Interpretando al VAR
Con la mitad de la temporada disputada, se han detectado siete errores no corregidos por el sistema de videoarbitraje en 397 incidentes en las áreas, lo que supone un porcentaje de acierto del 98,24%
Ricardo Uribarri 16/01/2019
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Como principio general cabe empezar diciendo que toda aquella tecnología que ayude a que el fútbol sea más justo debe ser utilizada y apoyada. Y el sistema de videoarbitraje (VAR) hace que lo sea. En concreto 58 veces más justo, que es el número de errores de apreciación que ha corregido en los 190 partidos disputados en la primera vuelta de la Liga española. Sólo por eso, se justifica su presencia. Sin embargo, no hay jornada sin que algún equipo se queje de cómo se aplica. El que hace unos meses pensara que estábamos ante un mecanismo que iba a acabar con la polémica, a estas alturas habrá comprobado que la realidad es muy distinta. ¿Por qué?
con VAR o sin VAR se siguen viendo conspiraciones por todos lados
Ni siquiera la innovación más revolucionaria que ha sufrido el fútbol en toda su historia ha sido capaz de cambiar, por el momento, unos cuantos vicios del pasado. Con VAR o sin VAR, los equipos protestan y cuestionan el sistema sólo cuando se sienten perjudicados. Cuando son beneficiados nadie lo alaba. Callados como mudos. Con VAR o sin VAR, sólo se crea “alarma social” cuando el afectado es un club importante. Las acciones que perjudican a los pequeños pasan casi inadvertidas. Pero las de los grandes abren informativos, periódicos y copan programas de radio. Con VAR o sin VAR se utiliza la coartada de los errores de los colegiados para tapar fracasos deportivos. Y con VAR o sin VAR se siguen viendo conspiraciones por todos lados. Antes se decía que el árbitro era de tal o cual equipo. O que la Federación movía los hilos a favor de unos u otros. Ahora siguen comentando lo mismo. Los medios más próximos al Real Madrid recuerdan jugadas en las que supuestamente les han perjudicado. Pero callan las que les han podido beneficiar. Y en Barcelona se repite la película al revés. En muchos aspectos, estamos igual que cuando todo dependía únicamente de los colegiados.
De poco o de nada parecen servir el peso de las estadísticas ofrecidas por el Comité Técnico de Árbitros. Esas que dicen que en lo que llevamos de campeonato apenas se han detectado siete errores no corregidos por el VAR en 397 incidentes en las áreas, lo que supone que el sistema ha permitido un porcentaje de acierto del 98,24%. El VAR ha corregido 22 fueras de juego mal señalizados en jugadas de gol, reducido las protestas un 9,40% y las simulaciones un 75%.
en lo que llevamos de campeonato se han detectado siete errores no corregidos en 397 incidentes en las áreas, un porcentaje de acierto del 98,24%
A pesar de ello, el número de insatisfechos con el VAR va creciendo. El primero que pidió aclaraciones públicas a la Federación sobre los criterios utilizados fue el Atlético de Madrid después del derbi en el Bernabéu. La contestación que recibió, según filtraron algunos medios, es que habían sido unos malos alumnos porque la plantilla no fue a clase el día que le tocaba. Semanas después resulta que ya son unos cuantos equipos (Real Madrid, Levante, Getafe, Valladolid, Villarreal…) los que de forma pública o privada han manifestado sus dudas sobre los supuestos de actuación. ¿Todos han hecho pellas? ¿O quizá está faltando más pedagogía por la parte de los que tienen que enseñar e interés en los que tienen que saberse las normas? Urge una nueva ronda de visitas a los vestuarios para insistir en las explicaciones.
Conviene recordar que el VAR sólo entra en cuatro situaciones:
1.- Para validar o no un gol después de una posible falta anterior, una situación previa de fuera de juego, o si el balón ha traspasado una línea del campo en la jugada precedente.
2.- Para señalar un penalti no pitado por el árbitro, anular uno mal señalado o sancionar una falta previa en una jugada que acaba en pena máxima.
