Elecciones en Israel
¿Qué fue de la izquierda israelí?
La alianza ultranacionalista y el capitalismo salvaje auspiciados por Netanyahu han devastado al laborismo sionista y desactivado el activismo de los ‘kibutzim’
Jordi Sarrión i Carbonell 5/04/2019
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El martes 9 de abril se celebran elecciones legislativas en Israel. En un país donde la socialdemocracia construyó un potente Estado de Bienestar, la izquierda se encuentra más ausente que nunca, ante una coyuntura de radicalización del electorado hacia la derecha y del triunfo del modelo neoliberal, nacionalista y militarista del Likud. En un sistema pluripartidista proporcional como el israelí, las sucesivas coaliciones que Netanyahu lleva formando desde 2009 han incorporado a partidos de extrema derecha como La Casa Judía, Yisrael Beitenu o Nueva Derecha, que han puesto en riesgo la democracia en Israel. Uno de los ejemplos más claros ha sido el de la ministra de Justicia, Ayaled Shaked, quien recientemente sacó a la luz un vídeo ironizando sobre las acusaciones de “fascista” de las fuerzas progresistas: en el vídeo, que imitaba un anuncio de perfume, la candidata por Nueva Derecha afirmaba que a ella “le huele a democracia”, al tiempo que anunciaba, entre otros, una mayor persecución del activismo, restricciones en el Tribunal Superior de Justicia y el nombramiento de jueces.
Ariel Kanievsky es un profesor de Historia Judía que vive en la ciudad israelí de Ashdod, y además es guía en Israel y en Polonia y militante del partido de izquierdas Meretz, única representación de la izquierda de Israel en el Parlamento (Knesset) junto a los laboristas de Avodá. El sionismo laborista (con distintos nombres) ha sido hegemónico en Israel desde que se celebrasen las primeras elecciones en 1948. ¿Qué ha pasado? Kanievsky cree que uno de los motivos por los que esta izquierda se siente aislada es el auge de las formaciones de extrema derecha: “Quienes nos atemorizan cada día con impunidad son las fuerzas ultraderechistas, ante cuyo discurso el Likud guarda silencio. (...) Estas fuerzas tienen candidatos jóvenes alejados de los patrones de la extrema derecha tradicional y no dan tanta importancia a la cuestión religiosa. Unidos al Likud han promovido un discurso de persecución a la izquierda y al activismo social en Israel”.
Videollamada con Afro Remenik. Vestido con el uniforme militar israelí, instruye a civiles árabes israelíes para prepararse ante los bombardeos de Hamás. Desde hace un mes, está recorriendo los distintos kibutzim y moshabim –colonias agrícolas israelíes tradicionalmente de izquierdas, que constituyen una de las bases del Estado de Israel y del movimiento laborista–, al grito de“no tengamos miedo a ser de izquierda”. Según él, “el miedo se ha apoderado de los viejos militantes debido a la constante propaganda del Gobierno de Netanyahu, que señala a los izquierdistas como traidores a la patria”.
Remenik plantea que uno de los motivos por los que se ha llegado a esta situación es el hecho de que el Partido Laborista ha ido paulatinamente asumiendo la estrategia de Netanyahu, que se basa en no solucionar el conflicto con Palestina, sino en administrarlo para perpetuarse en el poder, de manera que no ha existido una alternativa real que abogase por una solución pactada. Ahora mismo, señala, “hay una guerra cultural que se juega incluso en los estadios de fútbol”.
Darío Teitelbaum es uno de los que todavía viven en las comunas agrícolas de Israel. Tras una infancia dura en la Argentina de la dictadura y la inestabilidad –donde se educó en los principios del sionismo socialista– hizo la aliyá (ascenso) hacia uno de los 281 kibutzim que quedan en Israel, situado a 7 kilómetros de la Franja de Gaza. Para Teitelbaum, la clave que explica el retroceso del mundo kibutzim es que “es difícil ser una isla socialista de tendencias incluso anárquicas en un mundo globalizado y en una Israel donde el Likud (partido de Netanyahu) ha apostado por el capitalismo salvaje. Este espíritu individualista carcomió los valores iniciales de los kibutzim, que estaban muy ligados a los valores originarios en torno a los cuales se formó el Estado de Israel”.
