Ese lugar del que usted no me habla
Navarra: a tumba abierta
Las encuestas mantienen un terco empate entre el bloque que conforma el Gobierno y la oposición. Sin embargo, pinta mal para que el Ejecutivo repita
Aritz Intxusta 27/02/2019
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Es 16 de noviembre de 2016. No dejan bajar a los medios de comunicación hasta la cripta del Monumento a los Caídos. Los operarios municipales empujan ayudados de rodillos la enorme losa de mármol que cubre el sarcófago. El forense Paco Etxeberria, curtido en rescates en cunetas, se asoma y ve a Emilio Mola. Etiqueta y documenta todo. Luego recoge los restos en un ataúd reducido para entregarlo a la familia, que lo recibe discreta. Misma operación con José Sanjurjo. El prior de la tétrica Hermandad que celebraba misas mensuales entre estos cadáveres está presente y rompe a llorar. Carlota Sanjurjo, la hija, promete venganza eterna. El Ejército la escucha e inhuma en secreto al general sifilítico en Melilla. La exconcejala de Cultura por UPN, Paz Prieto, ayuda a Carlota con el trajín de documentos para pleitear contra el consistorio pamplonés, de EH Bildu, por este ultraje.
Todo esto sucede a días de distancia de la revuelta de barones del PSOE, que apuñalan al primer Pedro Sánchez y nombran una gestora que se abstiene para que Rajoy gobierne otra vez. ¿Recuerdan la frustración de esos días? ¿La llegada de un pacto PSOE-PP que reducía la izquierda al cero absoluto? ¿Aquella impotencia? Bien. Ahora mastíquenla durante veinte largos años y sean bienvenidos a Navarra.
El clon del PP en Navarra (UPN) y el PSOE local (PSN) mantenían un acuerdo de Gobierno que fue derrotado por primera vez en 2015. Este pacto se sustentaba en la existencia de un 25-30% de voto nacionalista (la mitad de él, izquierda abertzale) con el que no se podía pactar so pena de la destrucción de la propia Navarra, fagocitada por Euskal Herria. El reparto de asientos en el Parlamento daba para una mayoría alternativa desde hace doce años, pero el PSN estaba más cómodo y apesebrado con UPN. Y además, Ferraz lo prefería así. A la izquierda abertzale no se le toca ni con un palo.
A 2015 se llegó con la renuncia de ETA a las armas y con Podemos prometiendo que ellos sí cruzarían el Rubicón para echar a UPN. No podían decir otra cosa. La Unión del Pueblo Navarro es de ideología tradicional conservadurista y muy del Opus. De ahí que en Navarra no se hicieran abortos en la red pública desde los años 80, ni cuando el feto es inviable. Los ginecólogos fueron perseguidos y señalados en sus domicilios por ultras cristianos. Mastiquen eso también.
Las urnas arrojaron un empate, pero la moneda d’Hont cayó del lado de un cambio por 300 votos. UPN, PSN y PP sumaron 24. Geroa Bai (coalición liderada por la actual presidenta, Uxue Barkos y el PNV), EH Bildu, Podemos e I-E (IU y maoístas) alcanzan los 26. La izquierda escupe dos décadas de hiel. ¡Ha caído el régimen del 78! Mola se revuelve a sabiendas de que vienen a por él.
Geroa Bai consigue que le dejen gobernar en solitario bajo la excusa de que a EH Bildu le pesa mucho la mochila. Podemos, muy apuradamente, ha conseguido reunir gente como para llenar una lista al Parlamento y están ya discutiendo. El Gobierno se siente histórico y se viste de tecnócrata. Barkos ha vencido al cáncer, desborda carisma y aguanta la épica.
Había tarea para aburrir. El Gobierno acierta con algunas cositas de cajón. Su mejor diana, poner de consejero de Hacienda a un inspector de hacienda, que además es rojo y txistulari. Los tipos se elevan progresivamente, el fraude cae, la recaudación se recupera. Y Navarra tiene Hacienda de verdad, cosas del Fuero.
En cuatro años, el feminismo avanza cuatro décadas. En Pamplona se sintió la herida de la Manada como en ninguna otra parte. Carteles oficiales a la entrada de los pueblos y ciudades las reclaman lugares donde no se tolera esta violencia. Un macho se sintió amenazado y se coló en el despacho de la consejera de Educación para dejar anónimos por un programa pionero de coeducación en género, “Skolae”. Policía Foral le pone escolta y eso sabe a viejo, a triste.
La capital navarra vive, proporcionalmente, tres movilizaciones de un tamaño tal que solo han sido superadas por las independentistas en Barcelona. Las tres, contra los jueces. La movilización de repulsa al “abuso” de la Manada fue incluso menor que las dos manifestaciones contra la desproporción del castigo a Altsasu a las que acudió el propio Gobierno.
UPN y PSN no logran entender por qué d’Hont cayó para el lado contrario. Han tocado mil teclas para encauzar las cosas hacia su orden natural, pero el tono es descentrado. Salieron a la calle en favor de “la bandera” y contra el fomento del euskera. En la mayor de sus movilizaciones, de menos de 20.000 personas, una artista se colocó delante del banderón que abría camino y, oculta tras una máscara de luchador mexicano, empezó a fustigarse con una txistorra. No fue troleo.
Pese a tanto esfuerzo, todo parece inamovible. Las encuestas mantienen el terco empate. También dicen que el PP, que probó a ir en solitario, ni siquiera entrará en el Parlamento. Ciudadanos, por antiforal, resulta impredecible. Aún así, pinta mal para que el Gobierno actual repita. El sainete de Podemos ha sido insufrible. La imagen de frescura juvenil que supuso la fotografía viral de la presidenta del Parlamento bebiendo a morro de un tirador de cerveza –con respecto a la uva pasa del presidente anterior– se esfumó hace dos años. Queda una frase para la historia de Laura Pérez, la exlíder purgada: “La tránsfuga no soy yo: el tránsfuga es el partido”. Todos riñen pero nadie se va. Las últimas votaciones (recuerden, 26 a 24) no han sido aptas para débiles de miocardio. Y por celos de patio, no por temas de fuste. Se cierra la legislatura pidiendo la sirena.
Sin la pierna de Podemos aguantando un puñado de escaños, el cambio resbala. Pero su espacio político existe. Algunos ya se hacen cruces y creen que, tras lo conseguido en esta legislatura, el PSN hará acto de contrición y romperá con UPN espantado por Vox. Los más sostienen que existen dos bloques y que el partido sigue a 26 tantos.
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