Señales de humo
Canibalismo e incesto
Ana Sharife 27/02/2019
Seymour Skinner y su madre en un episodio de 'Los Simpson'.
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La mañana que saltó la noticia del caníbal del barrio de Ventas (Madrid) recordé un artículo firmado por Juan José Millás titulado ¡Corre! Hablaba de esas relaciones patológicas que a veces establecen padres e hijos, sentados frente al televisor en pleno sufragio de domingo.
Aquella fue la primera vez que relacioné de forma instintiva canibalismo e incesto, esa línea cultural que separa al hombre de la bestia y que puede quebrarse en cualquier momento.
Esa mañana me encontraba en la cafetería en la que desayuno cada día. Los clientes somos siempre los mismos y elegimos las mismas mesas. Yo me sitúo al final, como en el cole y en el cine, para morir la última si entra un asesino con una calibre 50.
La mesa más cercana la ocupan una madre y su hijo. Él, como un animal de compañía, se arrastra siempre junto a sus pasos. Guarda parecido con el profesor Skinner, el director de colegio de Bart Simpson, un científico desdichado lleno de inquietudes intelectuales que no puede salir con mujeres porque su madre ejerce un tremendo control sobre él.
Aquella mañana Seymour fue consciente de que yo le observaba. Trataba de descubrir sus impulsos incestuosos y caníbales, si pertenecía a alguna organización religiosa en la que todo es creación, transformación y regeneración. Y me preguntaba qué pasaría si nacieran nuevas formas simbólicas que nos permitieran desarrollar dichos instintos, si sería el fin de la civilización, la lucha entre deseo individual y cooperación social.
En la infancia de los caníbales más famosos de la historia se encuentran analogías entre canibalismo y sexualidad, canibalismo y espiritualidad, e incluso canibalismo y amor.
Armin Meiwes, abandonado por su padre, tuvo que quedarse a cargo de una madre huraña y controladora. La soledad en que se veía inmerso lo obligó a crearse un amigo imaginario sobre el que proyectaba. Howard Fish sufría tal nivel de maltrato que a los cinco años sentía placer con cada paliza. Andrei Chikatilo nació en medio de la hambruna del 36. Su hermano fue raptado y devorado por pobladores desesperados por el hambre. Su madre le repetía que no saliera o se lo comerían vivo.
El caníbal simboliza poder. Un poder tan temido que ha dejado su huella en los mitos y leyendas de todas las culturas, en los cuentos infantiles. Incluso los guionistas de la serie de Fox nos describieron a Seymour cuando descubre que su madre no es su madre, y que su asfixiante amor encubría un insólito odio: su madre no ganó las Olimpiadas porque estaba embarazada de él.
La mañana que saltó la noticia del caníbal del barrio de Salamanca, el profesor Skinner le servía el café a su madre y le cortaba un dulce en trocitos, en forma de Eucaristía. Parecía engullido por su madre, como un nonato dentro del vientre materno, atormentado en una especie de encierro que nadie más que yo veía al fondo de la cafetería.
Lo imaginé soñando, reconstruyendo en un plano paralelo y trascendente su desgarro como hacen los caníbales más monstruosos y temidos. Entonces recordé a Millás y quise decirle algo, quise decirle "¡corre!", pero él se revolvió en su silla, cogió su cuchillo y me arrancó el corazón con un par de cortes certeros y se lo comió.
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Ana Sharife
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