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COP24: otra cumbre del clima y qué esperar de ella

¿Alguien cree honestamente, vista la muy estrecha relación entre PIB y consumo de energía primaria, que se puede dejar de emitir CO2 si seguimos creciendo?

Pedro A. Prieto 5/12/2018

<p>Chimeneas en Katowice</p>

Chimeneas en Katowice

Pixabay

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Mi caída del caballo energético y del problema ambiental que tenemos encima fue en un viaje que hice a Katowice en el corazón de la carbonífera Silesia polaca, un día duro del invierno del año 89, cuando empecé a trabajar en la Polonia tardocomunista y ya se intuía la Polonia nacional-católica de Walesa, bendecido por Juan Pablo II.

Nevaba intensamente pero lo que vi fueron copos de nieve negra cayendo sobre 30 centímetros de nieve negra acumulada en las calles de esa ciudad, en cuyo centro incluso pero también en la periferia se acumulaban grandes centros de producción de energía eléctrica con carbón y grandes industrias metalúrgicas con las enormes chimeneas, más propias de principios que de fin de siglo XX.

Ahora, casi 30 años después, veo las declaraciones vacías, huecas, rimbombantes, pero sin contenido, veo ese ir y venir, ese hacerse fotos, ese trajín de invitados y me temo que cometeremos, si un milagro no lo remedia, los mismos errores que en Río en 1992, en Kioto en 1997 en Copenhague en 2009, En Varsovia en 2013, el famoso Acuerdo de París de 2017 o la cumbre de Bonn en 2017.

El problema que tenemos es que el relato o la hoja de ruta en la explicación del Cambio Climático casi nunca llega a tocar la causa última y principal del problema, sea por miedo, sea por maldad o sea por ignorancia y uno se teme que sea más por lo primero, desea que no sea por lo segundo y no cree que a estas alturas sea por lo tercero.

Y creo que esta forma y estas prioridades a la hora de explicar lo que supone la acción humana sobre el planeta que le da sustento y cobijo están escondiendo el gran drama al que no queremos todavía enfrentarnos.

Por un lado, miles de científicos de gran prestigio, investigadores, ecologistas y demás, ofrecen detalles tremendos y dramáticos de una precisión inaudita sobre los efectos de tercera derivada.

Son capaces de pronosticar qué calles de Nueva York o de la Manga del Mar Menor (nunca se habla de cómo quedaría el Delta del Níger, por ejemplo) quedarían inundadas según que el agua subiese entre 15 centímetros y varios metros. Son capaces de evaluar con una precisión de director de finanzas el coste en dólares de los desastres que nosotros mismos vamos a provocar emitiendo CO2.

Disponen de herramientas costosísimas de observación satelital para analizar los grados que sube el agua del mar o el aire en cada punto de planeta, reportan a cada hora los kilómetros cuadrados de hielo polar que se deshielan más que el año anterior, con gráficos en múltiples formatos; envían expediciones a los polos a fotografiar osos polares exhaustos por no poder poner pie en masas de hielo. Pero eso no dejan de ser los efectos de las emisiones de CO2, que son apenas otro efecto y no la causa.

Sabemos que hay que cambiar y que hay que cambiar mucho, pero solo hablamos de efectos y de cómo paliarlos; apenas hablamos de las causas.

Y las sabemos, claro que las sabemos: emitimos 32.500 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera cada año, fundamentalmente porque quemamos 11.500 millones de toneladas de petróleo equivalente de combustibles fósiles al año. Esa es la causa principal.

Pero cuando abordamos esto, sobrevienen curiosamente unos informes lamentablemente superficiales, obtusos y vagos, sin contenido, ni precisión científica, sin credibilidad, casi esotéricos, llenos de voluntarismo o del “ya haremos algo con nuestra proverbial inteligencia y avanzada tecnología”.

Dos ejemplos: nuestra ministra de Transición Ecológica acaba de proponer la eliminación para 2050 de los turismos movidos por diésel y por gasolina. ¿Alguien ha calculado que eso supone apenas el 24% de los derivados del petróleo que consumió nuestro país en 2017 sin contar con el consumo de carbón y de gas natural? ¿Han visto la reacción de todos los sectores sociales ante un cambio tan mínimo de nuestro modelo insostenible?

Porque por otro lado y aparentemente de forma totalmente inconexa con el supuesto esfuerzo español, la Comisión Europea enviaba una propuesta al Parlamento para reducir las emisiones de carbono a cero para el mismo año 2050. Eso supone que para esas fechas ya no deberíamos estar quemando ni un gramo de combustibles fósiles o siendo capaces de secuestrar todo lo que quemásemos, cuando hoy no se secuestra ni un gramo de CO2.

La Comisión Europea asegura además, y por si fuera poco, que podrá hacerlo mientras el PIB europeo sigue aumentando un 2% anual en promedio durante todo el periodo, lo que significa matemáticamente que el PIB Europeo sería un 88% superior al actual, pero sin emitir ni un solo gramo de CO2. Este tipo de disonancia cognitiva y milagro desmaterializador de la economía demuestra que alguien tiene problemas graves de identificación de la causa.

Para cumplir con este deseable y loable objetivo, se ven muchas promesas vagas acerca de cómo aminorar los EFECTOS y nuestros políticos se explayan en Katowice soltando lugares comunes, como que “queremos un mundo verde y no gris” o “un mundo más eficiente” o “tenemos que aumentar la movilidad eléctrica”, y demás bla, bla, blas etéreos, pero prácticamente ninguna sobre cómo eliminar LAS CAUSAS.

