%), y las que sin tenerlos gozan de compañía en sus lugares de residencia (61,7%).
El incremento de la longevidad, la baja natalidad y unas familias cada vez más pequeñas apuntan a que cada vez serán más las mujeres de edad avanzada que pasen por la situación de tener que vivir solas: en 1980, apenas llegaban al medio millón. En 2001 eran más de doble, mientras que las proyecciones señalan que en 2031 pueden acercase a los dos millones de mujeres mayores viviendo sin compañía en nuestro país.
Según el estudio, conocer la asociación entre el número de hijos y las probabilidades de vivir con compañía, así como los elementos que acompañan a este fenómeno –decisiones individuales, recursos o restricciones estructurales y económicas, etc.–, es fundamental para predecir su comportamiento en el futuro y para anticiparse a las necesidades que puedan surgir del mismo. Especialmente a la hora de diseñar políticas y servicios públicos para un grupo de población que necesita un nivel alto de seguimiento y cuidado.