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Hace unos días, en una nueva coronación de ese periodismo made in Spain empeñado en la muerte cerebral del lector, un diario tuvo a bien entrevistar al autor de un vídeo viral. El texto, encabezado con un rimbombante “El adolescente que desmonta con un vídeo el sistema educativo actual”, presenta el vídeo y lanza algunas preguntas al chico mientras el periodista permanece en modo espantapájaros. Lejos de recriminar nada a un adolescente de 17 años que dice cosas parecidas a las que todos hemos dicho en esa u otras edades, me gustaría resaltar esta respuesta: “Si estás orientado a una carrera o salida profesional concreta te puedes encontrar con asignaturas que no valen para nada. A mi compañero que quiere ser ingeniero, ¿de qué le sirve estudiar lengua en Bachillerato?”.
Yo, que desde el primer hasta el último año de Ingeniería Informática me estuve haciendo una pregunta completamente opuesta, me veo en la necesidad de exponer por qué estudiar lengua –leerla, comprenderla, hablarla, escribirla– es imprescindible, también para los ingenieros.
Empezando por los propios profesores. Hay docentes en ingeniería incapaces de expresarse con una mínima soltura, autolimitados a escupir conocimiento sin ton ni son, a ofrecer información al alumnado de forma incoherente y completamente extravagante. Profesores que ni siquiera dominan las bases de la lengua. Profesores que ofrecen apuntes llenos de errores ortográficos. Ni vamos a hablar de gramática, orden o estilo. Profesores empeñados en hablar inglés cuando apenas saben español. Profesores que destruyen la lengua en cada una de sus clases, amparados en el regazo de una fórmula o un trozo de código.
Las clases de ingeniería se convierten así en una constante deshumanización del lenguaje, de la expresión oral y de cualquier intento de escritura. Sin lengua no hay, por supuesto, profundidad ni debate. No hay discusión posible a lo exhibido en clase. No hay imaginación posible y no hay, por tanto, atisbo alguno de creatividad. Y matar la creatividad es matar también al ingeniero, condenarlo a un puesto de trabajo gris y desangelado.
Con unos referentes tan lamentables, ¿qué cabe esperar del alumnado?
La cruda realidad es que el alumno medio de ingeniería informática apenas sabe expresarse. No sabe, por lo general, exponer en clase, ir más allá del contenido o defender su trabajo. Tampoco sabe cómo acceder al mercado laboral. Y no sabe, en parte, porque una parte del alumnado no hace Bachillerato y entra a la carrera a través de un ciclo formativo en el que no se imparte lengua. Pero no sabe, en mayor medida, porque la forma en que se enseña lengua en el colegio y en el instituto es insuficiente y continúa sin conseguir que el alumnado entienda su importancia.
Más allá de las exigencias lingüísticas que un trabajo en el sector de la ingeniería pueda tener –que las tiene, y en el ámbito de la informática supone una auténtica lacra–, es urgente que todos los alumnos, estudien lo que estudien, conozcan su lenguaje. La lengua no solo sirve para saber colocar puntos, comas y tildes. La lengua es la base de nuestra sociedad. Utilizarla correctamente nos hace libres, seamos ingenieros, periodistas o vendedores de zapatos.
¡Hola! El proceso al procés arranca en el Supremo y CTXT tira la casa through the window. El relator Guillem Martínez se desplaza tres meses a vivir a Madrid. ¿Nos ayudas a sufragar sus largas y merecidas noches de...
Autor >
Manuel Gare
Escribano veinteañero.
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