SEÑALES DE HUMO
El estafador del amor
Ana Sharife 14/02/2019
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Frente a mi casa vive un chamán. La mayoría de su clientela son mujeres desvalidas que buscan auxilio en algún hechizo amoroso. Lo sé porque a menudo se equivocan y tocan en mi puerta. Sus rostros presentan el mismo gesto invariable de angustia y dolor. La tensión del cuerpo, la forma en que sujetan el bolso, la postura y los gestos son todo un espejo transparente de emociones que me apena.
El abanico social es amplio. Ni todas lucen el mismo atractivo ni el mismo estatus. Perdidas ante situaciones que no pueden entender, estas mujeres recurren a un intermediario entre la realidad y las fuerzas telúricas, entre lo imposible y lo soñado, buscan alguna pócima con la que ganarse el corazón de su amado, descubrir un engaño, o contrarrestar el sufrimiento que les produce la traición, el abandono, el desamor.
Cada día miro la ventana del curandero siempre abierta e imagino un universo paralelo donde conviven las velas y el agua bendita, las hierbas mágicas con las ceremonias de armonizaciones, el ritmo cósmico con el tarot. Un negocio oscuro y lucrativo, la del truhán que promete soluciones milagrosas para casi todo, y que ha extendido su coto de caza a la Red.
En Internet el rey del negocio es el estafador del amor. Un individuo que difícilmente levanta sospechas. La razón es muy sencilla: no tiene prisa, ha extendido sus tentáculos a varias incautas a la vez. Cuando la relación lleva varios meses de romance les pide dinero o aval para un crédito. ¿Excusa? Alguna tragedia personal inesperada.
No es fácil detectarlos. Algunos se presentan bajo la apariencia del ejecutivo, médico, militar, otros juegan en bolsa o son hombres de negocio que se dedican a inversión privada. La mayoría capta a sus víctimas a través de páginas de contacto. El embaucador va ganándose el afecto de la presa, incluso derrocha en ella para neutralizar su posible desconfianza y lograr hacerse con las tarjetas bancarias de la víctima para cometer su estafa.
Hace un mes que el chamán ya no vive frente a mi casa. En su lugar se ha instalado un italiano con novia que lleva amantes cuando ella no está. Lo sé, entre otras cosas, por la variación del gemido femenino. Entre el hechicero y los recitativos, arias y coros de mi nuevo vecino que perturba mis noches cada vez que se lleva a la cama a alguna Turandot, he trazado un análisis psicológico minucioso sobre la seducción, el amor y sus posibles consecuencias cuando nos relacionamos con personajes que representan la ambigüedad, la manipulación, el desprecio por los sentimientos ajenos.
Hace poco la novia del "italianini" me tocó en la puerta. Quería sal. Su rostro presentaba el mismo gesto de angustia y dolor que las mujeres que buscaban auxilio en la magia. Me miró como me miraban ellas, buscando en mí alguna información extra que la ayudara a despejar la incógnita. Sufría la misma estafa.
El amor nos proporciona una medida del tiempo y el espacio a través de la cual el mundo te pertenece por entero, parece hecho para ti. Una de las sensaciones más poderosas e intensas que la mente humana puede experimentar. Amar hasta sentir que el cielo roza el fondo dormido de los océanos.
Bastaba con mirar frente a mi casa para saber que de este juego de riesgos impredecibles no se libra nadie, donde lo común es que te rompan el corazón en mil pedazos. Casi nada.
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Ana Sharife
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