3.- Para corregir una tarjeta roja directa sin motivo o el caso contrario, para expulsar a un jugador por una acción no juzgada como tal.
4.- Para amonestar de forma correcta al jugador que ha cometido una infracción si ha habido un error de identidad.
Y todos estos supuestos se rigen bajo unas mismas normas: por un lado, el árbitro tiene siempre la última decisión pero no puede consultar la pantalla de televisión ubicada en la banda del campo por iniciativa propia. Y por otro, el VAR sólo interviene en errores claros y manifiestos, no en jugadas interpretables. Y aquí está el principal problema que está teniendo el sistema.
Hay quien a estas alturas cree que se está utilizando poco el VAR. Creen que el árbitro debe acudir a ver el monitor casi cada vez que haya una acción polémica para salir de dudas. Y quién, por el contrario, cree que el VAR debería de limitarse a lo que es más objetivo: líneas de gol, fueras de juego e identificación de jugadores, para evitar los problemas que acarrea decidir situaciones que, en la mayoría de las veces, ni viéndolas por televisión consiguen poner de acuerdo a todo el mundo. Está por llegar el momento en que los responsables del VAR a nivel internacional deberán decidir qué camino seguir. Si convertirse en un Gran Hermano que todo lo ve y todo lo juzga dejando atrás el principio de mínima intervención, o centrarse en lo más inobjetable a costa de poder crear insatisfacción entre los aficionados ante las expectativas creadas.
A los que antes les costaba entender los fallos de los colegiados como un error humano ahora ya no aceptan ninguna decisión que no se ajuste a su percepción
La llegada del VAR hace que muchos esperen la perfección en las decisiones arbitrales tomadas en un partido. A los que antes les costaba entender los fallos de los colegiados como un error humano ahora ya no aceptan ninguna decisión que no se ajuste a su percepción, sin darse cuenta que la máquina puede rebajar el porcentaje de interpretación pero que al final, siempre habrá una persona que será la que decida. El VAR no es más que otro árbitro viendo una imagen de televisión. Y eso no le hace infalible. A veces, hasta el ángulo desde el que está tomada una imagen puede llevar a engaño. “El objetivo nuestro ideal sería el error cero pero eso es imposible. Siempre encontraremos alguna jugada en la que el VAR debió haber intervenido y no lo hizo”, explicó en su última aparición ante los medios el director del Comité Técnico de Árbitros, Carlos Velasco Carballo.
Los amantes de las confabulaciones defienden que un árbitro que está en activo no debería ser el que asesore al compañero que está pitando en el césped. Bien porque en un alarde de corporativismo no se atreva a corregirle para no dejarle mal o porque la competitividad entre ellos pueda incitar a lo contrario. Defienden que debería formarse a personal específico, que no se sabe muy bien de dónde saldría, para realizar esa tarea. Sinceramente, cuesta pensar que haya alguien mejor preparado que los árbitros que están pitando actualmente para juzgar lo que pasa en un campo. Los que siempre ven manos negras recelarían hasta de un robot si fuera el último encargado de impartir justicia.
Apenas llevamos seis meses bajo este sistema y hay cosas que corregir, como ha reconocido Velasco Carballo. La experiencia y el tiempo harán que el funcionamiento mejore. Seguramente se producirán menos fallos arbitrales pero los que haya serán más llamativos. Pero ahora y en el futuro sería recomendable que con el VAR antepongamos el beneficio de la utilidad a la exigencia de la perfección. Habrá quien crea que con un solo error que no subsane ya es un fracaso. Quizá sea mejor pensar que con una sola injusticia corregida ya merece la pena.
Como principio general cabe empezar diciendo que toda aquella tecnología que ayude a que el fútbol sea más justo debe ser utilizada y apoyada. Y el sistema de videoarbitraje (VAR) hace que lo sea. En concreto 58 veces más justo, que es el número de errores de apreciación que ha corregido en los 190 partidos...
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Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
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