Tribuna
Partidos verdes: sandías, guisantes (y otras frutas ecológicas)
La transición ecológica de la economía es la disputa ideológica más relevante de nuestro tiempo
Rosa Martínez 13/02/2019
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La proliferación de artículos sobre el futuro rojiverde de la izquierda española, o la necesidad de un partido verde de corte socialdemócrata, empieza a ser llamativa y seguramente indicador de que algunos sectores progresistas sienten cierta envidia de la alternativa de nuevo cuño que se está consolidando en Europa en forma de ola verde.
A los partidos verdes se los ha descrito muchas veces como sandías, verdes por fuera y rojos por dentro. Aunque también existen los partidos guisante, verdes y pequeños, con vocación de lobby ambientalista más que de construir proyectos y mayorías transformadoras. Sin embargo, la hegemonía climática surgida tras el Acuerdo de París ha hecho que, en distinto grados y formas, la sostenibilidad esté presente en los discursos de prácticamente todos los partidos. Así, el votante puede encontrar en el mercado electoral tomates, berenjenas y naranjas autodenominadas ecológicas; y en algún momento hay quien ha avistado incluso eco-gaviotas.
Me sumerjo en este jardín horti-frutícola con el fin de dar algunas claves sobre dónde situar a los partidos verdes en las coordenadas de nuestro mapa político y por qué se está evocando con naturalidad su fusión con la izquierda. Lo hago partiendo de mi propia experiencia y posición política (como no podía ser de otra manera), pero asumiendo que dentro de la gran homogeneidad ideológica de familia verde europea existen matices y gradaciones, tanto entre los diferentes partidos como dentro de las propias organizaciones, así como entre intelectuales y figuras de referencia.
La complejidad de nuestro mundo se traduce en un tablero político atravesado por varios ejes en los que los partidos han de posicionarse. Voy a tomar prestada la descripción de los ejes económico y cultural que José Fernández-Albertos utiliza en su libro Antisistema para ubicar a los nuevos partidos populistas y xenófobos; a los que añado un tercer eje: la crisis ecológica.
1. Eje económico. Aquí las posiciones tradicionales de izquierda / derecha se sitúan en torno al grado de intervención del estado, libertad económica y redistribución de la riqueza. Los partidos verdes comparten la posición tradicional de la izquierda en cuanto a regulación del mercado, políticas redistributivas y defensa de lo público. Cabrían algunos matices en cuanto al papel del Estado, ya que los verdes nos sentimos más cómodos con la política de proximidad que con la centralización. En nuestro discurso, además, tienen un papel central las iniciativas sociales y ciudadanas como vector de transformación, herencia sin duda de la influencia libertaria de algunas corrientes verdes.
2. Eje cultural. Los partidos de derechas suelen situarse con los valores tradicionales, el concepto de autoridad y la identidad nacional. Mientras que quienes están más cerca de una visión económica de izquierdas, tienden a defender modos de vida alternativos, la diversidad y el cosmopolitismo. El éxito actual de los partidos verdes en Europa se construye con un discurso sin ambigüedades abierto a la migración, tolerante y solidario frente a la xenofobia populista. La lucha por extender los derechos (mujeres, LGTBi) o reconocer nuevos (digitales) ha sido y es una de las señas de identidad de los partidos verdes.
3. Eje crisis ecológica. Entendemos crisis ecológica como la incapacidad del planeta de seguir manteniendo nuestros procesos productivos y por tanto nuestra economía y nuestro modo de vida. Ante este reto de la humanidad no hay una posición de izquierda y otra derecha reconocidas y confrontadas. En ambas familias ideológicas podemos encontrar estrategias similares: desde mirar para otro lado al green washing. En general se aspira a corregir o ajustar ciertas disfuncionalidades desde los posicionamientos económicos propios. Es cierto que los partidos de la izquierda suelen mostrar una mayor sensibilidad hacia el medio ambiente en sí mismo, pero no lo incluyen nunca en la ecuación cuando hay que abordar cuestiones económicas y sociales.
Es este eje es donde los partidos verdes tienen una posición netamente diferenciada del resto del tablero político. Para la familia verde, la crisis ecológica atraviesa y condiciona todas las políticas. La apuesta es repensar tanto el modelo productivo como social, de forma que todas las personas tengan sus necesidades básicas cubiertas dentro de los límites del planeta. Esta visión transversal de la relación ser humano/naturaleza es lo que hace que el proyecto político verde sea el del futuro, pues claramente apuesta por superar, no reformar o parchear, el modelo del siglo XX, que ni asegura el bienestar de la mayor parte de la población ni la supervivencia digna de la humanidad.
A la vista de este breve análisis, podemos concluir que los partidos verdes coinciden con la izquierda en el eje económico y cultural, pero la visión de cómo afrontar la crisis ecológica marca una diferencia lo suficientemente grande como para que podamos hablar de dos espacios políticos diferenciados, que sin embargo están condenados a entenderse.
Es pertinente preguntarse por qué si construir un modelo económico en equilibrio con la naturaleza es más justo social y ambientalmente, ésta cuestión sigue siendo secundaria en el discurso de la izquierda (salvo algunas excepciones). Apostar por la transición energética hace tiempo que dejó de ser suficiente; oponerse a la transformación de determinados sectores en nombre del empleo (mientras la derecha lo hace en nombre de la competitividad) demuestra falta de valentía; y considerar la política contra el cambio climático como una política sectorial más, sin entender su urgencia y su transversalidad, es una auténtica irresponsabilidad.
Una parte de la izquierda sigue viendo la transición ecológica de la economía como una amenaza, en vez de como una oportunidad. Sin embargo, ésta se acabará haciendo de una manera u otra: bien con los valores de la izquierda (desde lo público, justa, universal) bien con los de la derecha (al albur del mercado y que beneficie solo a unos pocos). Es sin duda la disputa ideológica más relevante de nuestro tiempo, ya que va a marcar el paradigma económico, social y geopolítico de las próximas décadas. Pero, lamentablemente, la izquierda no está concurriendo a este debate tal y como explicaba hace tiempo en este artículo.
Desde este punto de vista, se entienden las voces que claman por un partido que represente los valores progresistas tradicionales, en lo económico y en lo cultural, pero que en lo material apueste claramente por la perspectiva verde (aunque podríamos argumentar que esto mismo son los partidos verdes). Sin embargo, teniendo en cuenta el contexto político actual con una tendencia reaccionaria global, no importa tanto lo que nos gustaría que representase ese partido a partir de lo ya existente, sino qué es lo que puede darnos una oportunidad de cambiar el rumbo. En mi opinión esto será un proyecto político de mayorías, que transmita ilusión presentando soluciones del siglo XXI para problemas heredados del siglo XX (desigualdad y crisis ecológica). Esto es la clave del éxito de los partidos verdes europeos. Un modelo que es totalmente válido en España, en sus territorios y en sus pueblos y ciudades, a pesar de todas y cada una nuestras particularidades políticas, sociales y territoriales.
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Rosa Martínez es diputada de Unidos Podemos. Coordinadora de Ecopolítica.
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