El proceso de “derechización de Israel”, según explica Teitelbaum, ha sido lento y gradual, pero muy efectivo: “Al principio, la derecha era derecha en cuestiones militares y de seguridad, como la consolidación de los asentamientos en Judea y Samaria, pero mantenía prestaciones sociales”. Poco a poco, se fueron creando grandes conglomerados empresariales con ayuda del Gobierno del Likud: “Estos conglomerados se construyeron a lo largo de diez años y, cuando en los años ochenta se hicieron suficientemente grandes fueron asumiendo poco a poco las labores del Estado. También en ese momento la derecha nacionalista comienza a ser una derecha económica que inicia un período de capitalismo salvaje en Israel”, explica. Por otro lado, apunta que la cúpula eclesiástica del judaísmo y los partidos ultraortodoxos son otro de los pilares del nuevo régimen consolidado por Netanyahu. Para Teitelbaum, el papel de los kibutzim sigue siendo trascendental, ya que “en un contexto donde las desigualdades se han disparado en Israel, en los kibutzim que todavía existen hay impuestos progresivos y un sentimiento de comunidad y convivencia muy bonito”.
A photo captured by Middle East Monitor of an election billboard in Tel Aviv, showing a handshake with US' Donald Trump, with the Hebrew caption: "Netanyahu. In another league". pic.twitter.com/JKmz2G1EaQ
— Women For Palestine (@WomenForPal) 4 de febrer de 2019
La conexión VOX
Mientras en las avenidas de las grandes ciudades como Jerusalén o Tel-Aviv se ven carteles con una foto retocada de Netanyahu posando con Donald Trump y la frase “Netanyahu, en otra liga”; y mientras mandatarios como Jair Bolsonaro visitan a “Bibi” (así llaman a Netanyahu en Israel), la izquierda israelí se encuentra cerca de su desaparición ante la absoluta ignorancia de la izquierda occidental. Según explica Ariel Kanievsky, la derecha israelí instrumentaliza incluso a fuerzas extremistas de Occidente como Vox porque “creen que somos un muro de contención contra el Islam, al que odian. En la Guerra del Líbano defendí mi casa, no a Occidente. No somos escudos humanos y es necesario denunciar esta hipocresía”. De este modo, la derecha se legitima más cada día y la izquierda occidental olvida que “aquí existe una formación de izquierda que se llama Meretz que lucha por conseguir la paz y reivindica la autodeterminación para Palestina”. Kanievsky se muestra indignado con los boicots: “Cuando boicotean a Israel, por ejemplo, boicotean a miles de trabajadores. Si no me quieren escuchar a mí, que si fuese catalán votaría a las CUP, ¿qué interlocutor les queda?”.
Para el activista Afro Remenik, “es lógico que a causa de la política de asentamientos la izquierda occidental mire con cierto desprecio hacia Israel (...) La izquierda israelí está devastada y le está costando mucho reformular sus posturas”. Remenik, que también votará a la izquierda ecosocialista de Meretz, cree que la solución es “aunar todas las luchas en torno a un nexo común: la devastación que han sufrido todas las comunidades a causa de este modelo neoliberal con tintes autoritarios”.
Lo que parece claro es que, mientras tenga un enemigo al que enfrentarse, la derecha nacionalista y sus aliados ultras seguirán apostando por la confrontación y la polarización y, para Remenik, “solo cuando salgamos del clóset y pasemos página seremos capaces de reaccionar (...) y esperemos que no sea demasiado tarde”. El enfrentamiento con Palestina ha dado a Netanyahu el enemigo común que necesitaba. Ahora, esta derecha nacionalista aprovecha la coyuntura para formar una extrema derecha populista hegemónica.
La esperanza de la izquierda israelí en estos tiempos tan convulsos tiene un nombre: Tamar Zandberg. La joven candidata a primera ministra por Meretz, que se entrevistó recientemente con la autoridad palestina Mahmud Abbás y apuesta por la “paz con mayúsculas” frente a otras opciones –en alusión al moderado Kajol-Labán, que pugna con Netanyahu en las encuestas por ser la primera fuerza– ha afirmado en Página 21 que la derechización de Israel ha llevado a los principales partidos a evitar las palabras “paz y democracia” y piensa que regalárselas a la extrema derecha “sería un error que la izquierda no podría permitirse”.
En unas elecciones en las que “el racismo y el fascismo amenazan la democracia israelí” y en las que Meretz obtendrá entre cinco y diez escaños en las encuestas (de los ciento veinte existentes en la Knesset) parece que tendrán un papel fundamental “las mayorías de centro que en ocasiones callan cuando es necesario alzar la voz”, ha dicho Zandberg. El 9 de abril hablarán las urnas y el Rey Bibi no dudará en usar fake news o vulnerar las reglas de la campaña con tal de perpetuarse en el poder. Mientras tanto… ¿dónde está la izquierda europea?
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