En el 2019, las elecciones municipales coincidirán con las europeas en España por primera vez desde el 1999; el día 26 de mayo toda la ciudadanía será llamada a pronunciarse sobre la política local y europea. 

Y aunque la alineación de estas citas es casual, no deja de ser significante. El eje local-europeo cobra más relevancia que nunca. Por un lado, Europa vive momentos oscuros; según las últimas encuestas, el partido europeo de Salvini, Orban y Le Pen puede llegar a mejorar su representación en el parlamento europeo en un 60%. Por otro lado, es desde el nivel local, a través de miles de pequeñas victorias, que se está mostrando que hay alternativa a la política de la xenofobia y el miedo.

Una alternativa que se ve claramente en la respuesta de los ayuntamientos a la llegada de personas en busca de refugio. Mientras los estados miran para otro lado, centenares de municipios, desde el pueblo de Riace en Italia hasta ciudades capitales como Atenas o Madrid, se han declarado ciudades refugio y han demostrado su voluntad y capacidad de acoger.

De modo similar, es solo gracias a las medidas valientes de Barcelona y Madrid contra la contaminación que, el pasado mes de mayo, España se libró de una sanción de la UE por incumplimiento de la normativa comunitaria sobre la calidad del aire. Son las alcaldesas, más que los presidentes o los primeros ministros, quienes están velando por el aire respirable y la salud pública.

Es especialmente relevante el papel de los ayuntamientos en la lucha contra la crisis habitacional. Según el último informe de Housing Europe sobre el estado de la cuestión,  son las ciudades –Ámsterdam, Barcelona, París, Viena– quienes están a la vanguardia de la defensa del derecho a la vivienda, muy por delante de los gobiernos nacionales. Mientras los estados llevan años recortando las inversiones en vivienda pública, las ciudades están encontrando soluciones, que van desde ceder suelo a coste reducido para vivienda social/asequible, exigir a los promotores privados que construyan viviendas asequibles o poner en uso pisos vacíos.

Que las ciudades ya están tomando partido en las grandes cuestiones de la política europea es una evidencia. Se están corresponsabilizando de responder a los grandes retos del momento, en muchos casos asumiendo funciones muy por encima de sus responsabilidades formales.

Y estas respuestas no se limitan al nivel local. Cada vez más, los gobiernos municipales están trabajando en red para perseguir sus objetivos, ya sea intercambiando y replicando medidas transformadoras, haciendo un frente común contra el lobby de Airbnb en Bruselas, o coordinándose a través de organizaciones formales como Solidarity Cities, la red de ciudades refugio. Esta articulación de los ayuntamientos crea un efecto multiplicador con una gran potencia a nivel europeo.

En definitiva, la coincidencia de las elecciones europeas y municipales en mayo supone una oportunidad, sobre todo para las fuerzas del cambio en España. Una oportunidad de reivindicar el papel del municipalismo como dique de contención frente al fascismo. Una oportunidad de prefigurar, desde el espacio local, una Europa que supere las viejas lógicas del Estado nación.

Será imprescindible unir y reforzar las candidaturas que irrumpieron en las europeas del 2014 y vincularlas de manera clara con las confluencias municipalistas que tomaron los ayuntamientos un año después.

Ha llegado la hora de que las ciudades del cambio tengan presencia en el Parlamento Europeo. Tienen mucho que enseñarle a una UE en plena decadencia. Frente a los Salvini y Orban, necesitamos a miles de Colau y Carmena. Construyamos una Europa reivindicativa, feminista y solidaria. Una Europa de municipalismo en red. Una Europa sin miedo.

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Kate Shea Baird es miembro de la Ejecutiva de Barcelona en Comú.