La vida desde mi sillón a rayas
Faros antiniebla universales
S.D. HUESCA 0 – ATLÉTICO DE MADRID 3
Javier Divisa 19/01/2019
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Partido a partido (la Copa para otro año si eso), el Atlético avanzando hacia la primavera con Griezmann y Oblak de absolutas estrellas estelares del campeonato y la defensa herida en el 99% de choques, sin haber encontrado aún la versión más triunfal de la temporada (posiblemente el 2-0 de Champions al Borussia Dortmund) y con el tiempo apremiando y el fútbol de campeones cada vez más necesario, cualquier tropiezo empieza a suponer la lucha por la supervivencia de estar entre los tres primeros y la despedida de la gloria. A día de hoy eso es demasiado poco para el Atleti, pero tampoco habrá camino de flores y ganar no es tanto un veneno para tomar en pequeñas dosis sino una auténtica exigencia más de reivindicación que de recuperación de historia.
Es hora de ser el mejor de tu propia historia. De Luis Aragonés, de Futre, de Fernando Torres, de Simeone. De recordar a un niño rubio flaco y pecoso que salvó diluvios cuando la vida era durísima, a un viejo irritable y con retranca que dignificaba el emblema, a un argentino que parecía Chris Moltisanti de Los Soprano y regeneró la leyenda, y un portugués con cara de cantante melódico italiano que ganó la Copa de Europa con el Oporto en el 87 y vino a engrandecer al Atleti; son el semblante, el motivo y el color de la camiseta del Atlético de Madrid, que también hubo tiempos en los que soportamos chanzas, chirigotas, y jugadores inadmisibles para llevar la camiseta rojiblanca, y aún así el primer chiste semanal de humor negro nos lo contaba el Girona el miércoles eliminándonos de la Copa (quizá también echamos de menos a Gabi gritando y echando broncas en los últimos diez minutos) en un partidazo, sin perder y marcando tres goles. Más bonito y más tétrico imposible, y posiblemente con Luis revolviéndose en su tumba para volverse a dormir en el 96, que es un minuto horrible.
Todo halo trágico remite a un espejismo y el regreso a ganar en un espectáculo tan grande como el fútbol (cada vez que un amante de la literatura dice que odia el fútbol porque a él le representan la cultura, los libros y el humanismo, y no esa mierda, Albert Camus y Nabokov se revuelven y descojonan en su sepultura) es la obligación del acróbata. A tope de cantera en este club de lisiados que es el Atleti (Koke, Rodri, Thomas y Lucas). Seis en el banco (Montero, Toni Moya, Roro, Joaquín, Borja y Mollejo). Más admirable si cabe. Otra cosa maravillosa, no existen los sueños imposibles pero sí la aspiración inexorable, y Enric Gallego (dolor de cabeza para Godín), delantero del Huesca, debutaba en Primera con 32 años. Olé. Y el primero que pudo marcar fue Pulido (ex Atleti) rematando de chilena al palo izquierdo de Oblak, que a continuación salvaba el gol de Cucho Hernández aguantándole el regate y mandando a córner. Entre medias Giménez imperial, invalidaba el disparo de Christian Rivera y Lemar no daba una en ataque y fallaba un uno contra uno elemental y accesible para todo killer. Aún tuvo tiempo de redimirse (una vez más) y filtró entre líneas por el flanco derecho a Koke, que sirvió una asistencia perfecta a Lucas, y marcaba al estilo de un ariete norteño de los 80 rematando un metro de la línea de gol.
La niebla también jugaba y la única verdad era una antorcha (la encendió Lemar) que pudiera lucir entre tanta bruma. Se iniciaba el segundo tiempo y la luz la encendía Correa y el destello lo apagaba otra vez Santamaría con un paradón a bocajarro. Y si hubo más luminosidad entre tanta nebulosa, era el turno de Arias que marcaba un golazo de volea por la derecha tras pase largo diagonal de Griezmann. Jugaban a las tinieblas y la imaginación y el talento trabajaban mejor que a plena luz, y la tuvo otra vez Lemar pero se volvió a topar con Santamaría.
En el 57 lo intentaba el Huesca y Moi Gómez cazaba un balón rechazado que rozó la madera. El recurso no prosperaba y si el 0-2 era un fallo recurrible, el 0-3 sentenciaba el partido. Griezmann remataba al larguero un centro de Lucas y Koke aprovechaba el rechace. Justo en ese momento la niebla fue serenándose, ya no era El Alcoraz la fiesta de la espuma o una bar de Malasaña en los ochenta y el Atleti seguía cumpliendo el precedente de levantarse después del batacazo (ay, la Copa). Debutaba Mollejo, nacido en el siglo XXI, y el futuro, una vez más, pendía del aliento de los niños.
Hoy entre las brumas, se vio un destello de luz cuando desde el miércoles todavía vagaba Jack el Destripador por las calles del Metropolitano. Avanti. Por ahora, caso resuelto y herida cicatrizando.
Partido a partido (la Copa para otro año si eso), el Atlético avanzando hacia la primavera con Griezmann y Oblak de absolutas estrellas estelares del campeonato y la defensa herida en el 99% de choques, sin haber encontrado aún la versión más triunfal de la temporada (posiblemente el 2-0 de Champions al...
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Javier Divisa
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