¿Alguien se ha preguntado seriamente cómo lograr esto sin decrecer? ¿Alguien cree honestamente, vista la muy estrecha relación entre PIB y consumo de energía primaria (mundial, no europea, que uno puede decir que es muy limpio y luego estar echando la basura bajo la alfombra del vecino a base de externalizarle las industrias contaminantes y de bajo valor añadido), que se puede hacer todo esto mientras seguimos creciendo?

¿Alguien se ha planteado seriamente cómo será nuestra aviación mundial en 2050 y se cree que habrá aviones impulsados por hidrógeno obtenido de sistemas llamados renovables, que en realidad son sistemas no renovables, apenas capaces de captar parte de los flujos renovables de energía de la naturaleza durante un tiempo limitado, en un mundo en el que se acaba de batir el récord con más de 200.000 vuelos comerciales en un solo día y 19.000 de ellos simultáneamente en el aire?

¿Cómo será la agricultura mecanizada mundial que nos da de comer hoy? Como serán los transportes pesados terrestres y marítimos y su hoja de ruta hasta 2050? ¿Alguien ha consultado a sus fuerzas armadas a ver si aceptan electrificarse por tierra mar y aire con sustitutos a sus fuerzas? ¿De qué haremos y mantendremos nuestras carreteras y autovías si no vamos a producir petróleo del que sale el asfalto como derivado, con adoquines?

Hablemos de esto y no consintamos que llegue el secretario general de la ONU, señor Guterres, a Katowice, suelte que “alrededor del 75% de la infraestructura necesaria para que en el 2050 podamos tener una economía más limpia aún está por construirse” y se vaya de allí sin que ningún periodista o analista le pregunte: ¿Sabe usted, señor secretario general lo que significa cambiar el 75% las estructuras humanas actuales del planeta en términos de consumo extra de energía?

Ya está bien. Hablemos de las causas, aunque sigamos hablando de los efectos. Vayamos a los bifes, como dicen los argentinos. No sigamos haciéndonos trampas al solitario. Pensemos si no es hora de decir a la gente que hay que decrecer ordenadamente, antes de que la naturaleza nos obligue a hacerlo de manera desordenada y caótica. Perdamos el miedo a la verdad, recordando la poesía satírica de Quevedo cantada tan bien por Paco Ibáñez:

Pues amarga la verdad,

quiero echarla de la boca;

y si al alma su hiel toca,

esconderla es necedad.

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Pedro A. Prieto es vicepresidente de la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN) y miembro del Panel Internacional de ASPO.

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2 comentario(s)

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  1. ander

    Que no haya ni una linea escrita respondiendo o comentando este artículo es demoledor. No parece que tengamos respuestas. Es necesario imaginar un futuro, vislumbrarlo. Una cerilla no se inflama sin rozar la áspera verdad. Cuando oigo hablar de sostenibilidad y economía circular, de energía limpia y de fuentes renovables pienso en las piedras enormes que el agua del río movía en el molino de mi abuelo. Aguas limpias desviadas unos pocos metros de su curso que volvían al río una vez hecho su trabajo: mover las ruedas que molturaban los duros granos de maíz y trigo. Las poleas transmitían a través de unos piñones de madera el giro a unas piezas redondas ranuradas de más de trescientos kilos de granito, a la vez que daban la vibración necesaria para hacer caer el grano por la tolva, y para hacer vibrar las peneiras que cribaban la molienda, separando la harina del salvado. Hoy el río está seco, las ideas cristalinas de aquel ingenio se han enturbiado, la maquila es la plusvalía que oscurece cualquier perspectiva. Ya no visito el molino de mi abuelo, hace tiempo que amenaza ruina, hace años que las plantaciones de eucaliptos en las vegas río arriba secaron su cauce, hace ya mucho tiempo que compro pan precocinado y congelado, producido por una industria multinacional que tiene su factoría a más de trescientos kilómetros de la aldea de mi abuelo. A miles de kilómetros ingenios análogos molían el gofio accionados por la fuerza del viento. Y también en Castilla. Pensar que un loco los consideró gigantes... Y pensar que nos vemos gigantes, y pensar que toda la gloria del mundo cabe en un grano de millo. No sirven da nada la termodinámica ni la convexidad del universo, ni la épica de Homero, ni la pluma de Cervantes o la razón de Martí. Ni que E sea igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado. El molino de mi abuelo sólo sabía de agua cristalina y de poleas y de piedras circulares. No hemos aprendido nada. El futuro, no sabremos escribirlo.

    Hace 5 años 11 meses

  2. José Lázaro

    Recuerdo q hace 20 años, cuando el Dr. Sach organizaba las cumbres del milenio, algunos ya nos cuestionábamos el modelo económico como elemento básico a resolver en la ecuación. Personalmente, creo q a día de hoy ya hemos pasado el punto de no retorno. La realidad demografica actual a nivel planetario y la crisis política de 2008 - de corte neoliberal - no dejan espacio a la esperanza. Creo q ahora debemos plantearnos cómo y dónde se va a inicial el caos, el cataclismo q nos va a transforma como sociedad enviándonos 400 años atrás... o 300 adelante.. La buena noticia es para el planeta, creo q por fin nos hemos dado cuenta q el planeta está perfecto y que seguirá dando vueltas en torno al sol unos cuantos millones de años después de q hayamos desaparecido como especie...

    Hace 5 años 11 meses

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