Lupa y neurona
Apuntes de cuaderno, 1
Bruno Montané Krebs 24/02/2019
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El poeta y editor Bruno Montané lleva décadas llenando pequeños cuadernos en octavo con apuntes y anotaciones en los que reflexiona contumazmente –no sin buenas dosis de saludable escepticismo y de ironía– sobre la práctica de la escritura, sobre sus condiciones materiales, sobre sus límites y su sentido. He aquí la primera de tres entregas de una selección sumarísima de este revelador caudal de un pensamiento goteante y perforador.
La capacidad de resistir –dice el científico– es una forma de inteligencia (sistema inmunológico).
Hace tiempo que comentas el estado de tus condiciones, la realidad y el fantasma del contexto.
Y entonces te pones a escribir y te asalta –siempre casi como una recriminación– la voz que te recuerda que debes ser legible, práctico, “territorial” y, sin embargo, una y otra vez te alejas de ese propósito, una y otra vez persistes en atrasar, derivar hacia un lado, apartarte, demorar. Y sabes que lo has hecho desde el comienzo: resistirte al equívoco de las formas. Para ti, es lo que quieres hacerte creer, todo es un proceso, un tono de fondo en el rumor u oleaje de lo inasible. En realidad, se trata de que en el fondo siempre se escribe intentando huir de las amenazas y asomos de nuestra estupidez.
La tentación (¿el apremio?) de creer que todo lo que se escribe sirve para algo.
Aprender un idioma impregnándose con el vocabulario de un oficio.
El parpadeo entre el poeta “retirado” y el poeta más o menos clandestino.
El equilibrio siempre conflictivo entre “así escribo y este es mi estilo” y “al fin y al cabo es así como he podido acabar escribiendo”.
¿Un decir o un dejar dicho? Diverso temblor y distinto latido.
Un exceso de anotaciones presenta el riesgo de caer en la impostación. Siempre ese umbral, ese grado cero donde el lenguaje produce su crujido, alertando de la desviación del sentido, advirtiendo que entramos en la zona del civil “desgarro de vestiduras”. Lupa y neurona es lo deseable, ese extraño equilibrio que se puede establecer entre las observaciones y sus naturales resonancias.
Palabras que verdaderamente designan lo que el acuerdo común les ha atribuido (en el orden del discurso).
¿Mi “epistemología” personal? Intentar descubrir los propios procedimientos a la hora de pensar. Sí, más allá de esas frases que se te ocurren de manera repentina.
El caso del aspecto levemente dramático de algunas expresiones de nuestra llamada inteligencia; es decir, el caso de una vigilante y más o menos lúcida impostación.
Reconocer lo que está socavando en mí la falta de trabajo. El desequilibrio que hay en ello.
La noche en vigilia puede ser prolija y generosa, en cambio la mañana se torna exigua y exigente.
El caso del dinero, las condiciones de pernoctación, los gastos de energía. La conciencia y melancolía emanadas de la fractura colindante entre trabajo y plusvalía.
Resistencia a ver la poesía ya escrita. Sin embargo, es importante escribir, poner en tensión otras capacidades. El verso arbóreo, pero que se gira “hacia dentro” y recupera la energía constante que se mueve en el tronco, en el tallo, “sabiendo” que lo importante son las ramas, los pétalos, la luz que estos buscan.
El psicoanálisis como épica de la subjetividad (Piglia). Me gusta lo de “épica de la subjetividad”, parece admitir la importancia de un territorio que no sabemos cómo tratar.
¿Debo anotar los días, sus cifras? Habría una visión y una lectura distinta si lo hubieras hecho, distinta [variable] como en el actual estado de lo ya escrito, sin registrar el peso del dato o el mero dato-respiración del día mencionado. En realidad, estas notas son un Diario, pero según los entendidos escapan a esa noción por la mera ausencia de la fecha. Curioso.
El dudoso o certero modo en que nos gustan o no “la luz”, la voz de la escritura de otros, la manera en que nos interpela.
Hay frases que perdemos irremediablemente, su pérdida induce el arco de los futuros hallazgos.
Descubrir en qué instante las palabras vislumbran o prometen decir algo más de lo que común y colectivamente dicen. (Formular la anterior frase como una pregunta).
El caso de la Escritura y de la Productividad, esa brecha, esa fractura.
Una respiración simultánea que no puedes precisar de dónde proviene.
Un tipo de experiencia constante y subterránea que, al cabo de mucho tiempo, dé derecho a hablar de la noción de valentía. El caso de Roberto.
Atrévanse a escribir sobre las susodichas condiciones materiales de la escritura. Sí, más allá del anecdotario “caníbal”.
“Su anti enfatismo fue más enfático que el de nadie”.
Lo que creemos que acometemos, sin apenas acercarnos a ello.
La disposición y la dispersión, la pantalla, el lábil tiempo de las frecuencias y los bits. Sabemos que el cálamo y el papiro prodigan una sensibilidad táctil y mental más real; sin embargo, estamos seducidos por la supuesta velocidad de las pantallas. Ese extraño remedio, herramienta del futuro, es hipnótico y tiene el sello del consumo y de la actual normalidad comunicativa.
Suspicacias ante los usos de la memoria, cuidado ante su ejercicio ingenuo. Saber que “recordar es querer”. La memoria como un lugar o una oportunidad del presente.
Comprobación: mientras menos escribimos, más sentenciosos nos ponemos.
La leve música de cámara de mis cuadernitos. Mi leve fetichismo por coleccionar espacios para una escritura posible. El solapamiento de estas experiencias: anotar reflexiones donde apenas parezco mascullar el asomo de algún pensamiento, ya harto de mi enfatismo y del de los demás; sobre todo porque pocas veces parece cumplirse lo que esos discursitos declaman.
Pareciera que solo cuentan las frases que dicta la mente, nítidas, debidamente redactadas en el (in)descifrable papel de las neuronas. A veces, no pocas, se me ocurren cuando no estoy sentado ante este cuaderno; se me ocurren cuando estoy en la cocina, en ese instante de deriva que se da entre una y otra acción.
El temor o la aprensión ante esa profesionalidad que rezuma tanto literato (pese a que admiro el tesón por el trabajo y la habilidad para hacerse un hueco en el corral de la notoriedad, miro esos afanes, digamos que de una manera casi antropológica). Ni lo uno ni lo otro, ahora que lo pienso bien, solo perplejidad.
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Bruno Montané Krebs (Valparaíso, Chile, 1957) publicó el año pasado, en la editorial Candaya, El futuro. Poesía reunida (1979-2016).
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